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miércoles, 16 de junio de 2010

Riesgos de perforar en aguas profundas fueron ignorados

Noticia:


Luego de una semana de la explosión del pozo petrolero mexicano Ixtoc en 1979, Misterveel Rodríguez y otros pescadores de la zona sacaban con sus redes enormes bolas de brea en lugar de huachinangos. La explosión de Ixtoc ocasionó el peor derrame petrolero de la historia.

Más de 530 millones de litros de petróleo fueron derramados en las aguas del golfo de México, que eventualmente llegaron a las playas de Texas, a miles de kilómetros de distancia. Esa cantidad es unas tres veces mayor a la que se fugó hasta ahora por el desastre del Deepwater Horizon. “Todos los pescadores pudieron ver la columna de llamas y humo”, dijo a inicios de mes Rodríguez, de 59 años, en la sala de su modesta casa. “De repente las redes salieron sin pescado, sólo había los chaparrotes (bolas) de crudo”, agregó.

Hasta antes de la explosión de la plataforma de perforación Deepwater Horizon de la empresa British Petroleum en el pozo Macondo en abril, Ixtoc era el único desastre petrolero en el mar que no había sido causado por un buque-tanque o un sabotaje. Aquella catástrofe dejó en claro qué podría salir mal en una perforación en aguas profundas. Después de todo, a la empresa petrolera estatal mexicana Pemex le tomó 297 días y la perforación de dos pozos de alivio, contener el derrame en Ixtoc, a 50 metros de profundidad.

Pero una revisión de cientos de páginas de documentos del gobierno estadounidense sobre el derrame en Ixtoc, y entrevistas con varios expertos, demuestran que los reguladores minimizaron durante años la posibilidad de que ocurriera un incidente similar en Estados Unidos.

“Recuerdo a la gente diciendo ‘esto nunca hubiera sucedido si la operadora fuera una empresa estadounidense’”, dijo John Farrington, investigador retirado de la institución oceanográfica Woods Hole, que formó parte de un estudio financiado por Washington tras el derrame en México en septiembre de 1979.

“Había demasiado optimismo”, agregó. De hecho, una combinación de política, dinero y exceso de confianza alentó a la industria petrolera a perforar cada vez a mayores profundidades.

Las advertencias de los investigadores tras el episodio de Ixtoc, en torno al desconocimiento del comportamiento del crudo en un derrame en aguas profundas, o de que una fuga en esos lugares representaría un mayor desafío, cayeron en oídos sordos.

Macondo, escenario del derrame de BP, se ubica a mil 522 metros de profundidad, 30 veces mayor a la de Ixtoc, en las oscuras y heladas profundidades del golfo.

La única forma de acercarse a la fuga es mediante robots especiales, que resisten la enorme presión capaz de destruir un submarino de guerra moderno. Hasta hoy, más de tres décadas después de que ocurriera el accidente, trozos de brea dejados por Ixtoc pueden encontrarse en el lecho marino desde Texas hasta el estado de Tabasco, en el sureste de México.

Macondo podría llegar a competir con Ixtoc, pero no está claro cuál será su impacto futuro. Revisando los resultados legales y científicos dejados por los desastres previos, resulta evidente el corto lapso de atención que hay para estos episodios en los círculos políticos, financieros y legales. Hasta el desastre en Macondo, las operaciones marítimas en el golfo de México prácticamente no habían registrado incidentes. Hasta el 2000, el Servicio de Administración de Minerales (MMS, por sus siglas en inglés) contabilizó sólo 7 explosiones por cada mil perforaciones iniciales en el golfo, de las cuales sólo 23% terminaron con crudo derramado.

Hacia finales de la década de los años 90 la actividad petrolera en aguas profundas del golfo iba en aumento. La producción de campos por debajo de los 300 metros —establecida en la definición de la MMS de “aguas profundas”— era 17 veces mayor en 1999 que a inicios de la década.

Inquietud científica

En el 2000, los operadores encabezados por algunas de las mayores petroleras del mundo estaban perforando a profundidades de dos mil 300 metros o más, catalogados por la MMS como “aguas ultra profundas”. El ritmo acelerado inquietó a algunos científicos y a la comunidad protectora del medioambiente, que resaltaban lo poco que se sabía del comportamiento del crudo derramado a grandes profundidades, como para asegurar que un accidente no causaría una catástrofe ambiental. Una consecuencia no planeada de las moratorias de la década de 1980 fueron los recortes a la investigación de derrames petroleros, que perdió espacio en la lista de prioridades, recordó Farrington de la Woods Hole. El accidente además ha generado dudas considerables sobre la capacidad de los planes de respuesta a derrames petroleros.

Los habitantes de los empobrecidos pueblos pesqueros en las costas de Tabasco, acostumbrados a los periódicos derrames por los accidentes de la industria petrolera local, se muestran preocupados por la posibilidad de que el crudo de Macondo los alcance. “Seguimos pescando porque nosotros no tenemos otra opción”, dijo Rodríguez con resignación.

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