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Con el temor a un nuevo atentado como el que sacudió a Estados Unidos hace 15 años, en Oklahoma, miles de ciudadanos conmemoraron ayer el aniversario del ataque terrorista que identificó a Timothy McVeigh, un veterano de la guerra del Golfo, como el rostro del “enemigo interno”.
Hace 15 años, Oklahoma fue puesta en el mapa del odio extremista con un golpe mortífero que dejó un saldo de 168 muertos y 500 heridos.
“Hoy más que nunca es necesario vigilar las ideologías de odio que llevaron a este ataque, de forma que podamos reconocer las señales en nuestras comunidades y presentar un frente unido para acabar con ellas”, dijo la secretaria de Seguridad Nacional (DHS), Janet Napolitano, en referencia al resurgimiento de crímenes de odio y de milicias extremistas —una amenaza que se ha multiplicado aproximadamente en 244% en el curso del último año, según el Southern Poverty Law Center.
El 19 de abril de 1995, a las 09:02 (hora local), Timothy McVeigh hizo estallar un carro-bomba cargado con explosivos fabricados a partir de fertilizantes, que estaba estacionado en la entrada del edificio federal Alfred P. Murrah.
Aquel fue el peor ataque terrorista que había sufrido EU hasta hasta la tragedia del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, Washington y Pensilvania.
El ex soldado McVeigh (condenado por asesinato y ejecutado en 2001), confesó ser el autor del ataque, en represalia por la toma por parte de las fuerzas de seguridad del rancho Apocalipsis, perteneciente a la secta religiosa de los “davidianos”, el 19 de abril de 1993.
Ese día, 86 miembros de esa secta perdieron la vida en Wacho, Texas, como resultado de un incendio que se declaró en el rancho, en medio de una operación de asalto que puso fin a un asedio de 51 días.
Oklahoma se paralizó ayer durante 168 segundos, en los que la gente guardó silencio para recordar a cada una de las víctimas. Algunos se limpiaron las lágrimas durante una ceremonia con los familiares de las víctimas, que escucharon los nombres de cada una de ellas.
“Lo que nos define como nación, como pueblo y como comunidades no es lo que hemos sufrido sino cómo nos hemos levantado por encima de ello, cómo nos hemos superado”, dijo la secretaria Napolitano.
Estos actos coincidieron, irónicamente, con la manifestación de varias organizaciones de “patriotas” que se concentraron en esta capital y en el vecino estado de Virginia para defender su derecho a portar armas, a organizarse como milicias y para advertir que están dispuestos a todo para no perder sus libertades.
Los organizadores de la “Marcha por la Segunda Enmienda”, que protege el derecho de poseer armas de fuego, reunieron a unas cinco mil personas alrededor del Obelisco, en Washington.
Este desplante no pasó desapercibido ni para la administración del presidente Barack Obama, ni para figuras políticas como el ex mandatario Bill Clinton, quien ayer advertía desde las páginas de The New York Times que “la violencia es inaceptable en democracia”
“En el actual ambiente, con tantas amenazas contra el presidente, contra miembros del Congreso y otros servidores públicos, nuestra obligación es no permitir que se repita la misma historia de Oklahoma. Se lo debemos a las víctimas de esa ciudad”, aseguró Clinton.
El ex presidente dijo en voz alta lo que algunos sólo se han atrevido a mascullar o a denunciar en privado, para hablar del creciente riesgo de las milicias armadas y de un movimiento extremista que ha conseguido infiltrarse en el Partido Republicano.
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