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jueves, 22 de octubre de 2009

El pudor eleva cifra de cáncer testicular.

Noticia:


Ella le pedía de manera insistente que se bajara los pantalones. Pero no quería, le daba pena. “¿Le llamo a mi esposo para que lo hagas delante de él”, ofreció la doctora. “Está bien”, dijo él.

Sólo así Carlos, de 16 años, accedió a desabrocharse los botones y arrastró hacia abajo su pantalón junto con el calzón. Ambos los dejó encima de las rodillas. La auscultación visual de la médico encontró en sus genitales la razón de su estado raquítico.

Un testículo de diez por siete centímetros, evidentemente con mucho más volumen que el otro, anunciaba un cáncer avanzado que, aunque poco frecuente, es considerado por los urólogos como una patología importante debido a que se presenta en los hombres de entre 15 y 35 años, pero especialmente, porque si se detecta en temprano desarrollo puede curarse casi al 100%.

El joven de 16 años fue hospitalizado de inmediato para la cirugía, de acuerdo con el urólogo Alejandro Rueda Loaiza, donde se le extirpó el testículo (orquiectomía radical) y luego fue sometido a quimioterapia, pues además ya tenía invasión de células cancerosas en los riñones y el pulmón.

Este tipo de cáncer es considerado una urgencia urológica. No obstante, las consultas con los especialistas en hospitales públicos arrojan que los hombres acuden a la atención médica hasta después de 7 meses de haber detectado un crecimiento en uno de sus testículos.

En tanto, en los servicios privados, donde se presume una mayor circulación de información y menos pudor ante casos de salud, en general no llega a pasar un mes cuando los afectados acuden al médico especialista para consulta.

“El pudor es una de las causas por las que los varones evitan la revisión física. No obstante, la ausencia de recursos económicos también cancela la posibilidad de una detección temprana y adecuado tratamiento”, dice Hugo Manzanilla García, jefe de servicios de Urología del Hospital General de México.

Muchos casos

Las investigaciones en México señalan que de todos los cánceres que se producen en el hombre, entre 3 y 9% son de testículo. En el Hospital General este cáncer es la segunda o en ocasiones la tercera causa de hospitalización, luego del de próstata y vejiga. Al año se atienden en promedio en ese mismo nosocomio a 50 jóvenes que padecen el mal.

Las estadísticas moderadas, antes que representar un alivio para los médicos, son una llamada de atención para incentivar la autoexploración en los jóvenes y adultos. Muy raras veces aparece un cuadro de este tipo en los adultos.

Manzanilla García comenta que en dos meses un hombre se puede dar cuenta de que la masa escrotal, como en términos médicos es conocido, se ha inflamado de alguno de los dos lados.

“El aumento de volumen es paulatino pero es ya evidente a los dos meses. Sin embargo, no duele ni molesta”, señala con firmeza el especialista.

Acompaña al cambio en tamaño, la consistencia del testículo, pues tiende a endurecerse. Es por ello que, es casi imposible que este tipo de alteraciones pase inadvertido para un ojo atento.

Números y casos

Las estadísticas arrojan que entre 70 y 91% de los casos existe aumento de volumen indoloro; sólo 27% presenta dolor testicular; 95.6% aumento de consistencia; 25% tumor abdominal palpable y 52% metástasis a distancia.

La recomendación es clara: ellos también deben autoexplorarse. Deben reconocerse en el espejo, pero deslizar también las yemas de los dedos en el testículo a fin de detectar cualquier alteración en su tamaño, morfología o cambio significativo en su consistencia.

Es importante dejar a un lado la vergüenza y acudir al médico de inmediato. La comunicación entre padres e hijos también es fundamental, pues este cáncer no sólo afecta al varón en su edad de mayor producción económica, de la formación familiar, sino también -con frecuencia- en los periodos de crecimiento e inmadurez intelectual.

El cáncer de Carlos inició justo en el periodo de adolescencia. Adelgazó de manera evidente y su estado físico de cansancio obligó a su padre a llevarlo al médico, donde en primera instancia le recetaron la ingesta de vitaminas. Sin embargo, Carlos nunca reveló algún cambio sufrido en su cuerpo por la vergüenza de ser sometido a una revisión.

Rueda Loaiza explica que uno de los factores de riesgo para que se presente el cáncer de testículo es la presencia de Criptorquidia, que es cuando el testículo no baja hacia la bolsa escrotal.

“La mayor parte de los niños que nace a los siete meses presenta un testículo arriba que luego, de manera natural baja. No obstante, existen casos en los que a los nueve meses tienen el mismo desarrollo”, explica el especialista.

“Ahí, el pediatra debe estar atento, porque si antes de dos años no se acomoda el testículo en la bolsa escrotal, se debe operar para acomodarlo. No obstante, aunque el testículo baje la presencia de Criptorquidia aumenta hasta 40 veces la probabilidad de padecer un cáncer testicular”, dice Loaiza.

Los análisis indican que la incidencia en edades tempranas tiene que ver con el estímulo hormonal, pues durante la adolescencia, con la producción de testosterona, pueden presentarse problemas con los receptores testiculares que hacen que se produzca una célula anormal.

El testículo, sin embargo, puede crecer por otros motivos como la presencia de agua (hidrocele), pero el diagnóstico puede diferenciarse por la consistencia, ya que con el líquido la zona es suave y no dura, como cuando se trata de un tumor típico de un cáncer.

Lo mejor es tocarse

Al tacto se puede identificar si se trata de un cáncer, pero se corrobora con un ultrasonido. También se revisan los ganglios y el abdomen para detectar si existen tumoraciones que indiquen la diseminación a distancia.

Mediante exámenes de sangre se determina el tipo de tumor y la especialización ha determinado que los más frecuentes son los seminomas.

Una radiografía del tórax donde los pulmones se visualicen con manchas blancas redondas o como si fueran “balas de escopeta”, indican un cáncer de testículo, pues la diseminación es ascendente y puede llegar hasta el cerebro.

Este cuadro es avanzado, pero no existe una relación directa de mayor volumen de tumor con agravamiento de la enfermedad, por lo que cualquier ligero aumento debe ser revisado.

Es así como Miguel detectó en una semana el crecimiento ligero de su testículo. No dudó en acudir al urólogo que luego del diagnóstico que resultó positivo al cáncer, realizó la orquiectomía radical, que implica quitar el testículo pero también el cordón espermático, para tratar de no dejar tumor.

“Cualquier cáncer en genitales puede afectar tu vida sexual, ya sea por un tratamiento de radioterapia o quimioterapia, pero las implicaciones se presentan con mayor fuerza a nivel psicológico, pues se le quita parte de su cuerpo. Pueden tener erecciones, eyacular y embarazar porque el otro testículo funciona de manera normal”, dice Rueda.

Al recibir quimioterapia se deben esperar hasta dos años después para la recuperación del otro testículo. Con algunos pacientes mayores de 20 años, se les ofrece congelar espermatozoides para que puedan ser padres.

En días pasados, la conductora de televisión Rebecca de Alba lanzó una campaña para ayudar a 140 jóvenes que padecen este mal y que están internados en el Instituto Nacional de Cancerología.

Un caso para recordar es el del deportista Lance Armstrong, que a sus 25 años de edad y con apariencia invencible, siendo además uno de los mejores ciclistas del mundo en el tour de Du Pont y en varias etapas del Tour de Francia, se le detectó un cáncer testicular avanzado, pues tenía diseminación hasta el cerebro. Su caso es catalogado como único pues a pesar del cuadro tan dramático logró recuperarse.

Carlos no corrió con la misma suerte. Su pudor llevó a este joven a perder la vida dos meses después de haber iniciado el tratamiento de quimioterapia, sin saber lo que hoy sus padres pregonan como advertencia: el cáncer testicular es una enfermedad maligna, pero curable.

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