Entrevista:
El País de España.
Envuelta en un vestido africano multicolor y con las uñas pintadas de lila, Caddy Adzuba llama la atención entre los comensales del Bocaíto. Ella es el punto más alegre del local, aunque probablemente tenga la historia más triste de todos. Hemos elegido esta taberna de Chueca (Madrid) porque Adzuba quiere comida española, aunque luego, ante la carta, se corta, esquiva las recomendaciones y tira por lo que le resulta familiar: sopa, tortilla y pescado, en este caso, pescaíto frito.
A sus 28 años, esta periodista de la República Democrática del Congo está amenazada de muerte. Necesita un visado para ponerse a salvo y ausentarse un tiempo de su país. "Soy de más ayuda viva que en la tumba", dice Adzuba, que ha sido reconocida con los premios de periodismo Julio Anguita Parrado y por El Club de las 25.
La mayor de ocho hermanos, creció en un barrio acomodado de Bukavu (Congo). "Tuve una buena infancia. Si pudiera, volvería. Vivíamos en una buena zona, muy limpia. Me gustaba la vida". En 1994, cuando tenía trece años, empezaron a llegar refugiados tutsis huyendo de las masacres de Ruanda. "Les llevábamos comida, ropa...", explica Caddy, que come poco porque habla mucho y en un perfecto francés. Dos años más tarde, cosas de la vida, era ella la refugiada. "Estalló la guerra y huimos. Asesinaron a mucha gente. Me perdí de mis padres y continué la marcha sola. Vi a mujeres dar a luz en la calle, a niños enfermos... Cuando logré volver con mi familia el reencuentro fue muy dramático, todos querían tocarme. Esa noche dormí en la cama de mis padres. Habían saqueado la casa y los militares nos robaron el coche, pero al menos teníamos techo. Comenzamos de cero, como todos. Poco después estalló de nuevo la guerra, que nunca ha parado, pero esta vez nos quedamos. Fue horrible, mataban por nada. Y entonces decidí hacer algo por los derechos humanos".
Adzuba se inscribió en Derecho y se plantó en la radio nacional a pedir trabajo. "Conseguí testimonios de mujeres que habían sufrido violencia sexual, mutilaciones y torturas genitales terribles, pero no me dejaban contarlo. Sólo podía cubrir las visitas oficiales y me fui", dice la periodista, que acaba con los calamares de la fuente.
Desde entonces, Adzuba ha trabajado para la ONG Search For Common Ground y en la radio de Naciones Unidas. Con otras periodistas congoleñas creó el grupo Mujeres de los Medios, que denuncia la impunidad de la violencia contra las mujeres en su país. A algunos no les gusta que lo hagan. Desde 2006 han sido asesinados tres periodistas congoleños de una bala en la cabeza. "No se ha investigado, pero sabemos que son los hombres del poder, que quieren callarnos". Tras el entierro del último de ellos, en agosto, un grupo de militares la amenazaron de muerte al llegar a casa. Luego recibió un SMS: "Habéis adoptado malos hábitos metiéndoos en lo que no os importa (...). Vais a morir para cerraros la boca".
Adzuba tiene miedo: "He empezado a ver las cosas de otro modo. No quiero morir por nada. Mi objetivo ahora es movilizar a la sociedad civil internacional. Todos los días se habla de Irak pero en Congo han muerto tres millones de personas en 14 años de guerra. Quinientas mil mujeres han sido agredidas. ¿Y eso quién lo sabe? Nadie. Mi idea es volver cuando se olviden un poco de mí, pero para eso necesito un visado. ¿Tú sabes cómo puedo obtener uno?".
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