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lunes, 9 de noviembre de 2009

La batalla por el seguro médico se traslada al Senado y a la calle.

Noticia:


El estrecho margen por el que la reforma sanitaria fue aprobada en la Cámara de Representantes es el anuncio del dificilísimo debate que a esta ley le espera en el Senado, donde los demócratas cuentan con los 60 votos justos que se requieren para evitar el obstruccionismo de la oposición, pero no todos ellos están en estos momentos alineados a favor del proyecto.

Como es su obligación, el líder de la mayoría en el Senado, Harry Reid, reaccionó ayer con optimismo tras conocerse la votación de la Cámara. "Ésta es una demostración del fuerte deseo de reforma que existe", manifestó en un comunicado. "Estamos muy ilusionados de vernos más cerca que nunca del final".

Eso es indudable. Estados Unidos nunca ha estado más cerca de una reforma que fue propuesta por primera vez en tiempos del presidente Teddy Roosevelt (1901-1909) y que, por unas razones u otras, siempre ha acabado naufragando. Pero el camino que todavía queda no está exento de dificultades.

El propio Reid advirtió la semana pasada que no podía garantizar la aprobación de la ley en el Senado antes de fin de año, tal como el presidente desearía para cumplir con la promesa que hizo a los ciudadanos durante la campaña electoral. "Estamos comprometidos a hacer una buena ley, no a hacerla deprisa. No nos sentimos presionados por ningún plazo", declaró el líder demócrata.

Los enemigos de la ley van a echar el resto en el Senado, conscientes de que ésa es la última barrera que separa al país de la profunda transformación que esta iniciativa traerá. Uno de los senadores conservadores, Tom Coburn, ha anunciado ya que solicitará leer en el pleno las cerca de 2.000 páginas íntegras que componen esta legislación.

Ésa es una de las muchas tácticas dilatorias que la oposición tiene en su mano y que pueden llegar a empantanar el debate si no se ponen firmemente del lado del Gobierno todos los senadores del grupo demócrata. Alguno de ellos, como Joe Lieberman, que se cambió de bando después de haber apoyado a John McCain en la campaña electoral, no ha dejado aún claras cuáles son sus intenciones.

No es el único. Una tercera parte de los senadores tienen que presentarse a elecciones dentro de un año. Tras lo visto en la Cámara de Representantes en la noche del sábado (madrugada de ayer en España), existe el peligro de que aquellos que concurran en distritos de tendencia conservadora sientan como un peligro su voto a favor de la reforma sanitaria.

Pero las amenazas contra la ley no se limitan al hemiciclo. El voto en la Cámara se hizo ante la presencia de varias decenas de manifestantes en la puerta del Capitolio que pedían a los congresistas pronunciarse en contra.

Esas manifestaciones pueden repetirse y crecer en los próximos días. Toda suerte de grupos conservadores, convencidos de que esta ley constituye un asalto a la actividad privada y a las tradiciones estadounidenses, se han movilizado contra la reforma, respaldados y financiados, en algunos casos, por las compañías de seguros.

El último de los sectores conservadores en unirse a la causa ha sido el de los antiabortistas. Aunque en la versión aprobada en la Cámara se prohíbe expresamente la realización de abortos en el sistema público de salud que se cree, nadie ha podido evitar la propagación de la especie (falsa) de que esta reforma permitirá que el Estado decida sobre la interrupción de los embarazos.

Si todas esas fuerzas no consiguen impedir la aprobación de la reforma en el Senado, la versión que resulte deberá ser conciliada con la que se acaba de votar en la Cámara. Esa labor puede encontrar dos puntos de fricción: la aplicación de límites al seguro público y la fijación de un techo para los nuevos impuestos que incluirá esta legislación.

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