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Un soldado murió y al menos 18 personas resultaron heridas este miércoles en enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad tailandesas y unos dos mil manifestantes antigubernamentales que se movían en vehículos por las afueras de Bangkok.
El Centro de Emergencias confirmó que el militar falleció a causa de un tiro en la cabeza realizado a corta distancia, mientras que el ministro de Sanidad, Jurin Laksanavisit, indicó que dos heridos se encontraban en estado crítico.
Los manifestantes, que persiguen forzar la caída del Gobierno, fueron interceptados por unos 900 soldados y policías de la brigada antidisturbios, en un punto de la carretera que conduce al viejo aeropuerto internacional de Don Muang, y a unos pocos cientos de metros del cuartel general de la Fuerza Aérea, al norte de Bangkok.
Las tropas dispararon cuando algunos de los 24 cabecillas sobre quienes pesa orden de búsqueda y captura, entre ellos Kwanchai Praiphana, intentaron traspasar el control de seguridad montado en la autovía junto a un centenar de seguidores, según relataron testigos.
A continuación, los efectivos de las fuerzas de seguridad, pertrechados con porras y escudos, libraron escaramuzas con grupos dispersos de "camisas rojas" provistos de barras de hierro y cañas de bambú.
Según la versión oficial, las fuerzas de seguridad emplearon balas de goma con la finalidad de parar el convoy, que partió había partido del campamento fortificado que los "camisas rojas" tienen montado en corazón comercial de la capital.
El portavoz del Ejército, coronel Samsem Kaewkammed, dijo a la prensa que las tropas tienen la orden de disparar balas de goma, aunque precisó que también están autorizados a emplear munición real en defensa propia.
Tras los enfrentamientos, Jatuporn Prompan, uno de los cabecillas, dio a los "camisas rojas" instrucciones de regresar a su campamento, en el corazón comercial de la metrópolis.
La Policía indicó que 11 "camisas rojas" fueron detenidos en la provincia de Pahun Thani, colindante a la de Bangkok, cuando pretendían bloquear el acceso a un convoy de tropas de refuerzo.
Antes del amanecer, los manifestantes colocaron bombonas de gas en las barricadas del su campamento, en preparación a un eventual asalto del Ejército
Con bombonas de gas y también cócteles molotov en algunos tramos de las empalizadas, los llamados "camisas rojas" confían enviar una señal a los soldados de las consecuencias que acarreará disparar contra su campamento, dijo Somluck Aphisart, miembro del servicio de seguridad de Frente Unido para la Democracia y contra la Dictadura.
En el campamento, montado muy cerca de varios de los más lujosos centros comerciales y hoteles de la capital, permanecían a primeras horas del miércoles menos de un millar de manifestantes, cantidad bastante inferior a la de ocho mil de días anteriores.
El resto de los "camisas rojas" se preparaban para unirse a la caravana con la que desafiaron el estado de excepción y las amenazas del Gobierno de actuar con firmeza.
El Ejército, al que el Gobierno del primer ministro, Abhisit Vejjajiva, ha puesto a cargo de la seguridad en Bangkok, desplegó la noche del martes varios cientos de efectivos de refuerzo en las áreas adyacentes al campamento fortificado de los camisas rojas.
Desde que a mediados del pasado mayo comenzaron las protestas que persiguen la disolución del Parlamento y la convocatoria de elecciones anticipadas, al menos 26 personas han muerto y cerca de otras mil han resultado heridas en brotes de violencia.
Las autoridades han dado señales contradictorias acerca de como acabar con las protestas del frente antigubernamental tailandés que considera al primer ministro, Abhisit Vejjajiva, líder del Partido Demócrata, un aliado de las élites militar, burócrata y empresarial, a las que acusa de manipular la votación parlamentaria mediante la que fue elegido hace año y medio.
Vejjajiva asegura que su Gobierno busca una solución política a la profunda crisis, mientras que su "mano derecha" , el viceprimer ministro, Suthep Thaugsuban, insiste en que se ha agotado ya la paciencia.
Esas contradicción, dicen los observadores, es síntoma de una división en el seno del gobierno entre la facción que aboga por aplastar la protesta y la que considera que el empleo de la fuerza colocará a Tailandia en una situación explosiva.
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