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Dellonce Miles Pérez González pensó que las seis personas que descendieron de una camioneta y se dirigieron a su vehículo con el rostro cubierto y armas en mano querían secuestrarlo. Mientras su novia Lanka Ixchel Juárez quedó esposada y bajo vigilancia de uno de los maleantes, él fue encañonado.
Supo que sus captores eran policías, del grupo especial K-9, hasta que los llevaron a las instalaciones de la Secretaría de Seguridad Pública Municipal y fueron presentados como narcotraficantes ante los medios de comunicación.
Durante la detención —frente a la entrada del Club Campestre de Querétaro—, ninguno se identificó, no le informaron por qué los arrestaban y tampoco les mostraron una orden de aprehensión. De ahí los trasladaron a la Policía Municipal y luego a la delegación de la PGR, en donde el Ministerio Público consignó a Dellonce Miles por delitos contra la salud.
Para ejercer esa acción, el ministerial se basó sólo en los testimonios de dos de los seis policías; no les practicaron examen médico ni les tomaron declaración. “Nos destruyeron la vida; acabaron con nosotros”, dijo Lanka Ixchel.
Ella recuerda que cuando fueron detenidos, el 26 de agosto de 2009, las personas encapuchadas llevaban un perro raza pastor alemán, al que subieron en tres ocasiones al automóvil para que detectara alguna droga, pero el animal no dio señales de haber encontrado estupefacientes.
No obstante, narró Lanka, uno de sus captores subió al auto a revisar, después de que el perro había olfateado el interior del vehículo, y encontró, según dijo, dos bolsas con cocaína.
El policía Juan Carlos Loza Zaragoza, con número 19197 y quien presumiblemente localizó la droga en el auto, aceptó en su declaración que no usó guantes para manipular la evidencia; además, afirmó que para transportar la droga hasta la Secretaría de Seguridad la guardó en una bolsa de plástico que le dieron horas antes, cuando compró una torta.
Dellonce Miles dijo que al momento de su detención, uno de los encapuchados lo encañonó con un arma larga en la sien; lo tiraron al piso y lo esposaron. Incluso, uno de los elementos se le paró encima, mientras que a Lanka Ixchel la subían a la camioneta y sobre su regazo dejaron que se sentara el perro.
“Estaba llorando por lo que me hacían y les decía que quitaran al perro, pero en lugar de eso, me gritaban que me callara porque si no me iba a morder... cuando retiraron al animal, uno de ellos se sentó encima de mí y entre más me quejaba, más presionaba”, narró Lanka Ixchel.
Los seis policías involucrados declararon que todo eso era falso; que ellos realizaron el operativo vestidos de policías, a bordo de la patrulla M-821 y que se identificaron. Sin embargo, en las declaraciones —copias que tiene EL UNIVERSAL— hay diversas contradicciones.
Los elementos son Juan Carlos Zaragoza Loza, Sergio Arturo Jiménez Guerrero, Juan Pablo Robles Campos, Gustavo Martínez Guardiola, Gustavo Olvera Jiménez y Carlos Eduardo Espinoza Martínez.
En las declaraciones, Espinoza Martínez, por ejemplo, dijo que muy seguramente habían llevado, ese día, a un perro entrenado para olfatear narcóticos; pudo haber sido Logan o Dandy. También aceptó que “normalmente” usan pasamontañas cuando actúan, “sobre todo en un reporte de esta magnitud; tratándose de drogas sí cubrimos nuestro rostro, por razones de seguridad”. De igual manera, unos aseguran que se estacionaron atrás del vehículo; otro dice que fue al frente y un tercero dijo que a un costado.
Lanka y Dellonce pidieron a la Secretaría de Seguridad que presentara la grabación de la cámara que se encuentra instalada a no más de 100 metros de donde los detuvieron. La respuesta no les dejó dudas: no había filmación, porque ese día el sistema de vigilancia con que cuenta la ciudad tuvo problemas técnicos.
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