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Holanda es una monarquía constitucional, pero tiene un político de rasgos casi presidenciales. Se llama Job Cohen, tiene 62 años y es alcalde socialdemócrata de Ámsterdam. Su capacidad conciliadora le ha ganado en los últimos años admiradores por encima de los partidismos. Es visto casi como una figura paterna. Su ascenso al papel de candidato de los socialdemócratas para las elecciones legislativas del próximo junio ha revolucionado en pocas horas una escena política dominada en los últimos meses por el fuerte avance de la derecha xenófoba de Geert Wilders.
La repentina dimisión por motivos familiares del líder de los socialdemócratas, Wouter Bos, el pasado viernes, ha abierto el camino a Cohen, cuya candidatura es vista como una forma de poner un dique ante el crecimiento del Partido por la Libertad de Wilders, que las encuestas dan como segunda fuerza nacional.
La maniobra ha empezado a surtir efecto, y la candidatura del popular alcalde de Ámsterdam ha impulsado de inmediato a los socialdemócratas, según un sondeo publicado ayer, que concede a los laboristas la victoria en junio con 27 escaños (en un Parlamento de 150). Wilders obtendría 26, y la democracia cristiana del actual primer ministro, Jan Peter Balkenende, 25. Wilders mantiene su tirón electoral mezclando el rechazo al islam y a sus inmigrantes con pinceladas liberales. Es una forma de marcar distancias con el ultraderechista francés Jean-Marie Le Pen, del Frente Nacional. O con cualquier otro político radical, ya sea de Austria, Bélgica o Reino Unido.
Irritados por una figura que opera con gran rapidez, los socialdemócratas han hecho examen de conciencia. En realidad, lo ha hecho Wouter Bos, que llegó a ocupar a la vez el cargo de secretario general del partido, la vicepresidencia del Gobierno y la cartera de Finanzas. "Estoy convencido de que Holanda necesita una figura capaz de unir a sus habitantes. Siempre lo he creído. Sin embargo, ya no pienso que deba ser yo el que guíe a los laboristas", dijo, al anunciar su dimisión. "Cohen es el mejor sucesor posible. La socialdemocracia está en buenas manos", añadió. Apenas tres horas después, Cohen anunció su candidatura a la jefatura del partido.
Jurista de formación, Cohen fue secretario de Estado de Educación y de Justicia. Le falta un bagaje económico y de relaciones internacionales, fundamental para presidir un gobierno. "Pero todo se aprende, y rápido, cuando hace falta", ha afirmado.
Bos alegó motivaciones personales para justificar su decisión. El político, de 46 años, explicó que deseaba pasar más tiempo con su familia: "Tengo tres niñas pequeñas, y no las veré crecer. Es un precio demasiado alto". Su sacrificio en nombre de la conciliación familiar ha abierto un debate paralelo sobre "la nueva ola feminista" que parece recorrer Holanda. Encabezada esta vez por varones, su segundo abanderado es Camiel Eurlings. Último titular democristiano de Transportes, y considerado el sucesor natural del actual primer ministro, Jan Peter Balkenende, Eurlings, de 36 años, se marchó un día antes que Bos. "No deseo mirar hacia atrás cuando cumpla 50 años y encontrarme solo", dijo. Así que se fue, y la democracia cristiana ha entrado en una espiral de justificaciones.
Balkenende, que aspira a la reelección, afirma comprenderles. "La política es una vocación muy dura", razona. Piet Hein Donner, de 61 años y titular de Empleo y Asuntos Sociales (dimisionario, como el resto de los ministros, tras la caída del Gobierno el mes pasado), apuntó una teoría que puede volverse en su contra. "La política no es para jóvenes con familias. Tampoco para solteros. Es para adultos con experiencia". Job Cohen no ha reaccionado. En octubre cumple 63.
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