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lunes, 23 de noviembre de 2009

Los niños perdidos de Guatemala.

Noticia:


¡Linchamiento!”, advierten enardecidos campesinos e indígenas guatemaltecos cuando sorprenden y atrapan a una banda de delincuentes que intenta robarse a un niño o a una niña, en cualquier pueblo de Guatemala.

Tras sufrir castigo con piedras, garrotes, látigos, fuego, sogas, cadenas o armas rudimentarias, en una muestra de justicia popular en alguna esquina de la aldea, los bandoleros son rescatados por temerosas patrullas policiales.

“Muerte”, exigen las exaltadas turbas, que recurren al rito de venganza por el cansancio ante un siniestro comercio: más de 35 mil menores fueron adoptados por vías irregulares en Guatemala de 1980 a 2007, en un dudoso y simple trámite notarial entre las partes y con robo o compra de infantes a sus madres para ser vendidos a traficantes locales o internacionales y enviados en especial a EU.

Pero la trama se agrava. Felipe García, director ejecutivo del Movimiento de Derechos de la Niñez, la Adolescencia y la Juventud de Guatemala (no estatal), denunció que hay desaparecidos mil 334 niños guatemaltecos que hace dos años fueron pedidos en adopción y en estos momentos se ignora si murieron, quedaron abandonados en suelo guatemalteco, viven con un pariente o se les envió al exterior con artificios ilegales para ser adoptados con documentos falsos

“Les llamamos el ‘limbo jurídico’. No sabemos dónde están”, dijo García a EL UNIVERSAL, tras acusar que la cadena mafiosa involucra a abogados, médicos, dueñas de albergues o “casa-cunas” clandestinas, agentes de migración, transportistas, hoteleros y un largo listado de cómplices.

Consultados por EL UNIVERSAL, García aseguró que “ni las autoridades” de las estatales Procuraduría General de la Nación (PGN) y Consejo de Adopciones saben si están vivos o muertos.

El caso de los desaparecidos fue descubierto este año, con un estudio iniciado en 2008 al entrar a regir una ley de adopciones que cerró portillos a los traficantes. La indagatoria buscó a 3 mil 33 menores pedidos en adopción a la PGN en el último trimestre de 2007 y detectó el faltante, explicó.

Rudy Pineda, vocero del Consejo, informó a este diario que la cifra inicial de desaparecidos fue de mil 32 menores. “Se nos desaparecieron”, lamentó, al aclarar que se presentaron 900 medidas de protección ante los juzgados por esos casos y la mitad “ya apareció”. No obstante, García insistió: la duda persiste.

Mercado malicioso

Encubierto en las adopciones, el negocio de robo y venta de menores guatemaltecos a precios individuales que oscilaron de 15 mil a 50 mil dólares convirtió a Guatemala en el segundo proveedor del mercado mundial de críos para adopción, superada sólo por China.

Guatemala acumuló un promedio anual de robos de menores que fluctuó de 351 a 413 casos de 2005 a 2008, según cifras oficiales, por lo que el país intenta ahora desmontar una floreciente estructura criminal para que los niños y niñas dejen de ser un negocio.

El objetivo “real”, alegó Zepeda, era “darle familia a un niño, pero se fue prostituyendo porque se convirtió en un negocio, en tráfico y trata de personas”.

La mafia mezcla blanqueo de dinero, clientes de Estados Unidos en hoteles de lujo, compra de embarazos y asesinatos de mujeres, porque al parir se arrepienten de entregar a sus bebés, según la Fiscalía General de Guatemala e investigaciones de organismos internacionales.

“Sigue siendo una red bien articulada. Es un negocio. La realidad rebasa la legalidad y la institucionalidad. Las redes han encontrado nuevas formas para seguir manteniendo su negocio”, recalcó García, al admitir que la cifra de denuncias de robo bajó con la nueva ley.

“La práctica permitió que en Guatemala hubiera robo de niños y una industria o mercado malicioso, malintencionado, que alquilaba vientres de madres jóvenes a las que pagaban por reproducir a un niño. Prácticamente eran maquilados estos niños y luego dados en adopción”, explicó. Los robos, adujo, ocurrían por la gran demanda externa “y no existían tantos niños (en el país) para ser adoptados”. Y en ese momento, emerge el rito del linchamiento.

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