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miércoles, 21 de octubre de 2009

Centroamérica, la región más violenta, alerta ONU.

Noticia:


Ni México, ni Afganistán ni Colombia: la región más violenta del planeta es Centroamérica, con una tasa promedio de 33 homicidios por cada 100 mil habitantes, que triplica la media mundial, que es de 9, mientras que la de América Latina es de 25.

Pero la inseguridad tampoco se resolverá con mano dura o suave, cómplice de la impunidad, sino con inteligencia, según el informe 2009-2010 de desarrollo humano de Centroamérica del Programa de Naciones Unidas (PNUD), divulgado en esta ciudad.

“Centroamérica se ha convertido en la región más violenta del mundo. Con excepción de aquellas zonas como, por ejemplo, la región sudafricana, afectadas por una intensa violencia política, los países centroamericanos en su conjunto tienen la mayor tasa de homicidios del planeta”, planteó el estudio, que exceptúa a Irak por su guerra.

La cifra de homicidios de 2008 en Honduras llegó a 58 por cada 100 mil habitantes, seguida por 52 en El Salvador, 48 en Guatemala, 32 en Belice, 19 en Panamá, 13 en Nicaragua y 11 en Costa Rica. Más de 79 mil centroamericanos fueron asesinados de 2003 a 2008, señaló el reporte. “Vivimos en una zona de altísimo riesgo para la vida”, afirmó Iduvina Hernández, directora ejecutiva de Seguridad en Democracia (Sedem), ente no estatal de Guatemala.

“Los estados están imposibilitados de garantizarle a la sociedad el disfrute de garantías y derechos fundamentales, como la vida, que es el más importante, por la inseguridad en que se vive”, dijo Hernández a EL UNIVERSAL.“Vivimos bajo riesgo de perder la vida ante cualquier circunstancia violenta”, añadió. El informe “nos pinta como región”, narró.

Solución sin ejércitos

Según el informe, “algunas creencias de mano dura, lejos de traer soluciones más bien agravan el problema, pues las políticas encaminadas al aumento excesivo de las condenas de prisión, la adopción de la pena de muerte, la movilización de los ejércitos a las calles y la facilitación del acceso de la población al armamento, no han logrado detener el avance de la inseguridad y algunas de ellas han generado más bien nuevos problemas”.

Narcotráfico, criminalidad organizada y “maras” o pandillas son los principales protagonistas en delitos contra la vida, en una región de intensa vulnerabilidad humana y social, exclusión, desigualdad económica y urbanización desordenada, aseveró. Los gastos anuales del área para atacar la violencia superan los 6 mil 500 millones de dólares—7.7% del Producto Interno Bruto regional— y la pérdida de productividad suma 1 mil 200 millones de dólares, precisó.

El estudio describe hacinamiento carcelario, policías desbordadas y juzgados congestionados, lo que agrava la impunidad, mientras se militariza la seguridad y la población decide cobrarse justicia por sí misma.

La solución es proteger “al Estado de derecho”, dijo Luiza Carvalho, representante del PNUD. “El binomio seguridad-democracia debe ser inseparable”, adujo. La crisis se atiende con insuficientes e incapaces “categorías del pasado”, alertó Lara Blanco, coordinadora del PNUD y coautora del informe.

Armas y muerte

Desde 2000, a cuatro años del fin de las guerras del istmo, empezó a registrarse un acelerado incremento en el promedio de homicidios para llegar a lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) otorga rango de epidemia, ya que supera la tasa de 10 asesinatos por cada 100 mil personas, en una región que tiene unos 38 millones de habitantes, de acuerdo con el estudio.

Superados los dos dígitos, la violencia “en un país pasa a ser considerada como problema de salud pública”, insistió.

Un elemento paralelo al aumento de la violencia es que, según los hallazgos de la investigación, en Centroamérica circulan más de tres millones de armas de fuego livianas, de las que al menos más del 66%son ilegales y alimentan un ávido contrabando.

El informe dijo que el ambiente de violencia e inseguridad es alimentado por la corrupción política, que merma el ritmo de crecimiento económico, afecta la distribución de bienes y servicios y provoca que cada vez haya menos confianza popular en las instituciones democráticas. La inseguridad surge por “profundos desajustes estructurales que requieren sociedades más solidarias”, concluyó.

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