Reportaje:
La tormenta del pasado 3 de febrero fue de las que arrastra todo a su paso. Autos destruidos, postes derribados, paredes con las huellas de auténticas olas de lodo. Muerte y destrucción. Desde el aire la belleza de este poblado no desmerece. Pero en tierra huele a desastre.
La desesperación tiene rostros curtidos de hombres agobiados, pero son mujeres, otra vez, como en Ciudad Juárez la semana pasada, quienes plantaron cara al presidente Felipe Calderón en un recorrido hecho para constatar que el desempleo y la tala clandestina son el talón de Aquiles de este pueblo minero desde el siglo XVII.
—Señor, queremos hechos, no palabras ni promesas, que el barrio siga siendo vivo como hasta hoy, gritaron en coro tres doñas: Patricia, Leticia y María Teresa, desde la barda de su casa verde como los dos pericos enjaulados en sus paredes.
—Estamos chambeando con ustedes, replicó Calderón.
—Queremos hechos, no palabras, ni promesas, insistieron las tres mujeres, al borde de la destrozada calle Galeana, del Barrio El Sauz.
—Y yo también quiero hechos, no palabras, por eso vine aquí, por esto estamos trabajando con hechos.
Zozobra
El lodo dejó 18 muertos. Pero el rumor de que el pueblo va a desaparecer tiene en vilo a sus moradores. Dolores Zamudio, en el corazón de Angangueo, se lo dijo a Calderón: “No nos engañen, díganos si se va a poder vivir aquí”.
“Yo no soy geólogo, pero desde luego, yo creo que hay que esperar lo que digan ellos, los técnicos”, ofreció el mandatario federal, quien aventuró como hipótesis que la desgracia se debió a la intensidad de la lluvia y el desgajamiento del cerro por la tala indiscriminada. “Yo creo que hay que estar más tranquilos”, pidió, porque su pueblo muy probablemente no desaparece.
Protección Civil de la Secretaría de Gobernación estima que reubicarán de 10% a 15% de los hogares que se hallan muy dañados o en serio peligro por estar en el borde del río.
El presidente Calderón caminó durante varios minutos. Se topó con el párroco del lugar. Dialogó con varios vecinos. Comió un taco de papas con chile.
Tras un par de horas de recorrido, Felipe Calderón se dirigió al albergue instalado en un salón en el municipio vecino de Ocampo. Ahí lo encaró de nuevo el poder femenino.
Doña Ana Gema Cedillo, dedicada a las labores del hogar, dijo al Presidente que no quieren pueblos mágicos, sino empleo.
“¡Ya no queremos pueblo mágico, queremos una fuente de empleo! Las mujeres lo necesitamos y lo queremos, queremos que Angangueo no muera, queremos que siga siendo el pueblo que se negó a morir”, soltó la menuda mujer, ahora en labores de cocina para los damnificados.
“Ya no se lo pedimos, se lo exigimos, que es lo que tenemos nosotros derecho a exigir una fuente de empleo para todos, para que si de alguna manera no tenemos empleo, saquemos a nuestros hijos adelante y salgamos adelante y saquemos adelante a Angangueo, por favor señor Presidente”, continuó ante la mirada de Calderón.
El mandatario respondió: “Los empleos no se crean por decreto ni del gobernador (Leonel Godoy Rangel) ni mío. Sí, les puedo echar la mano temporalmente con empleos para limpiar el pueblo, dar de comer, pero esto evidentemente, como su nombre lo indica, es temporal, no tengo permiso del Congreso ni presupuesto para hacerlo permanente”.
“Es tan importante lo del pueblo mágico, no porque se le haya ocurrido a alguien, no es porque querramos creer que con eso la gente va a estar feliz. No, pueblo mágico es porque nos ayuda a que los turistas de México y el mundo sepan que este pueblo es distinto y es más bonito que otros”, defendió el Presidente, en su reiterado discurso de convertir a Angangueo en un pueblo mágico más.
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