Angus T. Jones, millonario a los 15.

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Nunca un cúmulo de ventosidades fue tan redituable, pero lo cierto es que más allá de extasiarse con el perfume de sus espesas flatulencias —emitidas, como debe ser, ante el resignado público familiar— y de deglutir cantidades ingentes de comida chatarra, no es mucho más a lo que se dedica el niño Jake Harper en la serie Two and a half men. Las barbaridades del pequeño han convertido al actor infantil Angus T. Jones en uno de los jóvenes más ricos de Hollywood: su salario es de 1.2 millones de dólares por temporada y la serie ya va por la sexta. Acompañado por dos energúmenos, a la sazón su padre Alan (protagonizado por Jon Cryer) y su tío Charlie (el inefable Charlie Sheen, eje central de la historia), el chico funciona como disparador y reflejo de una familia absolutamente disfuncional que, a juzgar por el éxito de la sitcom, parece repetir el molde de miles de familias estadounidenses. Es bárbaro, iletrado, falto de modales, inútil ante las expresiones de cariño al punto de que cuando Alan le espeta a su hijo un tierno: “Te quiero”, la respuesta del chico es: ¡Gay!. Lo más parecido a Jake Harper es, sin dudas, Cartman, el gordito de South Park, no otro ser humano. Lo gracioso es que sus parientes directos, el padre divorciado y el tío cínico, se han tomado muy en serio la educación del pequeño y, tal como dicen las promociones de la serie, ambos “quieren lo mejor para Jake”.

En esa responsabilidad moral y la pretensión sin merecimiento de que nuestros hijos sean mejores que nosotros, se asienta la comicidad de la historia escrita y producida por Chuck Lorre, quien dice haberse inspirado en experiencias personales. Las situaciones hilarantes giran siempre en torno a Jake que, en su papel de observador de la decadencia que no le escatima su familia, resulta muchas veces el más cuerdo de todos y, sin dudas, el más mordaz. El caos vertiginoso al que suele estar sometido el niño Harper no parece tener correspondencia con la vida ordenada que aparentemente rodea al actor Angus T. Jones. “Comencé mi carrera a los cuatro años como modelo e hice comerciales hasta los seis; a esa edad filmé mi primera película (El novato, en el 2002, junto a Dennis Quaid) y así me descubrieron para hacer Two and a half men a los nueve. Esa es mi vida”, dice, como si estuviera contando lo que hizo a la hora del recreo, mientras una peinadora intenta acomodarle un mechón rebelde. Nació el 8 de octubre de 1993 en Austin, Texas y su historia de vida refleja una nueva generación de niños actores de Hollywood, preocupada en hacer una tersa transición hacia la adolescencia. T. Jones aparece lo mismo en primera fila en un juego de los Lakers que en un festival de música con una playera de los Red Hot Chilli Peppers, pero rara vez ofrece entrevistas y sus padres lo mantienen alejado de los reflectores. Vive en Los Ángeles, con sus padres, sus hermanos pequeños y su gato y no es mucho más lo que se conoce de su vida. La serie que protagoniza ha recibido numerosos premios y se mantiene al frente, sólo superada por House, CSI y Grey’s Anatomy. De hecho ya están comprometidas tres futuras temporadas.

Uno de los desafíos de la serie y del propio Angus T. Jones en esta temporada es el funcionamiento de sus hormonas. En los últimos capítulos, el chico aparece bronceado, mucho más delgado, con la silueta típica del adolescente que ha pegado el estirón y en algunos foros de internet algunos fanáticos dicen que la serie perderá frescura con el crecimiento de Jake. El nuevo rey de la comedia, Chuck Lorre no parece estar muy preocupado y ha dicho en broma que “siempre serán dos hombres y medio, porque conforme vaya creciendo Jake se irán empequeñeciendo Alan y Charlie”.


Comentario:

Mientras, otros sufrimos por ganarnos unos centavos, este pequeño actor gana millones; quien por cierto es bastante bueno.