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martes, 6 de abril de 2010

Brown convoca para el 6 de mayo las elecciones más competidas en Reino Unido desde 1992.

Noticia:


El primer ministro británico, el laborista Gordon Brown, ha pedido esta mañana permiso a la reina Isabel II para disolver el Parlamento y convocar elecciones legislativas para el 6 de mayo, día en el que se celebrarán también elecciones locales. Se trata de los comicios más apretados desde que en 1992 John Major renovó contra pronóstico la mayoría que los conservadores ostentaban desde que Margaret Thatcher llegara al poder en 1979.

Brown, que a primera hora se reunió con el Gabinete, llegó al palacio de Buckingham poco después de las 10 de la mañana (las 11 en la España peninsular) y se dirigió apenas una hora después a los británicos a las puertas de Downing Street para anunciar oficialmente la fecha del 6 de mayo como el día de las elecciones, un secreto a voces desde hace semanas.

El líder conservador, David Cameron, hizo también unas breves declaraciones públicas, minutos antes de que hablara su rival. Las comparecencias públicas de Brown y Cameron fueron muy reveladoras de lo que se espera de sus campañas. Cameron compareció con su esposa, Samantha, ante un puñado de fieles a orillas del Támesis: una imagen colorista, moderna, con mucha juventud y diversidad étnica y el imponente edificio del palacio de Westminster a su espalda, como guardando las distancias frente a una institución especialmente desprestigiada en los últimos meses.

Pero, quizás simbólicamente, había en ese escenario un poderoso mensaje subliminal: los Cameron estaban a escasos metros del antiguo ayuntamiento del Gran Londres, la institución que Margaret Thatcher desmanteló a la fuerza en los años ochenta para evitar que actuara como contrapoder de la izquierda. La modernidad de la presentación del dinámico Cameron contrastó con la cercanía de la herencia thatcherista, alegoría quizás de que el punto débil de su campaña puede ser, precisamente, las dificultades del electorado para aceptar que los tories han cambiado tanto como su líder.

Cameron habló de "esperanza, optimismo y cambio". "Este país necesita algo más que otros cinco años de Gordon Brown", dijo. Y evocó a John Kennedy al proclamar: "No os preguntéis qué puede hacer el Gobierno por mí, si no qué podemos hacer nosotros para hacer más fuerte la sociedad".

Brown: "Soy uno de un equipo"

Frente al dinámico individualismo de Cameron, Gordon Brown eligió la sobriedad y la imagen de equipo. Compareció rodeado de todo su Gabinete a las puertas de Downing Street, un marco cerrado y de colores oscuros que intentaba reforzar su imagen de hombre poco dado a los efectismos de la política moderna pero consagrado al trabajo. Y en lugar de lanzar mensajes de optimismo global prefirió referirse a cosas concretas, como la necesidad de consolidar la recuperación económica. "No soy un equipo de uno, soy uno de un equipo, como todos pueden ver. Un equipo de sustancia y de ideas", subrayó. "Y vamos a dar en todo momento la batalla en favor de la igualdad, de un futuro más justo para todos", añadió.

El líder liberal-demócrata, Nick Clegg, había hablado ya a primera hora de la mañana para llamar a los electores a votar por "un cambio real" y no por los dos grandes partidos que desde hace un siglo dominan la política británica. Los liberales-demócratas esperan convertirse en el partido clave para decidir el Gobierno. Pero para conseguirlo necesitan que, por primera vez desde 1974, las elecciones no otorguen la mayoría absoluta a ninguno de los candidatos.

Un sondeo de ICM publicado esta mañana por el diario pro laborista
Elecciones clave

Las elecciones de 1992 son el gran fantasma que ha de combatir David Cameron, hasta hace unos meses aplastante favorito para convertirse en el próximo primer ministro y devolver a los tories el poder que acabaron perdieron en 1997, cuando fueron aplastados por el arrollador impulso de optimismo que supuso la irrupción del Nuevo Laborismo de Tony Blair en la política británica.

En aquel año, el laborista Neil Kinnock empezó la campaña como claro favorito pero acabó siendo superado por John Major, que a media legislatura había sustituido a Margaret Thatcher como primer ministro. Ahora se da la misma situación: Gordon Brown llegó a Downing Street a media legislatura y Cameron es el candidato renovador que parte como favorito.

Pero hay otro ejemplo a tener en cuenta: en 1997, Blair era abrumador favorito desde dos años antes pero su ventaja cayó bruscamente unas semanas antes de los comicios. Eso no le impidió obtener al final una victoria espectacular que cambió quizás para siempre la política británica, transformando el Partido Laborista en una formación centrista, abierta a las clases medias y muy alejada de su tradicional obrerismo.

Esta vez, ninguno de los tres candidatos a primer ministro ha liderado antes a su partido en unas elecciones generales. Por primera vez en la política británica, los tres participarán en tres debates televisados que se auguran decisivos para decidir el voto final. Hay otras diferencias: las elecciones llegan tras una recesión que ha afectado profundamente a la economía británica, ha dejado las cuentas públicas en un estado alarmantemente precario y ha puesto de relieve que el país necesita diversificar su economía y dejar de depender tanto de la industria financiera y del mercado de la vivienda. Llegan también después de que una larga serie de escándalos, culminada con la polémica sobre los gastos excesivos reclamados por más de la mitad de los diputados de los Comunes, haya desprestigiado profundamente a la clase política.

Otros elementos de la campaña estuvieron ya presentes en anteriores comicios, como la reforma de los servicios públicos, la creciente aprensión de los británicos hacia la inmigración o la cuestión de la seguridad ciudadana y en particular los graves problemas de comportamiento antisocial que Reino Unido sufre desde hace decenios. El lugar de Reino Unido en el mundo y en particular sus relaciones con Europa son un aspecto que ningún partido quiere que contamine la campaña pero que suele acabar haciéndolo de una forma u otra. Quizás la mayor diferencia frente a 2005 es que, esta vez, la guerra de Irak ya no está en campaña.

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