Brasil y EU, en pugna por olimpiadas.

Todo Brasil volverá hoy a poner a prueba a Dios, para ver si en verdad es o no es brasileño. Para demostrarlo, Río de Janeiro debería convertirse en la sede para los Juegos Olímpicos de 2016, derrotando al Chicago del presidente Barack Obama, y convertirse así en el primer país sudamericano en organizar el evento y en el primero que lleve adelante un mundial de futbol (el segundo en 54 años) y la cita olímpica, con menos de dos años de distancia. Dos momentos deportivos que reflejen la época de grandeza que buena parte del país y el propio presidente, Luiz Inacio Lula Da Silva, dan fe de estar viviendo.

“Sí podemos”, dijo ayer Lula, apropiándose del eslogan de campaña de Obama, para dar la batalla por Río como sede olímpica. La justa aparece más que difícil. El carisma y la popularidad de Lula, el crecimiento económico y el descubrimiento de millonarias reservas petroleras, junto a liderazgo regional, se medirán hoy en Copenhague con el liderazgo de Obama y las posibilidades de que Chicago, se transforme en la sede americana para suceder a los juegos de Londres en el 2012.

Para los brasileños, los cálculos pasan por la certeza de que A cidade maravilhosa, goza de buen marketing para transformarse en ciudad olímpica. Cuenta con la ventaja de que Barcelona los organizó en el 92, de que Londres queda en Europa y de que Tokio parece mucho más atrás en las preferencias del Comité Olímpico Internacional (COI), con lo cual los escollos que quedan son las dudas por los altos niveles de inseguridad de la ciudad —que podrían cohibir a autoridades del COI hasta hacerlas desistir— y el tándem a derrotar: Chicago-Obama. Como si fuesen dos púgiles, amigos pero rivales hasta el último aliento, aparecen los dos presidentes, que suelen hacer gala de las excelentes relaciones de sus países y de “la buena onda” entre ambos, pero que hoy estarán frente a frente en la capital danesa para conquistar la sede.

Para Brasil, ese logro sería como llegar a la punta del iceberg de una era de mejoras constantes, tanto sociales como económicas y políticas. Para Lula sería cerrar un ciclo virtuoso de su gestión de gobierno. Alta popularidad, liderazgo regional y un rol cada vez más activo a nivel internacional. “Hacer el mundial y las olimpiadas, sería como la coronación de mi Presidencia”, le confió hace un tiempo a uno de sus más cercanos colaboradores.

En pos de ese sueño el gobierno no ahorra en presupuestos. Ayer en Copenhague, Lula dijo disponer de una infraestructura de 359 mil millones de dólares para las que serían la primeras olimpiadas de América del Sur. Pero en realidad cuenta con una plataforma en obras e instalaciones para este tipo de eventos de más de 17 mil millones de dólares; 3.2 mil millones gastados en la realización de los Juegos Panamericanos de 2007 y más de 10 mil en obras para el mundial de 2014 de un total de 14 mil que se esperan gastar. A partir de allí, arrancará el presupuesto para las olimpiadas si es que mañana la decisión del comité desata el carnaval en todo el país y comienza a convertir a la garota de Ipanema, símbolo de la sensualidad musical carioca, en una suerte de atleta de alta competencia.