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viernes, 16 de abril de 2010

Las desventuras de los editores mexicanos.

Noticia:


En el México donde publican más de 220 editores que en 2008 produjeron más de 289 millones de ejemplares, la industria editorial atraviesa momentos de poca bonanza. Cerró 2009 con un decremento en su producción del 9.5% respecto al año anterior y manifestó una reducción en ventas del 23.6%. Se trata de un panorama que poco se parece al que editores como Rafael Pérez Gay, Patricia Van Rhjin, Guillermo Quijas y Peggy Espinosa, alcanzaron a vislumbrar durante su encuentro con el modelo editorial de Quebec, en el marco del Salón Internacional del Libro.

Los altos costos de producción, en buena medida determinados por el incremento al papel que fue del 11.1%, respecto a 2008, con lo que fueron afectados 74% de los editores, sumado a la crisis económica y al decremento en el número de ejemplares comprados por el Estado para las Bibliotecas de Aula y Escolares, demuestran que publicar en México no es fácil; más aún cuando el reglamento de la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro está detenido y esperan que durante este mes de abril regrese al Ejecutivo para su aprobación final.

Teniendo como contexto el panorama mexicano del que da cuenta la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem) en la Encuesta de percepción y expectativas del sector editorial de enero 2010, editores que acudieron a Quebec para conocer la experiencia editorial de esa provincia canadiense, fueron consultados por KIOSKO para tratar de conocer cuáles estrategias del modelo quebequense pueden ser aplicadas a México o pueden comenzar a discutirse, cómo lo señala Rafael Pérez Gay, editor de Cal y Arena.

En principio... vendría la discusión

Para el editor y escritor mexicano en Quebec priva un modelo cultural “que deberíamos conocer en profundidad y que podríamos, no digo que aplicar en México, pero sí empezar a discutir”. Consciente de que se podría aprender mucho de esa provincia, cada vez que Rafael Pérez Gay tenía encuentros con editores, les hacía una pregunta: ¿Cómo hace Quebec para tener un modelo cultural tan dinámico? La respuesta era única: Se trata de una industria editorial prácticamente patrocinada o subvencionada por el Estado.

La reflexión posterior del editor y periodista era que esos deberían ser los asuntos a discutir en México. “En nuestro país se discute poco la excepción cultural, el Estado editor, la situación de la cinematografía, a dónde va el teatro, en qué estado está la danza”.

Pérez Gay reconoce que para esa discusión, la plataforma idónea y el foro privilegiado es el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). “A mi me parece que Consuelo Sáizar, sin duda, estaría de acuerdo en que se ponga en discusión, que lo discutan escritores, editores, periodistas, abogados, porque todo esto tiene un contexto jurídico muy importante y legisladores porque al final por ahí a va a pasar lo que tengamos que hacer en el futuro”, señaló.

Las bondades del modelo editorial de Quebec son singulares. En esa provincia canadiense hay editores que publican con subvenciones estatales y provinciales, escritores contratados por casas editoriales con apoyos financieros superiores a 15% y traductores que tienen garantizado su pago pues a los editores el estado les da 18 centavos por palabra traducida. Todo con base en una subvención por méritos, por un catálogo concreto y por calidad de los libros.

Los temas de discusión

Rafael Pérez Gay no tiene duda de que hay temas centrales que México debe comenzar a discutir con toda seriedad. En especial hay dos cosas que a él siempre le han interesado y que refuerza a partir de que se dio cuenta que Quebec no es un estado editor.

“Yo llevo rato hablando si el estado debe ser un estado editor y si lo es cómo y por qué y aquí en Quebec me he dado cuenta que debemos volver a discutir el asunto de ¿para qué queremos un estado editor? No digo ni afirmo que el estado no edite, el estado debe editar obras completas y libros fundamentales para la cultura, pero lo que yo sostengo es que debe más bien convertirse en un gozne y en un facilitador de poesía, de narrativa y de cuento a través de editoriales privadas. Ese es la experiencia que me llevo de los intercambios sostenidos en Quebec”, comentó Pérez Gay.

El editor no pone en duda un hecho, que en México existe un buen modelo cultural; un aparato grande con un presupuesto importante que hace buenas cosas; sin embargo, dice que no se ha discutido el asunto sobre lo qué debe editar el Estado, pero sobre todo qué tipo de textos debe hacer, cuántos libros y por qué debe ser un editor.

“Me parece que en México como que hemos dado un rodeo, hay un presupuesto importante, hay programas bastante nobles de fomento a la lectura pero necesitamos ver en qué vamos a centrar la discusión sobre la política cultural mexicana. Es una cosa vieja que existe desde que se fundó en Conaculta en 1989, además es una institución que surgió incluso bajo esa duda, esa forma de decir: ‘es un aparato muy grande, para qué queremos este aparato’. Sin duda Conaculta ha hecho cosas importantes, todos lo sabemos, pero me parece que es la hora de comenzar a discutir cosas un tanto más modernas que estén en la agenda de los países que tienen una política cultural más avanzada y más ordenada que la nuestra”, reconoce el editor.

A favor de estado con incentivos

La editora de Cidcli, Patricia Van Rhijn por su parte aseguró que hay mucho que aprender de Quebec; sobre todo que tiene una ley del libro muy fuerte, sólida y que apoya muchísimo a los editores. “Esa es una cosa que nosotros todavía no logramos sacar adelante y que sería fundamental porque hay casas editoriales muy pequeñas que están haciendo obras muy interesantes y no tanto porque tengan un subsidio directo o que les den dinero; lo hacen porque simple y sencillamente no tienen una competencia tan grande”. Y es que en México, durante 2008 se importó el 56% de los 133 mil 314 libros comercializados.

El ejemplo más claro que conoció la editora que se dedica al mercado infantil, es que sus colegas quebequenses ven llegar libros franceses e incluso miran cómo se venden, pero no enfrentan ningún riesgo pues prioritariamente las escuelas del país están obligadas a comprar libros canadienses. Esa acción o estrategia no existe en México.

“Nos mucha falta una ley del libro que apoye a los editores, sobre todo a los pequeños porque muchas veces llegamos a una escuela a vender nuestros libros cuando ya antes llegó Santillana y ya inundó toda la escuela con sus títulos”, comentó la editora que sostuvo varios encuentros que podrían fructificar.

¿Subvenciones o compras?

El estado mexicano es editor más que comprador. Entre 2004 y 2006, la compra de libros por el Estado mexicano para las bibliotecas de aula y escolares impulsó la industria editorial, pero en la actualidad ha dejado de impactar como entonces, donde había una bonanza para muchas editoriales. Esas posibilidades que sí tienen los editores en Quebec, las celebra la editora, Peggy Espinosa, en especial el modelo de distribución.

“En cuestión de distribución yo he conocido las acciones en cuanto a libros para niños y jóvenes. En Canadá hay grandes bodegas o almacenes en las que los compradores de escuelas o libreros pueden ir con su carrito de compras, seleccionado los títulos que más les interesan; en esos almacenes están todos los libros, no sólo las mesa de novedades, sino que tienen una mayor posibilidad de permanencia, cosa que aquí no se tiene; están las mesas de novedades pero si un libro no pegó lo sacan de allí”, señaló la directora de Petra Ediciones.

Lo que más llamó la atención de los editores fueron las subvenciones que otorga el estado. Patricia Van Rhjin coincidio con Rafael Pérez Gay en que las subvenciones nunca están de más, pero no se trata de que el estado les regale dinero a los editores. “No necesitamos que nos regalen dinero, queremos que nos compren nuestros libros para bibliotecas, salas de lectura, para las escuelas, lo que nosotros queremos es difundir nuestro trabajo no que nos regalen el dinero”, señaló Van Rhijn.

Y es que para la industria editorial no todo es miel sobre hojuelas. En Quebec, Guillermo Quijas, editor de Almadía no encontró a todos los editores con los que esperaba negociar. Y en México, después de 20 meses de haber sido publicada la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro aún no se publica el Reglamento. La Caniem, en un breve comunicado, da cuenta de la situación actual.

“Después de haber pasado por la Comisión de Mejora Regulatoria de la Secretaría de Economía, fue examinado por la Dirección General de Asunto Jurídicos del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y nuevamente por la Dirección de Asuntos Jurídicos de la Secretaría de Educación Pública, dependencia que la remitió, en la primera semana de marzo a la Consejería jurídica de la Presidencia de la República, quien la remitió, con su observaciones, a la Secretaría de Educación Pública para la firma del refrendo a que se refiere el Artículo 92 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”.

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