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martes, 30 de marzo de 2010

Las empleadas “invisibles”

Noticia:


En México hay un millón 816 mil mujeres que se desempeñan como trabajadoras del hogar, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2008 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI); pero a pesar de su gran número, ellas mismas denuncian ser invisibles para la sociedad, los políticos y los gobiernos.

Según esa encuesta, el número de trabajadoras del hogar equipara al de todos los oficinistas varones del país y es similar al de todos los vendedores ambulantes o maestros, sin que esto represente para ellas una ventaja política, económica, laboral o sindical.

Académicos, especialistas en el tema del trabajo doméstico y hasta servidores públicos reconocen que las trabajadoras del hogar son víctimas de exclusión y de una discriminación legalizadas, pues en las leyes Federal del Trabajo y General del IMSS sus derechos están limitados o son casi nulos.

En materia de políticas públicas, desde el nivel municipal hasta el federal, hay un enorme vacío de acciones y programas de gobierno.

Las trabajadoras del hogar realizan sus quehaceres sin un contrato laboral, sin seguridad social, con salarios inferiores al del resto de los trabajadores; sin tener derecho a vacaciones, pago de horas extras, pensión y jubilación; entre gritos, golpes y acoso sexual, pero forzadas a realizar extenuantes jornadas laborales y discriminadas por su origen étnico.

Originaria de Zitácuaro, Michoacán, Carmen Andrés Guzmán realiza desde hace 13 años el trabajo doméstico en la misma casa, sin más prestaciones laborales que el salario mensual.

Su jornada laboral inicia a las 8:00 de la mañana y termina casi siempre a la medianoche, pero dice que tiene una buena patrona, pues no la discrimina y cada año le incrementa el salario.

Carmen viajó a la ciudad de México en busca de trabajo cuando su esposo murió y la dejó a cargo de cinco hijas. La más grande de las niñas tenía ocho años cuando su mamá las dejó al cuidado de la abuela. Hoy la hija mayor tiene 26 años de edad y la que le sigue en edad es una señorita de 24 años de edad que estudia para convertirse en maestra.

“Yo le digo a la que está estudiando que le eche ganas, para que nuestra separación y mi cansancio valgan la pena”, recuerda Carmen. Entre lágrimas dice que sólo cada 15 días tiene el tiempo y el dinero suficiente para regresar a Michoacán y estar con sus hijas. A Zitácuaro llega los sábados por la tarde y se regresa los lunes muy temprano.

“Necesidades invisibles”

Marcelina Bautista Bautista, directora del Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH), acusa que los intereses y las necesidades de estas trabajadoras suelen permanecer ocultos, invisibles, escondidos entre las cuatro paredes de las casas en donde se les llama con los motes de sirvientas, chachas, gatas o criadas, sin que su realidad sea parte de las políticas públicas.

Pero entre ellas mismas y hacia afuera reivindican su nombre: se llaman trabajadoras del hogar. Rechazan el término de empleadas domésticas por considerarlo peyorativo y hasta como un insulto, “porque dicen que no son animales, porque lo perciben como una cuestión de domar, de domesticar, pero son personas”, dijo Patricia Hernández, directora del Colectivo Atabal, una organización dedicada a capacitar y a ayudar a este sector de la población.

Colectivo Atabal tiene, por ejemplo, una bolsa de trabajo para colocar a las mujeres que solicitan empleo, aunque en el último año y medio la oferta ha caído en un 50% como resultado de la inseguridad y de la crisis económica. Los patrones piden cada vez más requisitos para contratar a alguien, pero también exigen que esa persona haga más cosas por menos dinero.

En el año 1998, cuando se realizó el primer Congreso de Trabajadoras del Hogar en Bogotá, Colombia, nació la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadoras del Hogar (Conlatraho). Ahí se acordó que cada 30 de marzo se conmemorará el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar y se aprobó que nunca más serán llamadas empleadas domésticas.

La lucha a nivel mundial no ha parado, pues en junio de este año esperan que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) emita una serie de recomendaciones a todos los países miembros sobre el trabajo digno, para que las naciones elaboren instrumentos que mejoren la situación precaria de las trabajadoras del hogar.



Al conmemorarse el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, el presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred), Ricardo Bucio Mújica, lamenta que los escasos avances para garantizar los derechos de estas empleadas son logros exclusivos de los grupos y organizaciones que han creado estas mujeres, sin que en ello hayan intervenido los gobiernos, legisladores y patrones.

Critica que la democracia “no esté alcanzado para promover la igualdad” y fustiga que el tema ha quedado “invisibilizado” entre los partidos políticos, pues a lo largo de cinco legislaturas se han promovido al menos tres reformas a la Ley Federal del Trabajo con el objetivo de fortalecer los derechos de las trabajadoras del hogar, sin resultados.

“Si a algún sector de la población podemos decir que no le ha hecho justicia la Revolución me parece que es a las trabajadoras del hogar y, aunque creo que se han sumado muchos esfuerzos y más personas, siento que seguimos haciendo una roncha muy pequeña todavía. No hemos logrado que los cambios lleguen”, explicó Bucio Mújica.

Acusa que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) se ha sumado a la lista de quienes promueven la discriminación contra estas trabajadoras, al emitir dos sentencias en las que el máximo tribunal decidió que la labor hecha por ellas pertenece al ámbito familiar y por eso no pueden darse derechos laborales en los mismos términos que al resto de los trabajadores.

Hilda Téllez Lino, directora general adjunta de Quejas y Reclamaciones del Conapred, señala que en materia de derechos de este sector se cometan violaciones sistemáticas a la Constitución, a la Ley Federal del Trabajo y a tratados internacionales. Pone el énfasis en la contratación de menores de edad.

“Al contratarse a niños para hacer trabajos domésticos se violan convenciones de la OIT sobre la edad mínima de admisión al empleo. Los niños son engañados por los empleadores, de que van a ir a la escuela a cambio de aceptar el trabajo. En algunos casos se habla de una verdadera trata y tráfico de infantes para usarlos en el trabajo doméstico”, acusa Hilda Téllez.

Frente a ese escenario, el presidente de la Conapred anuncia que en coordinación con la Comisión Especial contra la Discriminación de la Cámara de Diputados, impulsará la reactivación de una reforma a la Ley Federal del Trabajo que se presentó en San Lázaro durante noviembre de 2007, la cual propone que se equiparen los derechos de las trabajadoras del hogar con el resto de la fuerza laboral del país.

La iniciativa

Esa iniciativa es el resultado de un amplio consenso al que llegaron organizaciones dedicadas a la defensa de las trabajadoras del hogar de Oaxaca, Chiapas, estado de México y el Distrito Federal, por lo que se concentran las propuestas del CACEH, del Centro de Apoyo a la Trabajadora Doméstica, del Colectivo Atabal, del Grupo La Esperanza y de la Red de Mujeres Empleadas del Hogar.

El documento establece que las y los trabajadores del hogar tendrán derecho a la jornada legal, al pago de horas extras, a dos días de descanso semanal, vacaciones, derecho a la indemnización por despido injustificado, prima de antigüedad y derechos colectivos. Por primera se vez se señala que se podrán realizar inspecciones al trabajo dentro de los hogares.

Hoy la Ley Federal del Trabajo establece que los “empleados domésticos” disfrutarán de reposo suficiente para tomar sus alimentos y para su descanso, sin precisar por cuánto tiempo es el reposo, y señala que la retribución salarial comprende, además del pago en efectivo, los alimentos y la habitación que equivalen a un 50% del salario.

Esa legislación, que no ha sido reformada desde 1970, no obliga a los patrones a inscribir a las trabajadoras en el seguro social y sus responsabilidades se limitan a guardar consideración al empleado, proporcionarle un lugar cómodo para dormir, una alimentación sana, condiciones de trabajo que aseguren su vida y salud, así como “cooperar” para lograr la instrucción general de esa persona.

La propuesta de las trabajadoras del hogar, que nunca pasó de su análisis en comisiones de la Cámara baja, plantea que la habitación y los alimentos no se consideren como parte de la retribución económica sino como prestación adicional y que el ingreso económico no sea inferior a los cinco salarios mínimos vigentes en el Distrito Federal.

Además, la iniciativa establece que los trabajadores del hogar tendrán derecho a su inscripción al seguro social, obliga al patrón a registrar ante las autoridades laborales todo contrato que celebre con su empleado o enfrentar una multa de 350 días de salario mínimo, así como proporcionar capacitación y adiestramiento.

Rosario Ortiz Magallón fue la diputada del PRD que se encargó de presentar esa iniciativa ante el pleno de la Cámara de Diputados durante noviembre de 2007. Hoy, como integrante de la Red de Mujeres Sindicalistas, dice que la misoginia de los legisladores fue un factor que complicó la discusión de esa propuesta, pues el trabajo en el hogar se abordó con mucho tabú.

Dice que hoy, cuando se ha abierto el debate por la reforma laboral que impulsa el PAN, es momento para rescatar la iniciativa en la que las trabajadoras del hogar depositaron unas esperanzas que después se desvanecieron.

“Perspectiva de derechos humanos”

Marcelina Bautista, del CACEH, lamenta que durante la discusión de aquella iniciativa, los diputados de todos los partidos hayan tachado a esa propuesta como discriminatoria, bajo el argumento de que se darían más derechos a este sector que a otros.

“Hoy la nueva reforma, la que promueve el PAN, contempla muchos menos derechos; para nada contiene aspectos que mejoren nuestra calidad de vida. Creo que falta voluntad política, hay una resistencia en el poder legislativo para adoptar una ley que sea coherente, con una perspectiva de derechos humanos y de no discriminación”, expone Marcelina Bautista.

En su propuesta de reforma laboral, los panistas establecen que los trabajadores del hogar disfrutarán de los beneficios que les confiere la ley en materia de igualdad de oportunidades y de trato, pero queda abierta la posibilidad de que los contratos sean verbales, sin la obligación hacia el patrón para inscribir al empleado al seguro social.

Así, bajo un contrato verbal, el PAN propone que la jornada laboral no exceda de las ocho horas diarias y que los sábados y domingos se establezcan como días de descanso. De acuerdo con la iniciativa albiazul, las vacaciones y otras prestaciones se establecerán conforme a la Ley Federal del Trabajo.



El presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), Luis González Placencia, considera que los diputados deben aprobar una reforma amplia a la Ley Federal del Trabajo en beneficio de las trabajadores del hogar, “porque estamos celebrando el Bicentenario de la Independencia y este es un escenario en donde la independencia no se ha dado, por lo que tenemos al menos 200 años de violaciones hacia quienes se dedican al trabajo doméstico”.

Explica que para la CDHDF no ha sido posible atender casos específicos de violación a los derechos de este sector, pues el tema queda fuera del ámbito de competencia de este organismo, al tratarse de asuntos laborales y de relaciones privadas entre particulares.

Pero dice que a través del Programa de Derechos Humanos de la ciudad se busca incidir en las políticas públicas para mejorar las garantías de las trabajadoras y evitar lo que él define como una relación colonialista entre la patrona y la trabajadora.

“La manera en como se construye esa relación pasa por donaciones que llegan como disfrazadas con actitudes de benevolencia, caridad, buen trato. Los patrones llegan a plantear que ellas son como de la familia, pero no comen en la misma mesa, no conviven en las mismas circunstancias y se llega al extremo de considerar un favor el darles alimentos o darles un techo”.

María Isidra Llanos es trabajadora del hogar desde hace 30 años y ha escuchado en varias ocasiones la frase “eres parte de la familia”. Pero nada bueno llegó de esa relación con su patrona, pues cuando fue necesario que la trataran como un miembro de la familia se le forzó a trabajar lo doble e incluso convaleciente de una cirugía.

“Yo le dije a mi patrona que el siguiente viernes me iban a operar. Se enojó y me reprochó que le dejara la casa tirada, pero yo no cambié la fecha de mi cirugía. Su respuesta fue que entonces me esperaba el lunes siguiente”, relata María Isidra.

Cuando el lunes llegó a trabajar, la esperaba una larga lista de tareas, entre ellas la de bañar al perro y sólo un billete de 200 pesos como pago. María renunció a ese trabajo luego de 25 años de labor con esa patrona.

“Trabajé con esa señora desde que tenía 14 años. Llegué al Distrito Federal porque ella me trajo de mi pueblo, de Libres, Puebla. Aquí yo no conocía a nadie, no salía los domingos y fue así que ella empezó a abusar de mis derechos, porque era un exceso de trabajo; me levantaba a las seis de la mañana y me dormía a las once de la noche, atendía a sus tres hijos e incluso los llevaba a la escuela, a la natación y al médico, aparte de la lavada, la planchada y hacer la comida”, explica.

¿Trabajadoras unidas?

El número de trabajadoras del hogar es tan alto que de unirse podrían integrar uno de los sindicatos más poderosos del país y avanzar así en la conquista de sus derechos, pero entre académicos y representantes de organizaciones que las apoyan esa unidad gremial se percibe como algo muy difícil.

Patricia Hernández, directora del Colectivo Atabal, explica que uno de los principales factores en contra del sector es la renuencia de los funcionarios públicos para atender el problema, así como una falta de perspectiva de género y de conocimiento del tema por parte de los diputados.

Sobre la creación de un sindicato, expone: “De manera personal no creo que sea la solución a los problemas, ya que en México los sindicatos están totalmente desprestigiados. Las trabajadoras no están acostumbradas a dar una cuota sindical y si no tienen lo suficiente para comer menos van a tener para aportar a un sindicato”.

La existencia de un gremio de trabajadoras del hogar es un tema que ha estudiado por más de 20 años la doctora Mary Goldsmith Corelly, académica de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) campus Xochimilco. En su estudio denominado Sindicato de Trabajadoras Domésticas en México, la investigadora dice que la falta de organización laboral obedece a múltiples factores, como el aislamiento laboral de las empleadas, sus bajos niveles educativos, el desconocimiento de sus derechos, el hecho de que consideren sus empleos como algo transitorio y hasta la limitativa legislación laboral.

En entrevista, dice que hasta la década de los 50 del siglo pasado, en el país había unos 30 sindicatos que agrupaban a los trabajadores domésticos, pero poco a poco desaparecieron, debido a que algunos se convirtieron en gremios de cocineros, meseros o empleados de hoteles. Además, las personas que formaban parte de un gremio eran despedidas de su fuente laboral o resultaba muy difícil su contratación.

“Así, la mayoría de las trabajadoras del hogar dejaron de afiliarse a un sindicato, porque además interiorizaron la noción de que no eran empleadas sino miembros de la familia”, explica la especialista Mary Goldsmith.

“Erráticas políticas públicas”

Pasaron por lo menos veinte años sin representación. Fue a inicios de la década de los 70 cuando surgieron colectivos y grupos de apoyo, enfocados sobre todo a la capacitación, ayuda y orientación, pero no como sindicatos.

La investigadora de la UAM estima que hoy, la conquista de derechos depende la aprobación de una buena reforma a la Ley Federal del Trabajo, pues de lo contrario las trabajadoras del hogar enfrentarán erráticas políticas públicas como una que tuvo lugar durante el sexenio de Vicente Fox denominada “Valora”, a través de la cual se ofreció certificación laboral a estas trabajadoras del hogar.

“El problema es que se dio capacitación laboral sin una estrategia para la colocación en buenos empleos y sin orientarlas sobre sus derechos laborales. Nosotros hicimos una evaluación de ese programa y encontramos que los resultados fueron muy limitados; no fue suficiente sólo un certificado que dice que una persona sabe planchar”, acusa la académica.

Hoy, al preguntarle a las autoridades laborales sobre la problemática del sector, la respuesta es pasarle la responsabilidad de una parte a otra. En la Procuraduría Federal de la Defensa del Trabajo se respondió que el trabajo doméstico es generalmente un asunto de jurisdicción local, mientras que en la Secretaría del Trabajo del Distrito Federal se argumentó que ese tema no es de su competencia.

Pero Malú Micher, directora del Instituto de las Mujeres de la ciudad, asegura que el gobierno capitalino no ha dejado solas a las trabajadoras del hogar, pues se les ha incorporado a programas de apoyo a mujeres, como al de mastografías, a talleres sobre derechos humanos y grupos de ahorro. La funcionaria argumenta: “Quienes legislan siguen siendo hombres y mientras tengamos puros hombres que legislen y no mujeres que sepan de labores domésticas no podremos avanzar”.

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