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El presidente Barack Obama y sus aliados demócratas presentan sus argumentos a favor de una reforma del sistema de salud en un insólito debate con los republicanos, transmitido en vivo por la televisión a una audiencia dividida.
Pero los demócratas miran más allá de la reunión en la histórica mansión Blair. Ante la oposición firme de los legisladores republicanos, el presidente y su partido se disponen a aprobarla por su cuenta.
En esta estrategia de alto riesgo está en juego el empantanado proyecto de ley que extendería la cobertura de salud a más de 30 millones de personas que carecen de ella. Políticamente, es jugarse al todo o nada en un año electoral durante el cual los demócratas están empeñados en un objetivo que el Congreso intenta alcanzar desde hace medio siglo.
Las encuestas revelan que los estadounidenses quieren que su gobierno aborde los problemas del elevado costo de la medicina, el decreciente acceso al seguro médico y la calidad desigual de la atención. Pero la opinión está dividida con respecto al proyecto demócrata, que costará un billón de dólares en 10 años y que incluye cláusulas que entrarán en vigencia en ocho años, cuando Obama ya no esté en la Casa Blanca.
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