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sábado, 24 de octubre de 2009

Comediantes pasan factura a Obama.

Noticia:


A casi un año de su histórico triunfo en las elecciones presidenciales de noviembre, el halo de gloria y la esperanza de cambio que han acompañado a Barack Obama en sus primeros meses de mandato en Estados Unidos han comenzado a resquebrajarse entre los rabiosos ataques de una derecha conservadora que nunca lo ha aceptado como uno de los suyos, pero también entre las puyas de una izquierda que ha comenzado a impacientarse y que hoy le pasa factura a través de programas de sátira como The Saturday Night Live, un importante barómetro de popularidad y un refugio de la conciencia política estadounidense.

Hace dos años, cuando el entonces improbable candidato a la Presidencia de EU visitaba por primera vez el show satírico de mayor audiencia, la favorita a la nominación del Partido Demócrata, Hillary Clinton, lo trató con desdén, mientras le restregaba los 25 puntos porcentuales de ventaja que le llevaba en las encuestas.

Pocas semanas después de su intervención en ese programa, la popularidad de Obama no sólo subió como la espuma, sino que su imagen quedó blindada durante el resto de la campaña, frente a los siempre temidos guionistas de The Saturday Night Live y otros programas de sátira política que se han convertido en la verdadera trinchera de la crítica sin concesiones, ante una prensa demasiado cauta o parcializada o frente a las grandes cadenas de noticias al servicio de poderosos intereses corporativos.

Ese blindaje que favoreció a Obama y que se había nutrido de la sed y la esperanza de cambio de millones, terminó a comienzos de este mismo mes cuando The Saturday Night Live puso fin a la veda que se autoimpuso y, por primera vez, pintó a Obama como un presidente blando, indeciso y desprovisto del carácter necesario para plantarle cara a la derecha y a los poderosos intereses corporativos para impulsar la agenda con la que se comprometió durante su campaña.

El primer acto de lo que muchos ven como la frustración y desencanto del centro-izquierda tuvo como protagonista al actor Fred Armisen en el papel de Obama, arremetiendo contra “aquellos que desde la derecha” le han acusado de “haber transformado a esta gran nación en algo que se asemeja a la antigua Unión Soviética o a la Alemania nazi”.

“Pues bien —dijo el supuesto Obama—, tengo que decirles que están muy equivocados, porque si se toman la molestia de mirar mi récord se darán cuenta de que, hasta ahora, lo que yo he hecho como presidente es Nothing (nada).

Acto seguido, el falso Obama muestra dos columnas de objetivos que marcan los logros y fracasos de su incipiente gobierno. “En mi primer día en el cargo, dije que cerraría la prisión militar en Guantánamo. ¿Se ha cerrado? No”, dice.

Entre bromas y medias verdades

La parodia continúa en el mismo tono de recuento desfavorable, hablando de las promesas rotas o incumplidas, como la de sacar a las tropas de Irak, mejorar la situación en Afganistán, sacar adelante una reforma sanitaria que termine de una vez por todas con el monopolio de las aseguradoras y las farmacéuticas y conseguir una reforma migratoria que saque de las sombras a más de 12 millones de indocumentados.

La sátira, una explosiva combinación de bromas y medias verdades, ha marcado así el fin de la tregua que la izquierda liberal había concedido a Obama con la esperanza de que su llegada a la Casa Blanca marcara un drástico giro en las políticas que sumieron a EU en la peor crisis de su historia reciente y en el total desprestigio internacional.

“El humor mezclado con algo de verdad siempre es peligroso para un político”, consideró el analista político Ed Rollins, al evocar el trágico caso de Sarah Palin, la compañera de fórmula del candidato republicano John McCain y cuyo futuro político fue malogrado en buena medida tras su aparición en The Saturday Night Live, donde los guionistas la retrataron como una mujer tan inculta como radical, una amenaza para EU. Es cierto que los programas de sátira y la política han convivido estrechamente desde los 60 en EU, pero la crisis de credibilidad de los grandes medios de comunicación han hecho de programas como The Saturday Night Live o el Daily Show de Jon Stewart, auténticos referentes de la conciencia política para un considerable sector del electorado que se revuelve entre la impaciencia y la frustración contra Obama.

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