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Las variedades parásitas de la planta conocida popularmente como muérdago o “mata palos” generan problemas fitosanitarios en todo el mundo, ya que infestan troncos y ramas y llegan a matar en dos o tres años árboles centenarios en parques, jardines, huertos o áreas forestales. Generalmente dicha invasora es combatida con sustancias químicas o se corta y deja a la intemperie, lo que al final favorece su propagación.
Ante ello, un grupo de investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa (UAM-I) propone una solución mucho más simple y ecológicamente sustentable para el control de esa plaga vegetal que ataca pinos, jacarandas, álamos, fresnos, así como diversas variedades de árboles frutales: recolectarla una vez que ha sido segada para evitar su diseminación y aprovechar algunas de las sustancias que contiene.
Tras trabajar con la especie Cladocolea loniceroides, que es endémica de México y abunda sobre todo en la región central del país, los científicos del Área de Bioquímica de Macromoléculas del Departamento de Biotecnología de esa entidad descubrieron que la planta posee compuestos antioxidantes naturales que pueden extraerse y aprovecharse en beneficio de la salud humana.
Los expertos encabezados por el doctor Jorge Soriano Santos observaron que así como el pariente europeo de la planta (el muérdago blanco, Viscum album) desde hace siglos se utiliza como materia prima para obtener sustancias con propiedades medicinales, de la especie mexicana también podrían obtenerse extractos de utilidad terapéutica.
“Hay muchos laboratorios alrededor del mundo que buscan fuentes alternativas de antioxidantes naturales y pensamos que quizá esta planta podría ser una de ellas”, relata en entrevista el doctor Soriano Santos. Y en efecto, cuando hicieron las primeras pruebas de laboratorio para analizar extractos del tallo, hojas y frutos del vegetal encontraron que éstos tenían una alta capacidad para combatir el estrés oxidativo.
Contra el estrés oxidativo
Este problema surge cuando en el organismo hay un desequilibrio entre la producción de radicales libres (moléculas altamente reactivas que dañan las células e incluso el material genético) y los antioxidantes, que neutralizan dicha actividad corrosiva. Estos últimos pueden encontrarse en productos naturales como frutas y verduras (por ejemplo, las vitaminas C y E) o en artificiales como los galatos, usados como conservadores en margarinas y aceites vegetales.
Los radicales libres propician un fenómeno similar al que ocurre cuando una manzana es partida y se deja al descubierto: rápidamente oxidan a las células y afectan a los carbohidratos, las grasas y las proteínas. Factores ambientales como la radiación ultravioleta y la contaminación ambiental favorecen la formación de esos compuestos, que se asocian con la progresión de enfermedades crónico-degenerativas como diabetes, cáncer y Mal de Alzheimer, entre otras.
Una vez que obtuvieron los extractos del muérdago (polifenoles del tipo taninos, como los que hay en las semillas de uva o en el té negro para el caso de esta especie mexicana) una de las investigadoras del grupo, la maestra María José Serrano Maldonado, diseñó un experimento de laboratorio para evaluar la capacidad de neutralización de radicales libres de dichas sustancias vegetales.
Con inyecciones de hierro ella indujo en ratas la oxidación de sus grasas corporales, lo que generó estrés oxidativo y una gran cantidad de radicales libres. Luego administró a esos roedores criados en un bioterio los compuestos del muérdago y al comparar resultados con un grupo de control vio que los extractos podían neutralizar a las moléculas dañinas, es decir, que químicamente poseen una alta capacidad antioxidante.
“Esto quiere decir que en un modelo biológico-animal los extractos antioxidantes del muérdago tienen ese poder de neutralización”, explica el doctor Soriano. Con este conocimiento —añade— ya sería factible elaborar un producto antioxidante natural que podría integrarse al contenido de un suplemento alimenticio, cápsulas o algún otro sustrato que pueda consumir un ser humano.
Pero la investigación no termina ahí, pues Serrano Maldonado ideó un segundo experimento para determinar si además de proveer el efecto antioxidante los taninos extraídos del muérdago también ayudarían a combatir una variedad de cáncer de mama muy común entre las mujeres mexicanas: el llamado ductal.
Esta idea surgió porque el muérdago blanco contiene una proteína llamada viscocotoxina que ya es aprovechada con fines médicos por su actividad anticarcinogénica (inhibitoria del cáncer). Los expertos de la UAM-I supusieron que la especie mexicana, al ser pariente de la europea, también podría tener efectos similares. La respuesta fue positiva y la hallaron nuevamente tras realizar varias pruebas en el laboratorio.
Efecto anti-cáncer
“Hicimos un cultivo de ciertas líneas celulares humanas de cáncer de mama ductal y aplicamos tratamiento con diferentes concentraciones (cada vez más elevadas) del extracto del muérdago para determinar si había algún decremento en la densidad celular, esto es si morían esas células malignas”, recuerda la maestra María José Serrano.
Bajo las condiciones del experimento, al cual contribuyó también la doctora Teresa García Gasca, de la Universidad Autónoma de Querétaro, encontraron que al hacer la medición la mitad de las células cancerosas (un estándar que se conoce técnicamente como dosis letal media) murieron cuando se aplicó alrededor de un miligramo del extracto de taninos por mililitro de medio de cultivo, precisó la ingeniera en alimentos.
Este alentador resultado motivó a los científicos —quienes ya tramitan la patente del hallazgo a través de la UAM-I— a seguir adelante con las pruebas. Con ellas buscarán determinar la composición química exacta de los antioxidantes y probar su eficacia ahora ya no sólo en células aisladas, sino en animales afectados por cáncer de mama.
En caso de confirmarse esa utilidad, los taninos extraídos del muérdago podrían procesarse y purificarse industrialmente para obtener productos inyectables que ayuden a prevenir la aparición de esa variedad cancerígena. Sin embargo, advierte Soriano, éstos no podrán considerarse como una “cura” o un sustituto de los tratamientos que hoy se administran una vez que el tumor maligno se ha manifestado.
“Posiblemente pueda obtenerse un extracto estandarizado con las sustancias activas que serían inyectadas (a los pacientes) en la parte afectada para coadyuvar al tratamiento del cáncer de mama, pero eso sería el siguiente paso”, aclara el biotecnólogo, quien por lo pronto aconseja al público no dejarse sorprender por charlatanes que ofrezcan curar o tratar la enfermedad con remedios herbarios ni tampoco usar la planta a la manera en que lo hacen los practicantes de curaciones tradicionales:
“Estas pruebas de laboratorio son muy promisorias, pero aún falta mucho por hacer. No queremos que la gente vaya a cortar y macerar la planta o que se quede con la idea de que aprovecharla es tan fácil como preparar un té”, alerta.
Los investigadores ya sostienen pláticas con algunas compañías privadas para ver la posibilidad de escalar el proceso a nivel industrial y también tratarán de obtener financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología.
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