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El general Stanley McChrystal, el principal responsable de la estrategia militar de Estados Unidos y sus aliados europeos en Afganistán, podría tener las horas contadas.
En medio de intensos rumores sobre su destitución, la Casa Blanca sólo confirmó ayer que su continuidad en el frente afgano será decidida hoy por un enfurecido Barack Obama, quien le ha llamado urgentemente a capítulo para exigirle cuentas por las declaraciones explosivas que le arrancó la revista The Rolling Stone, un medio lo más ajeno y alejado de la órbita de influencia del Pentágono.
“Antes de tomar cualquier decisión, he decidido reunirme personalmente con el general McChrystal que, al haber ofrecido estas declaraciones, ha demostrado un criterio muy pobre”, aseguró ayer el presidente Obama en un fallido intento por acallar los intensos rumores de una destitución anunciada tras la publicación de unas declaraciones que han sacudido a los altos mandos del Pentágono y encolerizado a la Casa Blanca.
En sus declaraciones a la legendaria revista, un locuaz general McChrystal se burla de la administración Obama y algunos de sus colaboradores llegan al extremo de calificar de “payaso” al principal asesor de seguridad nacional del presidente, el general James Jones.
En la entrevista, McChrystal sugiere que Obama se encontraba no sólo poco preparado, sino que incluso mostró desinterés por la situación en Afganistán a los pocos días de haber llegado a la Casa Blanca. Las declaraciones de McChrystal —un hecho sin precedente en la férrea tradición de la cadena de mandos que desembocan en la figura del presidente como comandante supremo de las fuerzas armadas—, han preocupado seriamente a la Casa Blanca ya que se producen en momentos en que la estrategia militar en Afganistán no parece ir a ningún lado y cuando sólo faltan unas cuantas semanas para que se inicie el repliegue militar prometido por Obama en febrero pasado.
“Las declaraciones del general McChrystal suponen un error monumental”, aseguró el martes el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, al reconocer que la posible destitución o renuncia del general “es una opción que está sobre la mesa” y sobre la que sólo el presidente Obama tiene la última palabra.
A pesar de que el general McChrystal se ha apresurado a emitir una nota de disculpa, en la que reconoce que la declaración que se reproduce en las páginas de The Rolling Stone “fue un error que nunca debería haber ocurrido”, casi nadie apuesta por su continuidad. “A lo largo de mi carrera me he guiado por los principios del honor personal y la integridad profesional. Y lo que se refleja en este artículo se aleja mucho de esos valores”, aseguró el general en un acto de arrepentimiento que podría haber llegado demasiado tarde.
Un puñado de legisladores demócratas y republicanos exigieron la destitución del general McChrystal por “insubordinación”. A este pelotón de fusilamiento, el propio general McChrystal se dispone a responder con una oferta de renuncia que podría transmitir al presidente Obama durante su entrevista, según la versión difundida ayer por la revista Time citando a “altos cargos” de la administración.
Cuando McChrystal se vea cara a cara con Obama, tendrá que responder no sólo por estas declaraciones sino los escasos avances de una estrategia militar que, encima, hoy se encuentra ante la peor crisis de continuidad. Además, la presencia de McChrystal en la Casa Blanca le permitirán al presidente y a su gabinete de seguridad interrogar a fondo al general sobre las acusaciones lanzadas desde el Congreso para cuestionar el pago de sobornos que realiza el Ejército con los impuestos de los estadounidenses y que van a parar a los “señores de la guerra” en Afganistán para que éstos garanticen el libre tránsito de material, bienes y equipo de las fuerzas aliadas por territorio afgano.
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