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En medio de los recurrentes temblores y de un dolor difícil de superar, Sebastián Piñera asume hoy la Presidencia de Chile, tras el terremoto del 27 de febrero que causó al menos 497 muertos identificados y pérdidas por varios miles de millones de dólares. Aunque se ignoran la estrategia y las metas del nuevo gobierno, la tragedia obligó a un inesperado cambio de rumbo.
Piñera, que refleja en su rostro el agotamiento causado por los esfuerzos de los últimos días tras el terremoto, encabezará los destinos de Chile en una de sus coyunturas más difíciles. En estos días, Piñera y el resto de la clase política dieron innumerables muestras de unidad ante la adversidad. El país necesita volver sobre sus pasos en materia de infraestructura, con la reconstrucción de lo destruido por el sismo; reacondicionar o volver a construir carreteras, puentes, represas, edificios públicos y aeropuertos dañados.
Las pérdidas oscilan entre 4 mil y 7 mil millones de dólares, según la aseguradora Swiss Reinsurance, aunque para algunos analistas locales los daños superan los 32 mil millones de dólares.
El saliente ministro de Obras Públicas, Sergio Bitar, aseguró en días pasados que el costo de la reconstrucción ascendería a mil 200 millones, pero para otros analistas privados ese monto llegaría a los 11 mil millones de dólares.
Los planes de Piñera eran claros durante la campaña y aún después de su triunfo electoral: colocar a Chile entre los primeros países de la región a nivel económico y de desarrollo humano; completar reformas demoradas en materia de salud y educación y capitalizar —hasta convertirla en una empresa de capitales mixtos— a la estatal Codelco, la gigante del cobre.
Para ello había confiado en un gabinete poblado de empresarios y profesionales, más que en uno de hombres y mujeres de lealtades partidarias. El terremoto lo ha obligado a cambiar de planes. “No seré el presidente del terremoto, sino el presidente de la reconstrucción”, repitió en estos días Piñera. ¿Cómo hará para reconstruir Chile?, se preguntan todos en el país.
“Creo que el shock fue tan grande para todos que nadie, y el presidente tampoco, sabe qué caminos va a tomar aún”, opina el analista Santiago Escobar.
Las pautas de crecimiento
Para paliar las pérdidas, el nuevo ministro de Hacienda, Felipe Larraín, estudia cómo será utilizado el Fondo de Estabilización Económica, de 11 mil 200 millones de dólares, conformado con el excedente del cobre, para que pueda utilizarse en casos de emergencia. Larraín deberá modificar su pauta de crecimiento económico para el 2010, que una semana antes de la catástrofe era de 5%. Según el economista Guillermo Patillo, “no habría que extrañarse si en unos días nos damos cuenta de que el nivel de pérdidas y las necesidades para enfrentarlas es aún mayor”.
Algunos de los desafíos para Piñera tienen aroma a rancio. Si algo dejó al desnudo la catástrofe fue la fabulosa brecha social oculta bajo las relucientes cifras del éxito económico de los 20 años de la Concertación. La especulación, el aumento indiscriminado de los precios en los alimentos básicos, las imágenes de saqueos y robos de mercaderías, seguidas de la represión de las fuerzas del orden, que hicieron recordar épocas más autoritarias, pusieron en evidencia la deuda social heredada del pinochetismo y de los sucesivos gobiernos de la Concertación.
“Este terremoto nos recordó que la brecha social sigue siendo alta”, dijo José Aylwin, director del Observatorio Ciudadano. Lo que no se sabe aún es el lugar que la pobreza ocupará en la agenda de Piñera y si a final quedará marcado como el presidente del terremoto o de la reconstrucción.
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