Colombia: se agotan los plazos para la campaña presidencial.

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La posibilidad de una nueva reelección, el ansiado proyecto en el que el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, ha ocupado buena parte de sus últimos cuatro años de mandato, está moribunda. La razón no es sólo que la Corte Constitucional podría fallar en contra del referéndum sobre la reelección, sino que el plazo para la inscripción de candidaturas vence el 12 de marzo.

Pero lo que no se extingue parece ser el liderazgo. El mandatario y sus seguidores vienen diseñando una estrategia para conservar altas cuotas de poder, si al final Uribe se ve obligado a abandonar el Palacio de Nariño el próximo 7 de agosto.

“Ocho años o dos períodos de gobierno no son suficientes para recuperar la seguridad y paz del país”, dijo hace unos días el mandatario, en la referencia más directa que ha hecho hasta ahora de sus intenciones reeleccionistas. Pero en distintos sectores del espectro político y financiero del país se da por descontado que “la reelección tiene escasas posibilidades”, como afirma la politóloga de la Universidad de Los Andes, Elizabeth Ungar.

Incluso La Asociación Nacional de Institutos Financieros (ANIF) dio a conocer el pasado lunes 8 un estudio en el que demuestra que las posibilidades reeleccionistas de Uribe se ubican en 30%, luego de que un integrante de la Corte recomendara rechazar el referéndum por “errores en la presentación”.

Tradicionalmente, en años electorales febrero es siempre en Colombia un mes de fervor proselitista. Ahora, el análisis de la Corte y las cinco semanas de plazo que aún le quedan para emitir un fallo han hecho que la campaña no haya despegado todavía. Mauricio González, presidente del Alto Tribunal, aclaró el viernes que no habrá “ni precipitud ni dilación” en el fallo, cuyo plazo para darlo a conocer vence el próximo 21 de marzo.

Si se aceptara celebrar el referéndum habría que convocarlo de inmediato, ya que las elecciones presidenciales se celebrarán el 30 de mayo. “No esperen de la Corte ni un fallo prematuro ni un fallo tardío, vamos a hacer las cosas con suma responsabilidad”, declaró Mauricio González a la prensa local.

Para el candidato independiente Sergio Fajardo, como para muchos analistas, “Uribe no será candidato porque, como lo dijimos desde el primer día, no le dan los plazos”. De hecho, el 12 de marzo vence la fecha para presentar candidaturas y si el fallo de la Corte no sale antes, la reelección de Uribe se caería por su propio peso.

Por lo pronto, el favorito en las encuestas (con 31% de la intención de voto contra el de una virtual alianza Liberal centroizquierda, según un estudio de la consultora Napoleón Franco), Juan Manuel Santos, busca apurar al mandatario con su postulación. “Siempre dije que si el presidente me lo pide seré candidato Si él se presenta, yo no me inscribo…”

Pero Uribe no se amilana. Ya verbalizó sus deseos de permanecer más de ocho años en el poder, pero tanto él como aquellos a los que mandó a motorizar su tercer período deberían saber que “cada día está más difícil”, según confiesan voceros gubernamentales que ya barajan como única alternativa buscar mecanismos para que el presidente, el personaje político más popular de los últimos 40 años en el país, ejerza el poder detrás de la escena.

Tras bambalinas

“Uribe es un político de mucho peso, de una personalidad muy fuerte, como para que vaya a desaparecer de la escena del poder”, opinar Ungar.

Entonces, mientras los colombianos esperan el fallo de la Corte Constitucional para poner en marcha la campaña electoral, se entretienen comenzando a imaginar un futuro sin Uribe en Nariño, pero con posibilidades de transformarse en el poder en las sombras del futuro gobierno, aun cuando semejante proyecto aún no termine de cobrar forma.

Por encima de los partidos, el uribismo se transformó en los últimos ocho años en la fuerza dominante de la política colombiana, pero todavía parece muy temprano para poder ver cómo funcionará ese sector sin Uribe en la presidencia. Por ahora, todo comienza a moverse en virtud de las altas posibilidades de que el máximo deseo del presidente, la reelección, acabe por morir en los despachos judiciales.