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jueves, 6 de noviembre de 2014

Marchas y marchas, y ¿el día de las elecciones?

Marchas y marchas, ¿y el día de las elecciones?

¿Sirven para algo las marchas?

Pues la realidad nos dice que: los acuerdos entre el gobierno de la República con la sociedad civil, el Congreso y los gobernadores, para combatir la violencia no han dejado los resultados esperados desde hace dieciséis años.

Cada presidente, desde Ernesto Zedillo, pasando por los periodos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón y ahora en el de Enrique Peña Nieto, se ha convocado a cruzadas, acuerdos y diálogos por la seguridad del país.
Pero lo que llama la atención y es preocupante en todos estos años, es que los comentaristas y analistas políticos aporten pocas ideas sobre que hacer para que haya efectividad. De entrada, no es sólo la violencia el problema, sino la corrupción y la impunidad.

Este aspecto no se ha tratado, o se ha tratado con mucho menor énfasis. ¿qué hacer para que sucesos similares a los de Ayotzinapa no vuelvan a ocurrir? ¿Qué hacer para obligar a los políticos de todos los partidos, para que combatan la corrupción?

Las marchas, no sirven para nada. Además, habría que preguntarle a la gente que asiste a dichas marchas, cuando llegue el día de las elecciones, ¿asistirás a las urnas y por quién votarás? Seguramente dirán que sí acudirán, porque es un deber cívico. Muy bien. ¿Por quién votarán? Están en su derecho de no responder porque el voto es secreto.

 ¿Pero para que sirve el voto si estamos viendo que todos están coludidos en corruptelas o en el mejor de los casos, los que no están involucrados, no hacen nada? ¿No votar es una solución? Si lo hicieran todos, tal vez funcionara, pero ese escenario es utópico.

Tal vez hay que voltear a otro lado: al gasto público. Un gasto público con pocos controles, ofrece la posibilidad para que muchos  políticos desvíen los recursos presupuestales y facilita al crimen organizado la capacidad de presionar a las autoridades para que les asignen obras (una modalidad que ahora se pone en práctica) o les paguen una cuota.

Pero el gasto público lo tendrían que controlan los mismos que lo ejercen. ¿Lo harán?
Y como dice un dicho: no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre. Los ciudadanos, también son en gran parte culpables de lo que nos está pasando. ¿Por qué? Porque los partidos políticos le apuestan al olvido y a la dádiva en cada proceso para seguir manteniéndose en el poder.

La triste realidad es que son muchos los ciudadanos que no tienen memoria y/o que venden su voto por una despensa, una camiseta, o por 200 pesos, y luego se quejan de los malos gobernantes que tienen.
Los candidatos los ponen los partidos, pero los que los llevan al poder son los votantes. Entonces regresamos irremediablemente a lo planteado al principio: ¿la solución es no votar? Porque otras opciones, parecen ir al fracaso.

Pobre México.

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