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Los esfuerzos del gobierno estadounidense para alistarse ante una eventual guerra cibernética han desatado una feroz competencia entre las principales compañías militares en busca de nuevos —y multimillonarios— contratos de defensa.
La exótica naturaleza del trabajo, junto con la recesión en la que aún está hundida la economía estadounidense, ha permitido a las compañías atraer talentos jóvenes que, en otras circunstancias, habrían optado por Silicon Valley. Y gracias a la competencia para desarrollar armas que defiendan contra, o desencadenen, ataques cibernéticos, miles de hackers-soldados trabajan en el Pentágono, poniendo en práctica sus habilidades cibernéticas.
La mayoría de las compañías militares más importantes —incluyendo Northrop Grumman, General Dynamics, Lockheed Martin y Raytheon— tienen grandes contratos sobre tecnología computacional con el Ejército y las agencias de inteligencia. Las empresas se están esforzando por atraer al grupo relativamente pequeño de expertos entrenados y con la creatividad necesaria para bloquear los ataques y diseñar respuestas. Han comprado firmas más pequeñas, financiado la investigación académica e incluso difundido anuncios para contratar “ciberninjas”, en una época en la que otras industrias siguen despidiendo personal.
Los cambios se reflejan en los laboratorios altamente clasificados, donde “nerds” de las computadoras, en sus 20s, bromean acerca de su labor de hackers “autorizados”. Aquí, en Raytheon, al sur del Centro Espacial Kennedy, con música rock de fondo, los ingenieros crean herramientas para proteger las computadoras del Pentágono e irrumpir en las redes de países que podrían convertirse en enemigos. Premios como máquinas para hacer capuchinos y montones de dinero sirven como estímulos, y cada logro es ovacionado.
Los jóvenes ingenieros representan el nuevo rostro de una guerra que el propio presidente Barack Obama describió el viernes como “uno de los desafíos económicos y en materia de seguridad nacional más grandes que enfrentamos como nación”.
El mandatario indicó que designaría a un alto funcionario para supervisar las estrategias de ciberseguridad. Sin embargo, a decir de expertos computacionales, al gobierno le falta mucho para poder sellar sus redes de las amenazas que cada vez son más persistentes y sofisticadas, con miles de intrusiones diarias de organizaciones criminales y legiones de hackers que trabajan para naciones que van de Rusia a China. “Todos atacan a todos”, dijo Scott Chase, de 30 años, ingeniero en computación que trabaja en Raytheon.
Daniel D. Allen, quien supervisa el trabajo en sistemas de inteligencia para Northrop Grumman, estimó que los gastos federales en seguridad computacional alcanzan los 10 mil millones de dólares al año, incluyendo programas clasificados. Es apenas una fracción de lo que el gobierno invierte en sistemas de armas. Pero poco a poco, las cosas han ido cambiando.
El interés del Pentágono en la ciberguerra ha alcanzado una “intensidad religiosa”, opinó Daniel T. Kuehl, historiador militar en la Universidad de la Defensa Nacional.
Joel Harding, director del Information Operations Institute, estima que hoy en día hay entre 3 mil y 50 mil especialistas en operaciones de información en el Ejército y entre 50 mil y 70 mil soldados involucrados en operaciones computacionales generales. Si a esa cifra se añaden los especialistas en la “guerra electrónica”, el arte del engaño y otras áreas, resulta que el personal en operaciones de información asciende a unos 88 mil 700, dijo.
Comentario:
Una nueva oportunidad para ofrecer sus servicios: los expertos en cibernética.
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