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martes, 23 de marzo de 2010

Los republicanos declaran la guerra sin cuartel contra la nueva ley.

Noticia:


En la recta final hacia la reforma sanitaria, Barack Obama encontró un aliado inesperado: el extremismo de la oposición. Fue la radicalización del mensaje conservador, que ha presentado esta ley como la semilla del comunismo, lo que dio al Gobierno y a los demócratas la excusa para actuar en solitario y para defender esta reforma como la única acción razonable frente a los que quieren dejar desprotegidos a 32 millones de norteamericanos.

En las puertas del Congreso, y hasta en el interior del Capitolio, se vivieron a lo largo de este fin de semana histórico escenas denigrantes que simbolizan el rumbo tomado por un sector de la oposición en los últimos meses. Uno de los miembros del movimiento conservador Tea Party concentrados allí fue detenido por escupir a uno de los congresistas demócratas. Varios miembros del Congreso negros y uno homosexual recibieron repetidamente insultos groseros al entrar o salir del recinto. Un grupo de congresistas republicanos se asomó a la terraza del Capitolio para alentar a los manifestantes con una pancarta en la que se leía: "Kill the bill!", (Acaba con la ley).

Un periodista de The Washington Post relata cómo dos integrantes del Tea Party, "uno de ellos con apreciable olor a alcohol", amenazaban y gritaban a los congresistas en las mismas puertas de sus oficinas. Al final del debate en el salón del pleno, cuando un demócrata católico y de larga tradición antiabortista, Bart Stupak, anunciaba el acuerdo al que había llegado con la Casa Blanca, alguien desde los bancos republicanos le gritó: "¡Asesino de niños!".

Todo esto no es más que la ilustración más reciente del secuestro del que es víctima el republicanismo tradicional por parte del Tea Party, los predicadores radiofónicos y algunos comentaristas de Fox News. Tan extrema ha sido la propaganda lanzada en los últimos meses por esos medios contra la reforma sanitaria, que las voces moderadas dentro de la oposición han sido acalladas y hoy el Partido Republicano no tiene más opción que atacar la ley con todos los medios a su alcance.

William Kristol, el director del Weekly Standard, la biblia del pensamiento neocon, señalaba ayer el camino: "Afortunadamente, la parte principal del Obamacare [denominación que la derecha ha dado despectivamente a esta ley] no entra en vigor hasta 2014 -especialmente los subsidios-, así que ahora los republicanos lo que tienen que hacer es convertir las elecciones de 2010 y 2012 en referendos sobre el Obamacare, ganarlas y revocar la ley". "Tenemos que derrotar a estos bastardos", añadió, en su peculiar estilo, el influyente y famoso comentarista radiofónico Rush Limbaugh.

Hasta figuras tan respetadas por su moderación como John McCain se manifestaron ayer a favor de seguir esa vía. "Fuera de Washington, el pueblo norteamericano está irritado, no les gusta esta ley y nosotros vamos a revocarla", declaró el ex candidato presidencial republicano.

Los líderes republicanos en la Cámara de Representantes, John Boehner, y en el Senado, Mitch McConell, prometieron también una campaña para probar ante los ciudadanos los efectos perniciosos de lo que ambos calificaron como "una monstruosidad legal".

El eslogan impuesto por el Tea Party, "Kill the bill!", se ha convertido ya, claramente, en el eslogan republicano para las elecciones legislativas de noviembre. Muchos acontecimientos inesperados tienen que ocurrir para que esos comicios no acaben siendo el veredicto popular sobre esta ley.

Pero no es ésa la única arma con la que cuentan los republicanos para hacer frente a esta histórica reforma social. Ayer mismo el fiscal general de Florida, Bill McCollum, un republicano, anunció que "si el presidente firma esta ley, nosotros presentaremos ante los tribunales una demanda para defender los derechos y los intereses de los ciudadanos".

Al menos otra decena de Estados gobernados por republicanos podrían sumarse a este litigio, en el que los demandantes estiman que el Gobierno viola la Constitución al obligar a los ciudadanos a comprar un determinado producto (un seguro de salud) y al invadir las competencias de los Estados en esa materia. La derecha confía en la mayoría de cinco a cuatro que los conservadores tienen actualmente en el Tribunal Supremo.

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