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viernes, 2 de octubre de 2009

Ataques con ácido exponen el lado más cruel de Camboya.

Noticia:


Los ataques con ácido muestran el lado más cruel de la venganza en Camboya y dejan a muchas personas cada año con graves lesiones de por vida, además del estigma y el rechazo social por unas cicatrices que son el producto de los celos.

Bun Norath era uno de los delegados de Coca-Cola en el país y gozaba de una vida acomodada. Hasta hace tres años.

Su esposa no le perdonó una aventura con una jovencita y le vació un cubo de la concentración corrosiva en la cara. Perdió un ojo, la vista en el otro, una oreja y le desfiguró buena parte del rostro y un brazo.

"Me quedé sin trabajo, salario y amigos. Me quedé sin nada. Ahora toco el piano y canto. Intento hacer actuaciones en restaurantes para ganar dinero con el que pagarme algo de comida", explica Bun Norath.

La mayoría de camboyanos asocia este tipo de agresiones a riñas pasionales, aunque también hay casos fruto de disputas en los negocios, robos y accidentes.

"En la mayoría de los casos no se sabe el motivo. Suelen ser venganzas por algún hecho pasado del que a veces la víctima ya ni se acordaba", dice a Efe Chhoun Chenda Sophea, directora de Cambodian Acid Survivial Charity, la única organización no gubernamental en el país dedicada a la atención de estas víctimas.

A pesar de la asistencia, es muy fuerte el estigma que cargan aquellos a quienes el ácido les ha marcado para siempre.

"Cuando ven a una víctima, la gente piensa éste ha robado la mujer o el hombre a alguien, se lo merecía", manifiesta Chhoun Chenda Sophea.

Camboya se encuentra entre los países del mundo donde se registran más casos de ataques con ácido, junto a Bangladesh, Nepal y la India.

"Tenemos un problema de educación. Otro, la facilidad con la que se puede encontrar ácido. Y, luego, que no tenemos leyes", resume Chhoun Chenda Sophea.

"No hay ningún tipo de regulación sobre la concentración ni el tipo de ácido que se vende. Es muy barato y fácil de encontrar. Hay en todas partes", agrega la activista.

Cualquier taller mecánico dispone de ácido para las baterías de los vehículos a motor y se puede adquirir por a penas un dólar el litro.

También abunda en las zonas donde se encuentran plantaciones de caucho porque el líquido se utiliza en el proceso de depuración de la goma vegetal.

"Es más barato que comprar una pistola", concluye Chhuon, porque un arma normal se puede obtener en el mercado negro capitalino por unos cincuenta dólares, por lo general.

No sólo la facilidad de acceso al ácido explica la proliferación de ataques, para Chhoun Chanda Sophea otra clave es el trauma que la organización del Jemer Rojo dejó en el país.

"La gente no habla de sus sentimientos y es más violenta. Nunca oí hablar de ataques de ácido antes del Jemer Rojo", indicó la activista.

El Jemer Rojo gobernó en Camboya desde 1975 hasta 1979 y durante su régimen murieron cerca de dos millones de personas en las purgas políticas dictadas y las deportaciones masivas al campo en condiciones infrahumanas que se hicieron para establecer una sociedad socialista agraria, que llevó al país al "año cero".

A fin de atajar el problema, varias organizaciones llevan unos años pidiendo sin éxito a la administración que establezca medidas como un registro de compra-venta, regulación de la concentración y más dureza contra los agresores.

En Camboya, el ataque con ácido acarrea condenas de entre un puñado de meses y cinco años de cárcel.

"No está considerado un crimen sino sólo una falta por lesiones cuando, en realidad, las víctimas pierden la vista, el trabajo, sufren exclusión social. Se les destroza la vida", explica Ziad Samman, coordinador de la citada ONG.

Desde la puesta en marcha del servicio en 2006, Cambodian Acid Survivial Charity asiste a unas 200 víctimas con tratamiento médico gratuito y ayuda psicológica.

"Aquí vienen porque reciben atención médica y fisioterapia. Luego hablan entre ellos, intercambian experiencias y, de alguna manera, se vuelven a sentir parte de un colectivo", dice Samman.

"Ahora ésta es mi casa. Aquí tengo mis nuevos amigos", afirma Norath, sobre esta ONG.

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