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A fines del siglo XIX, el psicólogo estadounidense Williams James dijo que no es posible imaginar una emoción sin algún tipo de modificación corporal casi siempre involuntaria, como la aceleración del pulso, un rubor derivado de la presión sanguínea alta, un temblor en alguna parte del cuerpo... Muchos antropólogos, por otra parte, piensan que las emociones incluyen también un componente cultural, social y lingüístico.
Gabriel Bourdin Rivero, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, obtuvo su grado de maestría con un trabajo titulado “El cuerpo humano entre los mayas. Una aproximación lingüística”; posteriormente consiguió su doctorado con la tesis “El léxico de las emociones en el maya yucateco”.
Gracias a este segundo trabajo -con el cual, por cierto, ganó en 2009 el Premio Wigberto Jiménez Moreno a la mejor tesis de doctorado en el área de lingüística, que otorga anualmente el Instituto Nacional de Antropología e Historia-, el investigador universitario encontró que en esa lengua hay muchas palabras que involucran distintas partes del cuerpo para hablar de emociones.
“Por ejemplo, el órgano privilegiado entre los mayas para hacer alusión a las emociones es el corazón. Lo consideran el centro anímico fundamental del cuerpo. Básicamente utilizan tres términos: puczikal, que se refiere al corazón en su aspecto material; ool, que alude al corazón en su aspecto anímico, psicológico; y oolal, que es un derivado de ool”, explica el científico.
De esta forma, desde la mirada antropológica y lingüística, Bourdin Rivero aborda los códigos de la lengua mayense que reflejan cómo sienten, piensan y se relacionan entre sí los miembros de la comunidad maya.
“Trabajo el tema de la relación entre el cuerpo humano, las emociones, la cultura y la lengua. Mi enfoque metodológico es el de la antropología lingüística y mi objetivo es analizar el cuerpo humano y sus procesos biológicos en sus aspectos significantes, en todo aquello que tiene que ver con la semiótica; es decir, el cuerpo humano y sus procesos biológicos como un signo o un conjunto muy complejo de signos”, dice.
“Pellizco en el corazón”
Comúnmente se cree que las emociones son homogéneas y universales, pero en realidad esto no es así.
Por ejemplo, la emoción que llamamos enojo en español varía de significado según la cultura de que se trate. Es decir, el término “enojo” conlleva un concepto propio de la lengua española.
“A partir de ciertas bases generales vinculadas con cierto tipo de reacciones fisiológicas, se han creado diversas formas de expresar la idea de que, ante algo malo que hace o dice alguien, surge una reacción. Éste sería el único elemento universal para el tipo de emoción que llamamos enojo en español o anger en inglés”, comenta el investigador.
En el maya yucateco hay otros términos para referirse al enojo, a la ira o a sensaciones aversivas en general, como lep’ ool, confomado por los vocablos lep’, “pellizco” (aunque éste es muy especial, algo así como un movimiento con los dedos cuando se le quiere quitar la cáscara a un grano de maíz), y ool, “ánimo o corazón”.
“Una traducción textual de lep’ ool sería ‘pellizco en el corazón o en el ánimo’. Este término es una suerte de metáfora lexicalizada, pues el vocablo corazón se utiliza para hacer referencia al estado anímico”, dice Bourdin Rivero.
En cuanto a la alegría, uno de los términos del maya yucateco que sirven para hacer alusión a ella es ki’imak ool, que significa “gustoso está mi corazón”.
“Sin embargo, a diferencia de lo que sucede con nosotros, la noción de alegría entre los mayas actuales no implica una emoción eufórica, sino un estado de tranquilidad. Para ellos, la alegría es la ausencia de preocupación o de angustia. Es decir, su ethos o mundo emocional está orientado hacía el equilibrio de las emociones y no hacia su desbordamiento o exceso”, dice el investigador.
Noción de persona
Los mayas actuales se dividen en 31 grupos etno-lingüísticos diseminados en el sureste de México y en buena parte de Centroamérica. Todos tienen una visón múltiple de la composición de la persona humana: junto al cuerpo físico existe un grupo de entidades anímicas.
“En efecto, en la tradición maya se habla de varios entes anímicos que componen la estructura de la persona humana, como el denominado ool, que se localiza en el núcleo, en la médula del cuerpo; y el denominado pixán, que se desprende del cuerpo tras la muerte. En el caso de los pueblos de los altos de Chiapas hay una dualidad entre un ch’ulel, un yo muy íntimo que está en la sangre, y un waay, especie de doble animal asociado al individuo desde su nacimiento que, se cree, habita en una montaña sagrada y que puede ser un lobo, un jaguar, etcétera. Algunos individuos, como los curanderos tradicionales, acumulan varios waay a lo largo del tiempo”, explica el investigador de la universidad.
Diferencias con la cultura occidental
De acuerdo con el investigador universitario, el aspecto lingüístico de las emociones (es decir, la forma en que hablamos de ellas, las clasificamos y las expresamos) no solamente manifiesta ciertos estados internos de los individuos, sino también los construye.
“Lo que decimos no sólo expresa, sino también construye, lo que sentimos. El habla es, de algún modo, el límite de lo que podemos pensar y sentir. La lengua no es únicamente la expresión de algo, sino también una condición sine qua non para pensar ese algo”, dice.
Ahora bien, al intentar comprender el mundo emocional de los mayas, surgen diferencias con la cultura occidental, porque en ésta se separa el cuerpo de la mente y lo emotivo de lo racional.
“En la medicina moderna, por ejemplo, se observa claramente ese dualismo cuerpo-mente o emoción-intelecto. Obviamente, las emociones se ponen más del lado corporal que del mental, pero en realidad constituyen una especie de puente entre lo físico y lo psíquico. Son sentimientos, y éstos se desarrollan tanto en el plano mental como en el biológico”, afirma Bourdin Rivero.
Aplicaciones prácticas
Las aplicaciones prácticas derivadas de un trabajo de investigación como el que desarrolló Bourdin Rivero se dan en forma gradual.
“Una población como la maya, sometida a condiciones adversas de alimentación y salud, genera un gran estrés emocional. De ahí que sea muy importante conocer sus concepciones acerca del cuerpo y las emociones, para buscar que mejoren sus condiciones de vida”, comenta el científico.
Al respecto hay que decir que el investigador universitario ha sido invitado a trabajar en una dependencia de la Secretaria de Salud que se relaciona con la medicina alternativa y tradicional, para que aporte sus conocimientos a un programa de salud intercultural al cual se ajustan los médicos que trabajan en zonas indígenas.
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