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lunes, 22 de febrero de 2010

La educación privada les resultó mala inversión.

Noticia:


Desde hace dos años Carlos es jefe de departamento de una cadena de tiendas de autoservicio. Podría considerarse afortunado por tener trabajo dentro de un periodo de crisis laboral en México, pero la decepción llega cada mes cuando recibe su recibo de percepciones.

Su salario alcanza apenas los 9 mil pesos, 3 mil menos de la colegiatura que pagaban sus padres en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey (ITESM), donde estudió la carrera de Administración de Empresas.

Su trabajo, que lo mantiene entre papeleos de lunes a viernes en una oficina de dos por dos metros cuadrados con un horario de 8 a 20 horas, también molesta a sus padres, quienes dicen que la inversión que hicieron en los estudios de su hijo podría no resultar redituable.

Carlos prefiere reservarse sus apellidos. Teme al despido, pero también reconoce que le avergüenza reconocer que con su sueldo no cubre más gastos que los que le genera su auto recién adquirido y algunas fiestas. Vive con sus padres, quienes aún lo procuran en lo económico.

“Gana para sus dulces”

El caso de Carlos también es el de Camila, quien se encuentra en el área de mercadotecnia de un gran corporativo. Fue uno de los mejores promedios de su generación en el ITESM y concluyó sus estudios, como lo pide la universidad, con una estancia en el extranjero. Estuvo en Francia, regresó hace un año y hoy percibe por 8 mil pesos al mes, cuatro mil menos de la colegiatura mensual.

A los padres de Camila, por el contrario, no les asalta el pensamiento negativo por los bajos ingresos de su hija, saben que el monto es porque éste es su primer empleo y bromean: “Hoy es el inicio pero al menos gana para sus dulces.”

Aseguran con orgullo que su hija tiene ese trabajo y hasta ese sueldo por haber estudiado en una universidad particular, “imagine cómo estaría si hubiera asistido a una pública”.

Algunos análisis de la academia no son tan alentadores. Alfonso Bouzas, especialista en estudios del trabajo e investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, afirma que el panorama para los jóvenes de universidades públicas y privadas se ha igualado.

“En general no hay alternativas de trabajo derivadas de una buena educación y de una planeación estratégica de los profesionistas que requiere el país. Las oportunidades hoy están en el comercio y en las habilidades, por lo que los padres que procuran que sus hijos asistan a escuelas particulares se llevan una doble decepción: la de la fuerte inversión y, sin duda, la de los bajos salarios”, dice.

Tuvieron que pasar cuatro años para que Jennifer, quien estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana, aumentara sus percepciones iniciales en una empresa de medios, de 800 pesos mensuales en 2001 a 6 mil en 2005, año en el que, recuerda, la colegiatura por mes incluyendo la inscripción, costaba en promedio 10 mil 500.

Su madre cubrió sus colegiaturas, pues lo que Jennifer ganaba lo empleaba en transportes, materiales y prácticas.

Áreas con límite de aplicación

“A veces las escuelas particulares imparten carreras de moda con tiempo límite de aplicación. Ahí está la de Comercio Internacional del ITAM, que preparaba a los estudiantes para ser burócratas de las secretarías de Hacienda, Economía o en las secciones comerciales de las embajadas. Hoy ya no hay más campo para ellos”, explica Bouzas.

Ingrid estudió Negocios Internacionales hace dos años en la Universidad Anáhuac, hoy trabaja en una empresa donde sus ingresos al mes son de 10 mil pesos, sólo 2 mil más que su colegiatura.

Carlos Muñoz Izquierdo, autor del libro Origen y consecuencias de las desigualdades educativas. Investigaciones realizadas en América Latina, asegura que hoy se mantiene la premisa de que “ganan más los que tienen más educación, pero de calidad, característica que puede provenir tanto de la UNAM como de cualquier institución privada”.

Dice que cualquier joven irá aumentando su salario si incrementa su experiencia, capacidades y aptitudes. Así, aclara que la inversión que los padres hacen en escuelas privadas no debe tomarse como un fracaso.

“Si es que hoy sus hijos perciben un sueldo muy por debajo de sus expectativas, la evaluación de los resultados en sueldo debe hacerse a lo largo de la vida y no en un periodo corto. Sólo así se verán los alcances del gasto”, dice.

Lo cierto, explica el especialista, es que la llamada sobrecalificación o exceso de habilidades en los jóvenes de escuelas particulares puede ser un factor que determine que el joven opte por no trabajar o que acepte el sueldo que le ofrecen.

En el caso de Jesús Torres, quien estudió Administración de Empresas en el Tec de Monterrey, hace apenas un año ganaba 8 mil pesos al mes en el área de crédito corporativo de un banco, cuatro mil menos de lo que pagaba en el mismo periodo por su colegiatura. Jesús ya no esperó a ver su curva de crecimiento y optó por abrir un restaurante.

Las carreras de moda

Según cifras dadas a conocer recientemente por la SEP, en los últimos dos años, el nivel de desempleo de los egresados de las universidades (públicas o privadas) se incrementó por arriba de 2%, mientras que el nivel salarial promedio que alcanzaron los licenciados en 2009 fue de 7 mil 500 pesos al mes.

La SEP identificó 16 “carreras críticas con exceso de oferta de egresados”, lo que hace que se produzcan empleos con salarios más bajos y sea más difícil obtener un puesto en esas áreas.

Contaduría, Administración, Derecho, Ingeniería Eléctrica, Ingeniería en Computación e Informática, Arquitectura y Urbanismo, Comunicación y Ciencias Políticas, entre otras, son las carreras saturadas en las que se registran más de 135 mil egresados por cada puesto de trabajo.

Luis escogió justo una de esas carreras críticas: Diseño Gráfico. Estudió en la Universidad del Valle de México (UVM), donde pagaba una colegiatura de 6 mil 400 pesos mensuales más la inscripción semestral de 8 mil 700 pesos. El promedio de inversión en seis meses ascendía a 47 mil pesos en 2009.

Al tiempo que estudiaba, trabajó en la comercializadora Mascomex, donde de 2006 a principios de 2009 percibió 6 mil pesos mensuales. Para finales de este último año alcanzó los 10 mil pesos de sueldo, pero también se le incrementaron responsabilidades. Aún así, sus percepciones quedaban a la par de la inversión en sus estudios.

Desde hace apenas unas semanas, la UVM tiene un comercial donde promociona su educación de calidad y las grandes posibilidades que existen en consecuencia de encontrar un trabajo con un salario bien remunerado.

“Las escuelas son empresas”

Patricia y su esposo optaron por llevar a sus hijos a escuelas particulares. Reconocen sus beneficios, pero también saben de la mercadotecnia que utilizan para atrapar a sus clientes.

Relata que el Tec de Monterrey acude al Instituto Grande Unión, donde estudió la secundaria su hija Vania. Ahí califican a los jóvenes que pueden ser candidatos a becas de descuento de entre 20% y 25%, en bachillerato.

Vania acreditó los pasos para ser candidata a un descuento. A partir de ahí se convirtió en el blanco de llamadas para ofrecerle paquetes de estudio. Ella optó por estudiar en la Prepa 6 y asegura que seguirá su licenciatura en la UNAM.

“Las escuelas privadas son empresas y actúan en esa lógica”, dice Bouzas.

Cifras oficiales señalan que en los últimos nueve años el número de universidades privadas creció a tasas de entre 4.5% y 5%. Hasta finales de 2009 existían cerca de mil 600 instituciones privadas, en las que se imparten más de 21 mil 100 licenciaturas o posgrados. La SEP establece que de esas universidades, sólo 538 (33.6%) tienen reconocimiento por su calidad.

A la par, según el subsecretario de Educación Superior, Rodolfo Tuirán, en México 920 mil egresados de las universidades, que en su mayoría pertenecen a las “clases acomodadas”, no buscan empleo, y si se les ofrece uno lo rechazan porque no quieren trabajar.

Hasta hoy no existe en México un análisis detallado que compare, muestre cifras o haga una relación directa, entre estudiar en universidades privadas y obtener un sueldo que sea menor o supere el gasto que los familiares hicieron durante la educación del joven.

Lo importante, para la socióloga Amparo Ruiz del Castillo, sería en desarrollar una educación para la vida y no para simplemente ganar dinero.

“La decisión de optar o no por una escuela privada la tomamos con base en la carrera que nuestros hijos piensen estudiar. Tenemos claro que las escuelas particulares además de la calidad de la educación que ofertan, te venden un mundo de élite y también la ilusión de sueldos elevados”, dice Patricia.

“El sueño dura hasta que piden trabajo”, advierte esta madre.

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