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jueves, 30 de abril de 2009

Los negocios de los hijos del presidente Álvaro Uribe.

Noticia:


Sus críticos les llaman Tom y Jerry en tono despectivo; un famoso caricaturista los retrata como dos ridículos querubines. Pero los hijos de Álvaro Uribe son cualquier cosa excepto inocentes niñatos. Tomás, ingeniero químico, casado con una modelo despampanante, y Jerónimo, soltero, recién graduado, se han convertido en cabezas de un incipiente emporio empresarial. Pero su éxito repentino, que siembra sospechas en unos mientras despierta admiración en otros, ha levantado una polvareda que no parece que vaya a amainar.

Hace unos meses su padre salió a terciar en una polémica sobre los chicos, cuando alguien le advirtió de que se estaban enriqueciendo a su sombra. En una solemne declaración desde Casa Nariño, sede presidencial, con televisión en directo y sus chicos mirándole, afirmó rotundo que ambos jóvenes no son "holgazanes ni mantenidos", sino trabajadores y emprendedores desde que eran chiquitos.

Parecía que allí quedaba zanjado el asunto, que la tormenta no rebosaría el vaso, cuando un periodista distante del gobierno, Daniel Coronell, excelente investigador, soltó un misil: con documentos en mano, mostró cómo los hermanos habían comprado a un gigante cervecero un solar por 33 millones de pesos (10 mil euros) y en solo dos años, por obra y gracia de ciertas resoluciones oficiales, algunas con la firma de varios ministros, pasó a valer tres mil.

Claro que donde Coronell veía tráfico de influencias, ellos, Tomás y Jerónimo, señalaban visión y esfuerzo. Además, tacharon al periodista de ser un impenitente crítico del padre, empeñado en darles palo a ellos para hundir al mandatario.

En esta ocasión los hermanos recibieron más dardos que aplausos de los periodistas, a diferencia de la vez anterior, cuando muchos les rociaron de incienso, destacando lo que consideraban brillantes dotes empresariales.

Y lo malo para ellos es que los pronósticos auguran que el temporal seguirá. No sólo habrá debate en el Senado a mediados de mayo sobre el tema, sino que Coronell ya anunció que destapará de nuevo la caja de los truenos con más datos. Lo irónico es su artículo aparece en la revista Semana, propiedad de un hijo del Presidente López, ya fallecido. Por un escándalo de negocios que protagonizó otro de sus retoños, vio truncada su carrera política.

En el fondo del asunto florece un dilema de vieja data: ¿qué deben hacer los hijos de los presidentes, en especial cuando se hacen mayores en los palacios?

Algunos mandatarios colombianos como Virgilio Barco, optaron por enviar a sus hijos al extranjero, lejos de las tentaciones del poder. Pero los Uribe, aún veinteañeros, no quieren residir fuera ni hacer nada diferente. Empezaron vendiendo artesanías a pequeña escala, siguieron con una empresa de reciclaje que ya supera los doscientos empleados y fueron agregando buenos solares a sus tradicionales inversiones.

Aunque pretendan esquivarlo, será inevitable que no despierten suspicacias máxime cuando hay decisiones de organismos públicos o de grandes empresas, algunas contratistas del Estado, que les benefician.

"El enriquecimiento de los hijos del presidente no ha venido de su capacidad emprendedora, sino de su capacidad de transformar el nombre de su padre y las decisiones de sus subalternos en riqueza personal", escribía en El Tiempo Claudia López, ácida opositora del gobierno, en su columna.

"Para los críticos, sin ningún indicio ni prueba, los sospechosos son culpables sencillamente porque no pueden ser inocentes... Como el tráfico de influencias es difícil de probar, entonces son culpables. Es la justicia estalinista, o la 'crítica paranoica' de Dalí", indicaba en la suya Alfredo Rangel, de la orilla de Uribe.

En los foros se mantiene la misma división. Unos tachan de sesgados o envidiosos a quienes dudan de la honestidad de los chicos. Otros reprueban su comportamiento y hablan de falta de ética y de corrupción. Queda un año largo de legislatura y los jóvenes empresarios Uribe volverán, a pesar de su padre, que detesta que se metan con sus hijos, al ojo del huracán.


Comentario:

La tentación de aprovechar la posición de un miembro de la familia como presidente de un país, siempre es muy fuerte. Pocos escapan a ella.

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