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En plena efervescencia electoral, el Partido Republicano sufre estos días de arrebatos de extremismo compulsivo, mientras la voz de su sector más moderado ha sido acallado por la retórica incendiaria de quienes se presentan como “patriotas” o como “auténticos americanos”.
En medio de esta lucha entre radicales y moderados, desde Arizona la gobernadora Jan Brewer proclama una ley que ha puesto en la mira a los indocumentados y a la comunidad hispana por su aspecto racial.
Desde Washington, el senador por Arizona, John McCain, se suma a la defensa de esta ley y sugiere la construcción de una triple barrera para reforzar la frontera con México y contener la violencia de los carteles.
Desde Idaho, el ranchero y candidato republicano a la gubernatura de ese estado, Rex Rammel, defiende la creación de milicias “para hacer frente a las amenazas del gobierno central que quiere implantar el socialismo en todo el país”.
Y desde los mítines itinerantes de las Tea Party´s, la nueva estrella del conservadurismo republicano, Sarah Palin, promueve mensajes de patriotismo y pide a sus seguidores sumarse a la marcha “para revocar” la agenda del cambio de Barack OBama.
Bienvenidos al caldeado ambiente de las elecciones primarias y a la lucha por el Control de Congreso y más de una treintena de gubernaturas en noviembre próximo, donde la apuesta por el extremismo parece haberse convertido en la más popular receta de los republicanos para ganar elecciones en el corto plazo, pero en una peligrosa estrategia para garantizar su futuro.
Por el momento, la estrategia de radicalizar al partido parece haber rendido frutos. La mayoría de las encuestas dan cuenta de un gradual proceso de recuperación de los republicanos (48% frente al 44% de los demócratas según Gallup), de cara a las elecciones intermedias de noviembre, cuando las más conservadoras de las proyecciones vaticinan que podrían arrebatar de 25 a 40 escaños a los demócratas en la Cámara Baja y avanzar considerablemente en el Senado.
A pesar de que las elecciones de medio término suelen ser adversas para el partido de quien ocupa la Casa Blanca, en esta ocasión el índice de confianza en el gobierno —uno de los más bajos desde 1994 según Pew Research—, ha conseguido no sólo que los vientos soplen a favor de los republicanos, sino que las condiciones de una tormenta perfecta se hayan acumulado en el horizonte de los demócratas que podrían incluso perder el control de la Cámara Baja.
Lo que nadie sabes es quién asumirá el liderazgo de un partido dividido entre radicales de extrema derecha y moderados que se hunden en las encuestas.
El extremismo no paga
“Sin lugar a dudas, el tipo de energía que han traído movimientos como el Tea Party han ayudado al partido a movilizar apoyos y pueden ser de gran ayuda en las elecciones de noviembre”, dijo Julian Zelizer, de la Universidad de Princetown.
“Pero el extremismo que ha florecido en las últimas semanas no producirá ganancias de largo plazo”, advirtió Zelizer al referirse a la incapacidad histórica de los extremistas para conectar con el resto de la nación.
Desde la Presidencia de George W. Bush, el asalto de los neoconservadores había marginado a los moderados en el seno del partido, eclipsando las voces y posturas de líderes como Colin Powell. Hoy, pese a la derrota a manos de Barack Obama, el núcleo de extremistas se ha mantenido como una poderosa fuerza de agitación que ha conseguido captar la atención de los medios y de algunas de las bases más radicales, pero no el apoyo de la base republicana.
Según una encuesta de CNN, en caso de que los republicanos se enfrentaran a unas primarias por la nominación presidencial, el gran vencedor sería el ex gobernador de Arkansas, Mike Huckabee (24%), seguido muy de cerca por Mitt Romney (20%), el ex gobernador de Massachusetts. En tercero y cuarto lugar, Sarah Palin (15%) y Ron Paul (8%).
El ala extremista del partido sigue marcando la pauta, mientras los moderados se diluyen entre el ruido y las consignas de los radicales. “El declive de las voces moderadas es sólo una parte del problema”, consideró Vincent Cannato, de la Universidad de Massachusetts, en referencia al desafío del partido para atraer a la población joven y urbana y minorías como la hispana, que es una de las fuerzas electorales más dinámicas en todo el país.
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