El resurgir de las milicias.

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Tienen en común su rabia y descontento por la crisis que ha sumido a comunidades enteras en el desempleo y la bancarrota. Un buen puñado comulga, además, con la idea de que Barack Obama, el primer presidente negro que ha llegado a la Casa Blanca, es la encarnación misma del “Anticristo”, que se ha propuesto imponer “ un régimen socialista y totalitario”.

Cuando personajes como Sarah Palin, ex gobernadora de Alaska y heroína del ala más conservadora del Partido Republicano, dicen que “América está lista para otra gran revolución”, la mayoría extrae sus propias conclusiones, mientras sacan lustre a sus rifles y pistolas y se organizan en campos de entrenamiento paramilitar en distintos puntos de país.

Tan sólo en 2009, el número de “grupos patriotas” y “milicias” de extrema derecha se multiplicó en un 244%, según las estadísticas del Southern Poverty Law Center (SPLC). Sus cifras pasaron de 148 grupos detectados en el 2008 a 512 en 2009, coincidiendo con el arribo al poder de Barack Obama.

Crece preocupación

“Este crecimiento es motivo de gran preocupación”, aseguró Mark Potok, director del proyecto de inteligencia en el SPLC, al establecer un inquietante paralelismo entre el actual resurgimiento del movimiento patriota y sus milicias, con la primera oleada de violencia extremista que alcanzó su punto culminante el 19 de abril de 1995.

Entonces, Timothy McVeigh, veterano de la guerra de Irak que odiaba al gobierno, hizo volar por los aires el edificio que albergaba las oficinas del FBI en Oklahoma, dejando un saldo de 168 muertos y de casi 500 heridos.

Apenas la semana pasada, nueve integrantes de una milicia radical localizada en Michigan eran detenidos por agentes del FBI que les seguían la pista desde hacía casi un año. Tras su detención, el Fiscal General, Eric Holder, se congratuló por la desarticulación de un grupo de radicales (que se autodenominaba la milicia Hutaree, o guerreros cristianos) que pretendían “iniciar una guerra contra Estados Unidos”.

La detención de los milicianos de Hutaree, que planeaban la masacre de varios policías, ha supuesto un duro golpe contra organizaciones que se han multiplicado en todo el país y que han interpretado la acción del FBI “como una advertencia” contra todas aquellas milicias que se nutren de las teorías de conspiración antigubernamental y abrevan de las aguas del Apocalipsis para justificar sus planes de exterminio.

Avanza el pesimismo

Al igual que en los 90, el resurgimiento de las milicias vuelve a estar en relación directa con un aumento del nivel de descontento entre la población. Según una encuesta difundida por Rasmussen el pasado 31 de marzo, 60% de los electores consideran que Estados Unidos avanza por el sendero equivocado, un nivel de pesimismo que no se veía desde octubre.

La crisis económica, el avance de otros grupos demográficos (que han desplazado “la supremacía blanca” en distintas comunidades), el resurgimiento del integrismo cristiano y una mayor intervención del Estado en la economía, se han convertido en caldo de cultivo para una segunda oleada de movimientos extremistas disfrazados de patriotas, dispuestos a reclamar un espacio político y a eliminar a quienes no comulguen con sus ideas.

Cuando el año pasado Rex Rammel, un ranchero y veterinario del estado de Idaho, propuso poner a la venta licencias para dar caza al presidente, consiguió no sólo aumentar sus índices de su popularidad, sino atraer la atención nacional por unas declaraciones que luego intentó justificar como “una simple broma”.

Candidatos peligrosos

Hoy, este ranchero de vena ultraconservadora figura en la lista de candidatos republicanos por la gubernatura de Idaho. Entre sus planes de gobierno, la revigorización de las milicias “para hacer frente a las amenazas del gobierno central que quiere implantar el socialismo en todo el país”.

“Creo que las actuales políticas del gobierno, aunado a la movilización de las Tea Party, ha creado una atmósfera en la que la gente necesita estar preparada”, aseguró Rammel en una reciente entrevista realizada por la cadena ABC.

“Muchos en Idaho creen, por ejemplo, que la reforma de salud es muy invasiva y atenta contra nuestros derechos individuales. Y por eso no vamos a permitir que vengan con sus mandatos que, además, son inconstitucionales”, aseguró Rammel, una de las pocas caras visibles de un movimiento extremista al alza, que se nutre del descontento y se embosca entre los campos de entrenamiento y las proclamas religiosas, mientras conspira desde las sombras contra el gobierno de Barack Obama.