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La crisis griega está forzando la creación de un instrumento europeo para afrontar las tormentas financieras en la zona euro. El comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, Olli Rehn, respaldó ayer la iniciativa de Francia y Alemania de crear un Fondo Monetario Europeo (FME) con el que reforzar la coordinación de las políticas económicas y proporcionar ayudas a los países del euro en dificultades, como Grecia. La iniciativa ha provocado, sin embargo, un fuerte rechazo de Jürgen Stark, economista jefe del Banco Central Europeo (BCE).
Amadeu Altafaj, portavoz de Asuntos Económicos y Monetarios, manifestó ayer que la Comisión está preparada para proponer "un instrumento europeo de este tipo, que requeriría el respaldo de todos los miembros de la zona euro". Rehn tiene previsto informar hoy a los miembros del Ejecutivo comunitario, que se reúne en Estrasburgo.
La posición del comisario supone un claro respaldo a la iniciativa lanzada por el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble. "Para asegurar la estabilidad de la zona euro, necesitamos una institución que cuente con la experiencia del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de poderes de intervención análogos", dijo el ministro. Un portavoz de Schäuble manifestó que Alemania está tratando de concertar esta iniciativa con Francia, su principal socio europeo.
Altafaj aseguró que el FME actuaría en todo caso bajo "estrictas condiciones". Fuentes comunitarias han señalado que "las ayudas financieras que pudiera conceder el FME no serían menos exigentes que las habituales del FMI", caracterizadas históricamente por su dureza y con frecuencia con resultados adversos en los países en desarrollo.
Con el marco jurídico actual, se da la paradoja de que sólo los países que no son miembros de la zona euro pueden recibir ayudas financieras de la Unión. Es el caso de Rumania (que recibió una inyección de 6.800 millones), Hungría (6.500 millones) y Letonia (3.100 millones). Durante los últimos dos años, la UE ha aumentado su capacidad de ayuda financiera desde los 12.000 a los 50.000 millones.
La canciller alemana, Angela Merkel, apoyó desde Berlín el proyecto como una forma de afrontar la crisis griega, aunque advirtió de que para ello habría que modificar el Tratado de Lisboa. "Si pensamos que durante los próximos 20 años no se puede cambiar ni un punto ni una coma del Tratado, nos quedaremos con un sistema anquilosado", precisó. Merkel considera que es necesario decidir previamente "quién y cómo se paga ese fondo, y su dependencia de la Comisión Europea". La canciller señaló desde la Asociación de la Prensa Extranjera que se trata de un debate "inevitable" sobre la reforma de los tratados de la Unión Monetaria para "ampliar los instrumentos de acción", que permitan socorrer a los países del euro.
Merkel destacó que las normativas actuales hacen más fácil ayudar a los países europeos que no han adoptado el euro respecto a los que pertenecen a la Unión Monetaria. La canciller evitó referirse a ayudas inmediatas a Grecia, puesto que "ahora mismo no son precisas". A su juicio, la reforma de los Tratados es necesaria "si la Unión Europea quiere tener margen de maniobra". Merkel insistió en que habría que debatir las sanciones a los países que incumplan el Pacto de Estabilidad. "No servirían para nada para resolver la crisis de Grecia, que está necesitada de dinero", añadió.
El economista jefe del BCE, Jürgen Stark, rechazó frontalmente la creación de un FME por parte la Unión. En una entrevista que publicará hoy el diaro Handelsblatt, Stark advirtió de que tal fondo crearía un estímulo falso y "minaría la aceptación del euro y de la Unión Europea". El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, había expresado ya su hostilidad a una intervención del FMI en la crisis griega. "No creo apropiada la intervención del FMI para que aporte una ayuda bajo forma de socorro o de otro tipo", dijo.
Por su parte, Poul Nyrup Rasmussen, presidente del Partido de los Socialistas Europeos, recordó que la propuesta formaba parte del plan inicial de los socialistas, pero que el proyecto de la Comisión está "excesivamente centrado en el aspecto monetario, más que en buscar la mejor manera de promover el crecimiento y el empleo, así como combatir a los especuladores financieros".
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