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La disminución en la captación de inversión extranjera directa terminó por confirmar el grado de vulnerabilidad que tiene la economía mexicana respecto a las decisiones que se toman en el exterior. Los 11.4 mil millones de dólares que llegaron a nuestro país en 2009 no solamente son eclipsados por los más de 90 mil millones que durante el mismo año percibió China, nuestro principal competidor en los mercados de Estados Unidos y Canadá, sino que además apenas representó el 49.7% de lo que por este concepto arribó a la nación en 2008.
La explicación general a este hecho radica en la baja capacidad competitiva y productiva que se tiene para mantener el grado de atracción que en antaño hacía a México una de las economías emergentes más atractivas del mundo.
Ante la falta de cumplimiento en las promesas de convertir al país en un polo de desarrollo a nivel global, hoy los capitales internacionales buscan mejores opciones para realizar inversiones productivas.
En el contexto actual, la debilidad de la industria manufacturera basada en México, así como el elevado grado de dependencia que se tiene respecto a los grandes bancos del mundo, hace que los flujos de inversión dependan más de las estrategias adoptadas desde el extranjero que de las políticas implementadas por el actual gobierno federal.
En el fondo, el dinamismo de los flujos de inversión permite orientar la situación que guarda la actividad industrial, que tiene a la exportación como el elemento básico para detonar su crecimiento.
Indudablemente que la menor inversión se encontró asociada al colapso de 21% en las exportaciones. La magnitud de la baja en las ventas al exterior no pudo ser enfrentada exitosamente mediante los esquemas de paros técnicos y apoyos implementados por el gobierno, básicamente porque el verdadero soporte de este sector se encuentra en Estados Unidos.
Adicionalmente es evidente que con las crisis sanitaria y económica, el sector turismo también vio afectado su desempeño, implicando una baja tanto en el número de visitantes como en el gasto promedio realizado.
El cuadro negativo del sector externo lo completaron las remesas recibidas desde el extranjero, principalmente las provenientes de EU.
La delicada situación del mercado laboral en la construcción, los servicios, la manufactura y el campo norteamericanos propiciaron que las personas de origen mexicano no estuvieran en capacidad de seguir enviando recursos económicos a sus familias radicadas en nuestro país.
El problema de lo anterior es que la menor percepción de remesas afecta directamente las capacidades de consumo e inversión de estas personas, fundamentalmente en las entidades federativas que tienen un mayor grado de dependencia respecto a dichos flujos de dinero.
Para 2010 la evolución de algunas de estas variables será más favorable y dará la apariencia de que el problema se ha superado, cuestión que no es del todo cierta.
Aunque las exportaciones comiencen a crecer y su marcha positiva repercuta en el crecimiento, eso no necesariamente romperá con el círculo vicioso de dependencia externa en el que se encuentra enmarcada la economía mexicana.
En los siguientes meses debe cambiar el modelo económico para orientarlo al desarrollo del mercado interno y al fortalecimiento de la competitividad empresarial. El proceso de reformas no puede soslayar que la vía del crecimiento mediante las exportaciones no ha sido exitosa, particularmente porque permanece aislado del resto de la economía.
Para darle sustento económico y social al modelo mexicano, se requiere de un desarrollo más amplio, que integre al país y que no sacrifique al mercado interno y al bienestar de la población, de lo contrario el circulo vicioso nunca se romperá.
*Director del Centro de Investigación en Economía y Negocios del Tec de Monterrey
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