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“No espere que lo priven de la información para defenderla”. Esta frase es el lema de batalla de Reporteros Sin Fronteras (RSF), organización no gubernamental que desde 1985, año de su fundación, se convirtió en el perro guardián de la libertad de prensa en el mundo; el faro que muestra aquellas regiones en donde el derecho a la información es ignorado, avasallado o está en peligro por cualquier tipo de poder. También es la responsable de llevar el conteo negro del periodismo. En lo que va de 2009, de acuerdo con su calculadora, 26 periodistas han sido asesinados, 167 encarcelados y 70 ciberdisidentes encarcelados.
En su mapa mundial, México aparece coloreado de rojo, lo que lo ubica como un país con una “situación difícil” para ejercer el periodismo.
De acuerdo con la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa, que cada octubre lanza esta organización, México ocupa el lugar 140, en una lista de 173 países. Su situación es comparable con la de Filipinas o Sri Lanka, “donde hay grupos muy violentos que actúan contra los periodistas”, dice en entrevista Jean Francois Julliard, secretario general de Reporteros Sin Fronteras.
Esa “situación difícil”, así como la impunidad que rodea las agresiones contra periodistas (43 asesinatos y 8 desaparecidos, según los datos que maneja la organización), trajo a Jean Francois Jullliard a México para tener audiencias con diversas autoridades, entre ellas con el titular de la Secretaría de Gobernación, Fernando Gómez Mont.
Para el secretario general de Reporteros Sin Fronteras, “hay una paradoja mexicana: es uno de los países donde hay un número elevado de organizaciones de defensa de la libertad de prensa e instituciones gubernamentales que, supuestamente, tienen que defender ese derecho y encabezar investigaciones sobre violaciones a la libertad de prensa. Sin embargo, a pesar de esa cantidad de instancias, la impunidad permanece. Esta paradoja es parte del drama que vive la prensa mexicana”.
—¿Cómo está el mapa mundial de la libertad de expresión?
—Reporteros sin Fronteras ha identificado a cerca de una quincena de países que, para nosotros están en negro. Son puras dictaduras, en donde no existe libertad de prensa para nada; existe un control total del Estado sobre la información y se impide el desarrollo de una prensa libre, independiente o privada.
En la segunda categoría están los países que en su Constitución reconocen la libertad de expresión y de información, pero en un contexto de guerra, con la presencia de grupos armados, de narcotraficantes y bandas armadas en general, hay obstáculos para el libre ejercicio de la profesión de periodistas.
En la tercera escala están todas aquellas naciones en donde no hay asesinatos, no hay una violencia directa contra los periodistas, pero a nivel legislativo hay obstáculos y acoso de las autoridades o de otros grupos de poder, sobre el secreto de las fuentes y la capacidad de tocar algunos temas.
México se encuentra clasificado dentro de la segunda categoría.
—Según sus informes, México desbancó a Colombia en la clasificación de países de América en donde está más amenazada la seguridad de los medios. ¿Quiénes obstaculizan la libertad de prensa?
—En México, la primera amenaza son cárteles de la droga, bandas armadas, grupos que violentan a los periodistas. Pero el segundo obstáculo es el Estado; autoridades que no toman en serio la gravedad de las amenazas que enfrentan los periodistas en el ejercicio de su trabajo, lo que provoca un grado de impunidad muy alta o casi total.
—Pero en sus informes señalan que en México, la presencia de los cárteles de la droga no es la única amenaza a la libertad de prensa...
—Es verdad que consideramos que la principal fuente de violencia hacia la libertad de prensa son los grupos armados, pero no negamos que también las autoridades locales aprovechen el asunto del narcotráfico para decir: “no somos nosotros, son los cárteles de la droga”. Hemos visto acoso contra periodistas por parte de autoridades en Oaxaca, Chiapas y otros lugares. La autoridad federal tendría que vigilar, controlar los abusos de las autoridades, ese papel no lo cumple. El gobierno federal no toma el papel de árbitro supremo que tendría que asumir frente a la corrupción de algunas autoridades, frente a violaciones de derechos humanos y de libertad de expresión por parte de éstas.
—¿México es el único país que presenta estas características?
—Existe un país comparable: Filipinas. Aunque en él no existe una Fiscalía Especial para la Atención de Crímenes contra Periodistas, como en México, pero tiene una unidad especial de investigación dentro de la policía nacional. El problema es que, a pesar de la existencia de estas fiscalías y unidades, no han disminuido las agresiones, ataques, atentados o asesinatos en contra de los periodistas. Aunque en el caso de Filipinas existió un esfuerzo reciente del gobierno que tomó tres casos relevantes de periodistas asesinados. Se investigaron y se arrestó a los autores materiales e intelectuales de los crímenes. En México no sucede eso. Es como si las autoridades fueran indiferentes hacia los asesinatos.
—¿Cuál es la posición que tendrá México en la Clasificación Mundial de Libertad de Prensa de 2009?
—México no tendrá un mejor ranking respecto al que obtuvo en 2008 (cuando se ubicó en el lugar 140 en la lista de 173 países), porque es un país en donde existe una garantía constitucional de la libertad de prensa, pero la situación de impunidad, violencia y obstáculos que enfrentan los periodistas en el ejercicio de su profesión es una realidad que permanece. México está en el mismo grupo que Sri Lanka (en el lugar 165), país en el que operan grupos armados y muy violentos en contra de la prensa.
—¿Qué país es modelo a seguir en el tema de libertad de prensa?
—Los países que encabezan la clasificación, los que obtienen mejores puntos son los de Europa del Norte: Finlandia, Noruega, Suecia, donde no se toca la libertad de prensa, es un principio sagrado en su cultura. En Suecia, por ejemplo, hay una ley que obliga a funcionarios a rendir cuentas sobre los recursos que usan. Los ciudadanos saben que los funcionarios deben entregar a la prensa esta información. Quizá es el único caso en donde los funcionarios puedan ser sancionados si no cumplen con esta obligación.
—¿Qué pierde una sociedad cuando asesinan a un periodista?
—La muerte de un periodista, un atentado contra un periodista, es una derrota más para la libertad de expresión y para la libertad de ser informado. Cada derrota contra la libertad de expresión es también una derrota para “el saber”; una derrota contra el combate a la violencia. Sin información no se puede hacer nada.
—¿Qué papel juegan las nuevas tecnologías, los blogs o las redes sociales como Twitter en la defensa de la libertad de expresión?
—Vivimos un momento interesante. Por ejemplo, con la crisis en Irán o con los conflictos étnicos en China, si no existieran los blogs, Twitter o Facebook el mundo no se informaría sobre lo que realmente ocurre. Sin los “nuevos periodistas” de la calle no tendríamos información. Ese es el papel relevante de la nueva tecnología. Pero los periodistas, los que conocen el oficio y tienen la técnica, siguen siendo muy importantes porque es necesario confirmar la información, presentar y cruzar datos.
Las nuevas tecnologías también están cambiando los métodos de investigación para los periodistas.
Es verdad que estas tecnologías no resuelven todos los asuntos de libertad de prensa, pero también muestran que la información es de todos; que la libertad de informar y ser informado también pasa a través de los ciudadanos. Hay una nueva toma de conciencia, a nivel mundial, sobre la importancia de la información y la libertad de expresión.
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