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lunes, 8 de marzo de 2010

El diablo habita en la Casa Blanca.

Reportaje:

El País de España.


La apuesta más excitante del momento en los círculos políticos de Washington afecta al futuro del jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Rahm Emanuel, que puede pasar de ser el hombre más poderoso de esta ciudad a la primera víctima de los errores de Barack Obama.

Emanuel es un personaje enigmático y controvertido sobre el que la prensa ha ido construyendo una leyenda de influencias y maquinaciones que han acabado convirtiéndolo en un auténtico mito. Para unos es un genio al que Obama debería hacer más caso si quiere aspirar a la reelección; para otros, un pérfido intrigante, sin principios ni corazón, que está conduciendo al presidente por la senda del desastre. Se han contado de él algunas historias estremecedoras, sean verdaderas o falsas, como la de una ocasión en la que Emanuel, rojo de ira, clavó un cuchillo en la mesa en medio de una comida para referirse al destino de un rival político.

Desde el principio se supo que su papel en esta Administración no pasaría inadvertido. Antiguo colaborador de Bill Clinton y arquitecto de la abrumadora victoria demócrata en las elecciones legislativas de 2006, Emanuel es un gran conocedor de Washington, en cuyos salones se mueve con fluidez y es, alternativamente, admirado y temido.

Fue por esas cualidades por las que un presidente que sólo había pasado dos años en esta ciudad y que estaba rodeado de leales procedentes de Chicago dejó en manos de Emanuel la extraordinaria responsabilidad de comunicar y ejecutar las órdenes que emanan de la Casa Blanca.

El cargo de jefe de Gabinete es una pesadilla para cualquiera que lo ocupa. De hecho, pocos en el pasado han conseguido concluir los cuatro años de un mandato presidencial. Son ellos los que tienen la misión de hacer el trabajo sucio que se le evita al presidente y sobre ellos recaen, por tanto, las iras que nadie se atreve a dirigir al Despacho Oval.

Si a esa dificultad se le suma el carácter particular de Emanuel, un hombre inteligente y arrogante que no pierde ninguna oportunidad de exhibir esas cualidades, el riesgo de una crisis es muy alto.

Las quejas sobre Emanuel se podían escuchar entre algunos empleados del Congreso casi desde los primeros días de la nueva Administración, pero las dudas sobre su continuidad en el cargo empezaron a hacerse públicas después de la derrota demócrata en las elecciones de Massachusetts. La página web The Hunffington Post, que suele recoger los puntos de vista de la izquierda, emprendió una dura campaña contra el jefe del Gabinete, al que culpaba de la estrategia moderada de Obama. "Después de una campaña promoviendo el idealismo, Obama ha contratado a una panda de saboteadores del cambio y la esperanza", publicó.

Esa campaña adquirió tintes de cierto dramatismo cuando se filtró que, en una reunión sobre la reforma sanitaria en la Casa Blanca, Emanuel se refirió como "esos jodidos retrasados" a un grupo que defendía las posiciones de la izquierda.

En los últimos días la presión no ha decrecido, hasta el punto de que el portavoz presidencial, Robert Gibbs, tuvo este martes que recordar en público que "el presidente tiene plena confianza en su jefe de Gabinete".

La campaña en contra de Emanuel ha encontrado ahora, sin embargo, un fuerte contrapeso. El columnista Dana Milbank inauguró el pasado fin de semana -"Emanuel es la única persona que puede impedir que Obama sea un nuevo Jimmy Carter"- una ola de articulistas a favor que culminó con un reportaje en primera página en The Washington Post en el que se resaltaban las cualidades extraordinarias del jefe de Gabinete.

Los defensores de Emanuel argumentan que el presidente debería haber seguido sus recomendaciones para proponer una reforma sanitaria más modesta, mantener todos los juicios a los presos de Guantánamo en las comisiones militares o retrasar el cierre de esa prisión. "El primer año de Obama ha fracasado en gran parte por no haber seguido los consejos del jefe de Gabinete en algunos asuntos fundamentales", afirma Milbank.

Emanuel ejerce, aparentemente, una influencia centrista o derechista en el círculo que rodea al presidente frente a otras figuras más a la izquierda, como el consejero legal, Greg Craig o el fiscal general, Eric Holder. También se le atribuye el papel de servir como balance realista de los diseños majestuosos del principal asesor político del presidente, David Axelrod. "Axelrod tiene una mejor visión del papel histórico de Obama, pero Emanuel conoce mejor la geografía en la que tiene que moverse", decía el reportaje de The Washington Post.

El pronóstico de este duelo no es fácil de anticipar. La salida de Emanuel podría ser una cierta liberación para Obama. Un lugarteniente más modesto tal vez permitiría ver a un Obama más auténtico. Pero su despido sería también el reconocimiento de un error con el que el propio Obama tendría que cargar. La solución intermedia, y más probable, es la de permitir que Emanuel, un experto en los tortuosos vericuetos de las campañas electorales, sobreviva al menos hasta las legislativas de noviembre.

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