Naciones Unidas, primero, y después la Unión Europea respaldaron ayer a Suiza, atacada de nuevo con dureza, el jueves, por el líder libio Muammar el Gaddafi.
"Creo que declaraciones de esa índole son inadmisibles en el marco de las relaciones internacionales", recalcó el director general de la ONU en Ginebra, Sergei Ordzhonikidze.
El alto cargo se refería al llamamiento que hizo Gaddafi, en un discurso que pronunció en Bengazi, a la yihad (guerra santa) contra Suiza, a la que tachó de "infiel" y "apóstata" por haber prohibido, en un referéndum en noviembre, la construcción de minaretes para las mezquitas.
"Los musulmanes deben acudir en masa a los aeropuertos del mundo islámico e impedir a los aviones suizos que aterricen (...); deben inspeccionar las tiendas y los mercados e impedir que sean vendidos productos suizos", afirmó el líder libio.
En el trasfondo de la invectiva de Gaddafi está la crisis con Suiza, desencadenada en julio de 2008, con la detención en Ginebra de su primogénito, Hannibal, y de su esposa después de que fueran acusados de malos tratos a sus criados.
La Unión Europea fue menos contundente que la ONU en su rechazo de la diatriba del líder libio. "Se pronunció en un momento inoportuno, cuando la UE trabaja intensamente con Suiza para alcanzar una solución diplomática", afirmó un portavoz de Catherine Ashton, la responsable de la diplomacia comunitaria. Entre los Estados miembros de la UE, Francia fue el que levantó la voz con más contudencia.
Desde un punto de vista práctico es improbable que el llamamiento de Gaddafi tenga consecuencias. Entre los islamistas radicales el líder de Libia no goza de ningún aprecio, porque les ha combatido con dureza dentro y fuera de sus fronteras.
La anterior andanada de Gaddafi contra Suiza tuvo lugar en otoño, ante la Asamblea General de la ONU. Entonces preconizó que el país fuese despedazado y repartido entre sus vecinos.
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