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jueves, 12 de febrero de 2009

No se pudo.

Noticia:


¿Alguien le creyó a Sven-Göran Eriksson cuando decía que México iba a jugar con las armas del rival? La verdad parece otra: el futbol mexicano construyó murallas para esconder su pobre realidad.

Más allá del presupuesto, México inicia con una derrota el Hexagonal clasificatorio para el Mundial. Lo hizo al caer, como siempre, en la telaraña del rival. Estados Unidos gana con el marcador habitual: 2-0, los dos obra de Micheal Bradley (43’ y 89’), quien oficia de defensa central y es hijo del seleccionador de los de las barras y las estrellas.

¿Será imposible ganarle a EU en su casa? Al menos es seguro que tratando de imitar su juego no lo vamos a lograr.

Los vecinos tienen lo que en términos de futbol llaman “escuela”. Brasil, por ejemplo, siempre se sabe a qué va a jugar. Con EU pasa lo mismo.

Seguro que el técnico de México no pensó que con unos días de trabajo, el Tri iba a conseguir esa precisión en la marca, ese oficio para recuperar balones y ganar rebotes, esa eficacia ante el arco, que caracteriza a los rivales.

El desconocimiento de los tiempos y movimientos entre los jugadores mexicanos es evidente. Cuando el delantero arranca hacia el centro, el mediocampista tira el esférico a la banda. La descoordinación es el elemento que destruye al Tri.

Así que no hay futbol. Al menos que hubiera coraje y liderazgo. Pero de eso, ni sus luces.

A ver, si no es para uno de estos partidos que pueden definir el destino del Tri, ¿para qué se necesita a Rafael Márquez? El “capitán” se fabricó una expulsión de la nada (66’) por patear al arquero Howard. Eso no es nuevo en él.

La fórmula del rival es tan predecible como los pronósticos del clima que anticiparon fuertes vientos y lluvia para antes del partido: si no era en un contragolpe (que los hubo), sería a balón parado.

La receta no falla. Un tiro de esquina malo (porque no saben mandar uno con comba hacia afuera), que Landon Donovan recentra con la complacencia de Martínez. El remate de Onyewu fue desviado por Oswaldo, aunque no lo suficiente para evitar lo que vino después.

La jugada fue una ráfaga, como el viento que derrumbó los ladrillos verdes: Bradley se encontró con el rebote de Sánchez y mandó el balón al fondo de las redes.

Lo que siguió fue una copia de los recientes enfrentamientos entre Estados Unidos y México. Los primeros en la espera paciente y los verdes en la desesperación que crece conforme se acerca el final.

Y así fue. Mientras México se miraba impotente en el sueño del empate, los locales hacían grande un contragolpe que demostró a Eriksson que todo lo que planeó (hasta el día de descanso) fue insuficiente.

Si el portero de México se había ganado que desde la tribuna le gritaran “¡San Oswaldo!”, al final terminó “comiéndose” un gol a tiro lejano del mismo Bradley del principio.

Y aunque esta vez el “cuentacuentos” venía de lejanas y nórdicas tierras, el final de la historia terminó siendo el mismo que el de hace cuatro y ocho años en la cancha de Colombus: EU es el que manda.

Comentario:

De ahora en adelante, será un milagro que México le gane a Estados Unidos.Lo vengo repitiendo desde hace mucho tiempo y cada partido me da la razón. ¿Pero por que se habrian de preocupar los jugadores mexicanos de ganar en campeonatos mundiales si ganan un dineral en el futbol local? ¿Por qué nos hacemos tontos? No son los técnicos, son los jugadores que se comportan como vedettes, o también algunos técnicos que también juegan el mismo papel. Como decía hace muchos años Manuel "el loco" Valdés: el lema de la selección es viaje ahora y gane después. ¿Ganar, para qué?

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