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lunes, 2 de noviembre de 2009

El candidato del desencanto seduce a los chilenos.

Reportaje:

El País de España.

Ningún partido influyente le respalda. Habla tan rápido que a veces cuesta entenderlo. Hace un año no figuraba en los sondeos y el presidente del Partido Socialista, en el que militaba, le apodó despectivamente Marquito. Pero hoy políticos y analistas se toman en serio al diputado y candidato presidencial independiente Marco Enríquez-Ominami, que ha subido en algunos sondeos para los comicios de diciembre hasta alcanzar al abanderado de la coalición gobernante, el ex presidente Eduardo Frei, y obtener mejor resultado en segunda vuelta para competir con el candidato de la derecha, el empresario Sebastián Piñera, que encabezaba las encuestas.

El cineasta y filósofo Enríquez-Ominami, que durante el golpe militar que derrocó a Salvador Allende en septiembre de 1973 era un bebé de tres meses, es hoy a los 36 años la gran sorpresa de las elecciones presidenciales del 13 de diciembre. Si ese domingo ninguno de los cuatro candidatos obtiene más del 50% de los sufragios, los dos con más apoyo se medirán en la segunda vuelta del 17 de enero.

Estos son los primeros comicios presidenciales de las últimas décadas que viven los chilenos sin la presencia del ex dictador Augusto Pinochet, y ahora la coalición de centro-izquierda, la Concertación, que gobierna desde 1990, se enfrenta a una situación inédita: su candidato no es favorito en los sondeos para llegar a La Moneda e incluso podría no pasar a la segunda vuelta. Casi la mitad de los votantes que históricamente se han pronunciado por la Concertación, hoy prefieren al irreverente Enríquez-Ominami.

El apoyo popular de más del 70% que alcanza en las encuestas la presidenta Michelle Bachelet, el mayor que ha tenido un gobernante en Chile, no se acerca al que podría obtener el democristiano Frei. Para revertir la situación, La Moneda puso toda la carne en el asador hace unos días. La madre y el hijo mayor de Bachelet se sumaron a la campaña de Frei y los ministros más populares han acompañado en sus actos al candidato oficialista. En opinión de los analistas, la suma de los votos de Frei y Enríquez-Ominami supondría una derrota de la derecha. Sin embargo, la verdadera pugna se librará en la primera vuelta entre ambos candidatos.

Enríquez-Ominami, que salió de la Concertación porque no le permitieron competir en las primarias, cuenta con un apoyo heterogéneo que procede del desencanto y desgaste de una coalición que gobierna desde hace 20 años, del votante que aspira a un relevo generacional y también de un sector liberal, insatisfecho con el conservadurismo de la derecha que acompaña a Piñera.

"Nadie, ni los que le apoyaron desde la derecha, soñaron que en cuatro meses sería posible partir la Concertación en dos", sostenía la socióloga Marta Lagos, de la consultora Mori Internacional, en un artículo de opinión. Para ella, la eclosión de Enríquez-Ominami constituye un reflejo de la crisis de representación de los partidos políticos. Con gran apoyo de la prensa al más mediático de los candidatos, "se ha creado un monstruo político que hace creíble una candidatura sin partidos. La fina raya que separa ello de un populismo nos debería preocupar", planteaba Lagos.

Para el sociólogo Mauricio Rodríguez, de la consultora Alcalá, especializada en estudios cualitativos, el fenómeno de Enríquez-Ominami arraiga en las insatisfacciones y tensiones de la transición a la democracia, que han generado desencanto, apatía y liderazgos sin conexión social. Al inicio de la campaña Enríquez-Ominami afirmó en una entrevista con EL PAÍS que gobernará con partidos, pero no con sus actuales jerarquías. Parte de su seducción estriba en que carece del apoyo de los partidos del establishment. Sostiene que le gusta la izquierda de "juicios complejos" y en su programa, que no provoca preocupación entre los empresarios, propone elevar impuestos y cambiar el sistema presidencialista. Crítico de la corrupción, desnuda el desgaste del oficialismo y rechaza tanto a Frei como a Piñera, calificándolos como candidatos conservadores.

Hijo del ex líder del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) Miguel Enríquez, que murió en 1974 resistiendo en un tiroteo a los agentes represivos de la dictadura, fue adoptado por Carlos Ominami, entonces compañero de partido de Enríquez, y creció en el exilio en París. El apellido compuesto de Enríquez-Ominami es un reconocimiento a su padre y a quien lo adoptó, que hoy es senador y lo acompaña en la batalla electoral hacia La Moneda. Su esposa, que conduce un popular reality show en la televisión estatal, es otro de los puntales de su campaña.

Enríquez-Ominami proclama ser heredero natural del progresismo de Bachelet. Ahora, sostiene, es el turno de los jóvenes, y su lema electoral es "sigue el cambio". En un diálogo de un libro reciente se pregunta "cuál es mi mérito". Y se responde: "Sólo el hecho de que estoy dispuesto a perder".

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