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Los astrónomos acaban el Año Internacional de la Astronomía con un gran hallazgo: un planeta fuera del Sistema Solar de un tamaño similar a la Tierra, que tiene atmósfera, superficie rocosa y un corazón de hielo.
El GJ1214b ha sido localizado gracias a ocho pequeños telescopios -como los que utilizan los aficionados- y al instrumento ARPS, del Observatorio Meridional Europeo (ESO).
El astro, cuyo hallazgo se publica en la revista Nature, se encuentra a 40 años luz del Sol (muy cerca en términos cósmicos) y está orbitando en torno a una estrella enana roja cinco veces más pequeña que la nuestra.
El planeta, que orbita a su estrella cada 38 horas, se estima que tiene una temperatura en su superficie de unos 200ºC, demasiado caliente para albergar vida, aunque se encuentra en una órbita que sí podría ser habitable.
Su masa es 6.5 mayor que la Tierra y su radio supera el de nuestro planeta en 2.7 veces, por lo que el GJ1214b es el segundo mundo más pequeño que los astrónomos han descubierto.
El anterior fue el CoRoT7b, un planeta también rocoso, pero mucho más caliente que éste, que se localizó este año desde un satélite espacial.
Zachory Berta, un estudiante del Centro de Astrofísica Smithsonian de Harvard, fue el primero en detectar la “supertierra”. “A pesar de su elevada temperatura parece ser un mundo de agua y el más parecido a la Tierra de los exoplanetas que se conocen”, asegura.
Altas temperaturas
Se sabe que su atmósfera es demasiado densa, de unos 200 kilómetros.
David Charbonneau, que dirigió la investigación, dice que se puede deber a que el agua se vuelve gaseosa por las altas temperaturas. Al ser tan gruesa, habrá una gran presión y falta de luz en la superficie, lo que hace imposible la vida como la conocemos en la Tierra aunque, precisa, “son condiciones que podrían permitir cierta química compleja”.
Los astrónomos creen que el nuevo planeta extrasolar está compuesto en sus tres cuartas partes de agua helada en su interior y que el resto es silicio y hierro. Su siguiente paso es tratar de caracterizar su atmósfera, para lo cual esperan contar con el telescopio Hubble de la NASA, que ya realiza observaciones a esa distancia.
El GJ1214b fue localizado dentro del llamado Proyecto MEarth, formado por ocho telescopios de sólo 40 centímetros de diámetro.
Para confirmar el tamaño y la masa del nuevo planeta, los astrónomos necesitaron la precisión del espectógrafo ARPS, de 3.6 metros de diámetro, que la ESO tiene instalado en el observatorio de La Silla (en Chile).
La hazaña
El descubrimiento de GJ1214b también es importante por el método con el que se logró detectar su existencia, pues no fue un enorme observatorio el primero en verlo, sino la batería de ocho pequeños telescopios (en Mount Hopkins, Arizona) de tamaño parecido a los que pueden utilizar muchos astrónomos aficionados (40 centímetros de diámetro), con unas buenas cámaras y un plan de observación ingenioso.
Se trata del programa MEarth, diseñado para observar unas 2 mil estrellas enanas rojas y ver si en alguna se produce una caída periódica de su brillo.
Esto puede indicar que un cuerpo en órbita del astro se ha cruzado por delante, en la línea de visión de la Tierra.
El mini-eclipse, una vez que se descarta que es otra estrella la que se ha cruzado, es un buen indicador de la existencia de planetas. Este método de tránsito se usa con telescopios más potentes que los de MEarth para buscar planetas cerca de estrellas como el Sol, cuyo brillo cae una diezmillonésima parte cuando pasa un planeta por delante. Pero al buscar alrededor de estrellas pequeñas, las enanas rojas, la caída del brillo es proporcionalmente mucho mayor y está al alcance de los telescopios de 40 centímetros.
En el caso de GJ1214b, las observaciones indican que da una vuelta completa a su pequeña estrella cada 38 horas (en lugar de 365 días, como la Tierra alrededor del Sol) a una distancia 70 veces inferior a la de nuestro planeta a nuestra estrella (unos 150 millones de kilómetros).
“El hecho de que nosotros hayamos encontrado la ‘supertierra’ utilizando sólo un telescopio pequeño situado en tierra, significa que cualquier persona con un telescopio similar y una buena cámara puede detectar también uno”, asegura Charbonneau, del Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics y líder del programa MEarth, en un comunicado de dicha institución. (Agencias)
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