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lunes, 27 de julio de 2009

Ronda la muerte, ronda.

Noticia:


Salir a la calle ya es un reto para cualquier mujer en Guatemala. Se la juegan cada día, según relata Alma Cruz. "¡Vamos a por ti y a por tus hijos!". Una voz amenazadora la apunta directamente. "Estamos delante de tu casa y del colegio!". Nerviosa, y aún incrédula, Alma agarra su móvil nuevo, cortesía de su primogénito, y a duras penas consigue mandarle un mensaje explicándole la situación. Cualquier duda queda disipada al minuto. Alma descuelga el celular y escucha: "Como vemos que no te lo has tomado en serio, vamos a matar a tu hijo". Uno de los delincuentes se ha colado en el aula del hijo mayor con una pistola.

Su caso no es una isla en medio de un océano. Más de 3.500 mujeres han sido asesinadas en los últimos cinco años en Guatemala. El año 2006 fue especialmente severo para las activistas, que sufrieron numerosos atentados. "Éramos las únicas que nos atrevíamos a denunciar las injusticias", asegura Alma, símbolo de la lucha contra la violencia de género en su país. Su labor de concienciación unida a las reivindicaciones de los movimientos de mujeres provocó que el Gobierno aprobara la ley contra el feminicidio en abril de 2008. Por primera vez se tipificaba el delito de feminicidio por cuestiones de género. La norma protege a la víctima y obliga al Estado a resarcirlas.

Pero los desafíos sólo se superan afrontándolos. Han pasado más de dos años de aquel drama. Desde entonces, Alma, de 44 años, reside en Madrid. En sus ojos aún lleva dibujado el sufrimiento. El hijo pequeño de ocho años es su fiel compañero mientras que el mayor vive bajo protección en un país cuyo nombre no se puede revelar. El "rescate hollywoodiense" efectuado por la Procuraduría de Derechos Humanos de Guatemala evitó que los asesinos consumaran su fechoría. "Ese día equivalió a los 36 años de conflicto armado". Tras narrar el episodio sin titubeos, a Alma se le ciegan los ojos de lágrimas.

Guatemala (13.677.815 habitantes) es uno de los países más violentos (cerca de 6.000 muertes al año) y uno de los más pobres (2.720 dólares de renta per cápita) de Latinoamérica. "Comprar un arma es como comprar un helado", asegura Alma. Las mujeres son un objetivo constante. ¿Pero quién está detrás de todos estos crímenes? "Las bandas organizadas no podrían sobrevivir sin la ayuda del Gobierno", señala Norma Cruz, presidenta de la Fundación Sobrevivientes, la organización de ayuda a la mujer más importante de Guatemala, y hermana de Alma. Cristina del Valle, presidenta de la Plataforma de Mujeres Artistas, prefiere hablar de "permisividad e inacción por parte de los gobernantes", y pone el acento en la "debilidad del Estado de derecho que no defiende a sus ciudadanas". "En Guatemala, si te violan es porque te lo buscaste, si te golpean es porque algo se hizo mal, y si te matan es porque andabas en malos pasos", denuncia Norma Cruz. Las cifras son desmoralizadoras: sólo se condena un 2% de los delitos. "No contamos con la sensibilización ni con las respuestas de la justicia", se lamenta la defensora de los derechos de la mujer en Guatemala, Ana Gladis Ollas.

"La sociedad guatemalteca es muy machista. Allí no está bien visto que una mujer conduzca. Incluso hay hombres que escupen cuando nos ven al volante", revela Alma. Esta mujer menuda habla en voz baja pero siempre con firmeza. Fue de las primeras guatemaltecas que tiró del carro en pos de brindar a sus compatriotas la dignidad de la que nunca disfrutaron. Aparcó el peligro que suponía la aventura y batalló para que la mujer no fuera un simple trozo de carne. Alma es una activista precoz e incansable.

Pero ni sus estudios de derecho ni sus actividades altruistas aplacaban la insaciable apisonadora que suponía la dictadura militar. Ella creció al abrigo de la represión por ser familiar de un líder revolucionario. Sufrió los 36 años de conflicto armado, el segundo más longevo de América Latina. Si este entusiasmo pudiera ser caduco, dos hechos teñidos de sangre terminaron por insuflar el coraje necesario para coquetear con su muerte y la de sus hijos. El primer golpe fue la muerte de muchos amigos suyos en la quema de la Embajada de España en Guatemala en 1980. Apenas un año después, la tragedia volvió a invadir la vida de Alma. Su tío fue acribillado "de pies a cabeza" en su cama mientras dormía.

Y por si la vida no le hubiera dado suficientes puñetazos, su sobrina Claudia confesó que su padre abusaba de ella. Él era guerrillero y miembro de la junta directiva del partido Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). "Tuvimos que afrontar el proceso solas. Nadie nos echó una mano", afirma Alma. El hombre fue declarado culpable y pasó cuatro años en prisión. Ahora, ironías de la vida, es asesor de la Presidencia.

Este hecho convulsionó a la sociedad guatemalteca. El silencio de las víctimas de violencia de género se reunía esporádicamente en el domicilio de las hermanas Cruz. Allí comenzaron a enfrentarse al miedo. Alma y Norma ayudaron a Rusita, de quien abusó por su tío, y luego a Elena... Y así, sin planearlo, nació la Fundación Sobrevivientes, que hoy ayuda a unas 18.000 mujeres cada año y es la primera organización subvencionada por el Gobierno para luchar contra la violencia de género.

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