Africanos hallan refugio en México.

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La presencia de africanos en México registra un aumento desde hace ocho años, sobre todo por la llegada de refugiados.

Katya Somohano, coordinadora general de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), informó sobre esta tendencia y detalló que en el país hay 190 africanos reconocidos en esa categoría que huyeron de sus países por persecución política o religiosa.

Mariana Echandi, oficial de información de la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, señaló que llegan al continente americano a través de embarcaciones europeas que los trasladan a Centroamérica.

Massimango Cangabo, autor de la investigación “La presencia contemporánea de África en México”, estimó que en 2000 había alrededor de 300 africanos, la mayoría de ellos migrantes de carácter científico, cultural y religioso. Esto, debido a que desde 1976 el ex presidente Luis Echeverría abrió las puertas de México a los africanos para que cursaran estudios profesionales.

Arturo Saavedra, investigador del Colegio de México del Programa de Investigación sobre Asia y África, indicó que también hay un grupo de africanos de la República Democrática del Congo que llegan a México como misioneros de congregaciones religiosas y la mayoría abandonan sus estudios teológicos, se casan con mexicanas y se quedan en el país.

La integración a la sociedad mexicana por parte de los refugiados es más difícil que la del resto de los africanos que hay en nuestro país. Los primeros, por lo regular, tienen estudios a nivel básico o técnico, mientras que los segundos son profesionistas.

Karina Arias, de la organización civil Sin Fronteras, dijo que los refugiados tienen más dificultades porque no tienen redes sociales que los amparen, además de que no acceden con facilidad al empleo porque son discriminados. La mayor parte vive en el DF, estado de México, Veracruz, Guerrero, Oaxaca y Quintana Roo.


Comentario:

Si en algo somos buenos los mexicanos es en ser excelentes anfitriones y con los africanos no podíamos fallar.