Ofrezco mis servicios.

OFREZCO MIS SERVICIOS:

De comunicólogo, analista político-económico, redactor y traductor del inglés al español.

Interesados, comunicarse al 044-55-39-21-99-91 Lic. Alejandro Flores King.

Amplia experiencia profesional en Medios de Comunicación impresos como GRUPO EDITORIAL EXPANSION, periódico EL FINANCIERO, la revista TEOREMA, AGRO 2000 y PROTOCOLO.






Documento



jueves, 8 de octubre de 2009

"Queremos cambiar y no nos dejan”: pandilleros.

Noticia:


A su organización la denominan “familia”, pero aclaran que no son miembros de ningún cartel del narcotráfico. Defienden la “M” pero no son “maras”. “Somos pandilleros con valores que respetamos a la madre, lo mexica y al maíz”.

Se trata de un grupo de jóvenes de barrio que han unido sus voces para exclamar: “¡Nosotros no somos peligrosos, estamos en peligro!”.

En la delegación Gustavo A. Madero, en el Distrito Federal, se creó un movimiento juvenil integrado por “chavos banda”, quienes quieren cambiar de rumbo, dejar la delincuencia, las drogas y el alcohol con la finalidad de poder tener otra forma de vida, retomar sus estudios y crear sus propios negocios, como fuente de trabajo.

“Queremos devolverle a la calle lo que nos ha dado”, dice El Boli, quien se autodenomina pandillero activo mexicano, un “sureño 13”.

Pero también quieren dejar de ser vistos como criminales y exigen un alto a la represión de la policía que los persigue, muchas veces con la pistola en mano, sólo por su apariencia.

También piden ser consultados. “El gobierno nada más viene y pone canchas de fútbol, pero a nosotros nel, no nos gusta el fútbol.

¿Por qué nadie nos preguntó: ‘y a ti qué te gusta?’ A nosotros nos gusta el frontón, el basquet, la barra”, indica.

Y tal es la afición al frontón entre estos jóvenes, que El Boli organizó un torneo al que acudieron decenas de chavos banda a cambio de que dejaran las drogas aunque sea por un momento.

“Esa es una prueba de que queremos cambiar las cosas, pero no nos dejan. El gobierno está mal con nosotros. Y seguimos peleando en contra de sus leyes porque nosotros no las rompemos, ellas nos rompen a nosotros”, opina.

Los resultados

Esta historia comenzó hace nueve años cuando se creó la asociación civil Cauce Ciudadano. Su fundador, Carlos Cruz Santiago -ex chavo banda- ante el homicidio de un compañero de pandilla, decidió poner un alto a las anécdotas de venganza y el sinsentido.

Fue entonces que se reunió con un grupo de jóvenes para “construir la paz” a través de un espacio donde pudieran expresarse y dar rienda suelta a su imaginación para dejar de ver la calle como una forma de vida.

Ahora, en ese espacio físicamente ubicado en la colonia Río Blanco, los jóvenes ex pandilleros toman talleres de computación, serigrafía, pirograbado, repujado, enarenado, cocina, operan una radio por Internet y tienen un estudio de grabación para grupos musicales.

En este tiempo, mil 881 jóvenes han dejado las calles por un rato para acudir a estos talleres.

Carlos Cruz Santiago ha medido con estadísticas su éxito replicado ahora en otros 25 municipios del país: del total de chavos atendidos, 39% retomó sus estudios, 22% trabaja, 34% estudia y trabaja y sólo 5% sigue sin encontrar sentido a su vida.

El sentido de la vida

Ángel Uriel Ojeda sí lo encontró. Él mismo prefirió dejar de preocupar a su mamá por estar hasta en la madrugada en las calles para dedicarse a su actividad preferida: la cocina.

Ángel había abandonado la escuela. “¿Por qué dejé de estudiar? Porque realmente no sabía qué hacer, no tenía hacia dónde ir o realmente no sabía ni qué hacer. Cuando entré a Cauce Ciudadano me dijeron ¿qué sabes hacer? y les respondí ‘no pues no sé’ y me empezaron a insistir ‘¿qué sabes hacer?’ y les dije: pues de vez en cuando me pongo a cocinar y pues ahora ya acabé la prepa abierta y ahora quiero ir a una universidad, a una de gastronomía”, cuenta.

Ángel ahora imparte talleres de cocina internacional y habla entusiasmado de las pláticas que también ofrece en secundarias sobre equidad de género.

“A mí me hubiera gustado que cuando estaba en la secundaria me hubieran hablado de los problemas”, dice.

Todo parece pintar bien en la vida de este chico ex pandillero y los otros 2 mil jóvenes que forman parte de esta organización, sin embargo aún hay algunos otros obstáculos.

“Seguimos teniendo muchos conflictos por estar en la calle. A veces sólo estamos jugando fútbol y la gente nos manda a las patrullas”, dice Ángel, de 24 años de edad.

A El Boli le ha ido peor en sus inesperados encuentros con la “autoridad”.

El también tiene 24 años de edad, vivió un tiempo en Estados Unidos y desde hace 15 años está prácticamente en las calles de la ciudad.

Las circunstancias lo han dejado sin otra salida varias veces.

Una vez salió a vender paletas al centro de la capital pero unos policías lo detuvieron, le arrebataron su mercancía y se lo llevaron por la fuerza a “El torito” (separos de la policía).

En otra ocasión iba por el pan con su amigo El mexicano y un policía los encañonó y los persiguió hasta que una señora desconocida entró al quite: “oiga ellos pasan seguido por aquí, no le hacen mal a nadie, más allá se están madreando, por qué no va para allá, ¿le da miedo?”, cuestionó al policía.

La etiqueta de la apariencia

El Boli asegura que su apariencia es el principal motivo de los abusos: “Si le caes mal a un policía ya te chingó. Se nos criminaliza nada más por los tatuajes que tenemos o por la forma como vestimos, pero lo que no ven es que los rateros ya no son así, ahora visten de traje y son de cuello blanco”.

“No todos somos iguales, somos pandilleros con valores. Ya no robamos. Ya no somos así. No somos de ningún cártel ni somos maras. Ahora nuestras armas son otras, las palabras, porque ya estamos hartos de que nos digan lo que tenemos que hacer. Ahora sabemos que al gobierno le da más miedo un pelón que estudia y critica que uno que solo anda en la calle”, insiste El Boli.

En Cauce Ciudadano, él imparte talleres de pirograbado, repujado y enarenado, pero además dedica su tiempo a “pacificar” a las bandas.

Ahora, dice con orgullo, se han logrado reunir los miembros de ocho bandas que antes se batían a muerte.

“Queremos que nos vean como personas, nos queremos acercar a la gente porque ahora es cuando más debemos estar unidos, todos somos raza”, expresa el ex chavo banda.

Las cifras oficiales muestran que en nuestro país existen 7 millones de jóvenes que no trabajan ni estudian.

Entre 2006 y 2009, la desocupación entre los jóvenes económicamente activos creció, pues pasó de 904 mil a un millón 248 mil desempleados.

En los últimos tres años, el consumo de alcohol y de drogas se incrementó de 15.2% a 17.8% entre los adolescentes.

No hay comentarios: