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lunes, 7 de septiembre de 2009

Rawabi: un sueño palestino.

Noticia:


Bashar el-Masri lo recuerda bien; tiene muy presente el momento en que vio la tierra, entre las colinas al norte de Ramalá, en Cisjordania, sintió el aire fresco y la tranquilidad y empezó a soñar. “Aquí habrá algún día una nueva ciudad, la primera ciudad palestina de la era moderna, construida por palestinos, para los palestinos”.

El lugar aún no existe, pero ya tiene nombre: Rawabi (colinas), donde 6 mil unidades de vivienda, mil de ellas de lujo, serán el hogar de unos 40 mil palestinos, que según las estimaciones serán en su mayoría parejas jóvenes, universitarias, que cuenten con un nivel medio de ingresos.

Al recibir a EL UINIVERSAL en su amplia oficina moderna en Bayti, la empresa que ya está planificando la ciudad y que piensa empezar pronto a construirla, El-Masri habla con suavidad, pero con firmeza. No tiene dudas: Rawabi ya no es sólo un sueño, sino un plan concreto que dentro de poco comenzará a tomar forma.

Para este exitoso empresario palestino de 48 años —nacido en Naplusa, que estudió en EU y trabaja sin parar desde muy joven— lo más importante es hacer buenos negocios en su hogar, los territorios palestinos.

“Esto no es filantropía. Aunque quienes compren casa en Rawabi tendrán muy buenas condiciones, sumamente accesibles, nosotros ganamos; eso es un hecho. Lo bueno es que lo podemos hacer como un negocio que da ganancias, mientras creamos puestos de trabajo, aportamos a los territorios y vamos construyendo lo que vemos como el símbolo del futuro Estado que tendremos”, explica Bashar.

“Claro está que Rawabi no será el Estado palestino, pero sí una señal del Estado que queremos y merecemos: libre, moderno,secular, con buen nivel, donde se disfrute la vida y se pueda avanzar”, agrega.

No sólo eso. El empresario tiene la certeza de que luego habrá Rawabi II y Rawabi III. El subdirector Ejecutivo de Bayti, Amir Dajani, dice que los otros dos eslabones en la cadena serán probablemente erigidos en la zona de Hebrón y en el triángulo Tulkarén-Jenin-Naplusa.

Los trabajos no han comenzado, ya que si bien toda la tierra está bajo jurisdicción palestina, se necesita también una franja de 3 km de ancho que pasa por territorio que según los acuerdos de Oslo está del lado israelí, a fin de construir una carretera que sirve de acceso a la zona aledaña a Ramalá, la gran ciudad que será vecina de Rawabi.

“Los israelíes nos han dado a entender claramente que no habrá problema y nosotros esperamos que así sea, porque puede haber una buena cooperación y está claro que no sólo las materias primas que necesitamos pasan por puertos de Israel, sino que también usaremos tecnologías suyas, que son muy avanzadas”, explica Bashar.

“Los israelíes con los que nos hemos encontrado nos desean suerte y consideran que será mejor también para ellos que a nosotros nos vaya bien”, dice El-Masri.

Aquí se combinan muchas esperanzas. Está el simbolismo relacionado con la construcción de un futuro propio, con manos palestinas, sin basarse únicamente en la ayuda internacional. “No quiero lástima de la comunidad internacional, porque ser víctimas no nos ha ayudado a llegar a ningún lado”, sostiene Bashar el-Masri.

Está también el efecto económico que todo esto tendrá. Amir Dajani lo explica con números concretos: Rawabi creará entre 8 y 10 mil puestos de trabajo en la construcción, además de entre 3 y 5 mil puestos en la ciudad, en sus distintos servicios, como restaurantes, hoteles, bancos y otro tipo de negocios. “Esto generará un efecto multiplicador en las nueve localidades palestinas alrededor de Rawabi, en términos de acceso a tratamiento médico, educación y otros servicios”, explica.

Y no menos importante, aunque no se mida en números, es el orgullo nacional, la certeza de que los palestinos pueden mostrar de qué son capaces, sostiene Dajani. “Es un símbolo del comienzo de la marcha hacia un Estado independiente, de la mejora del nivel de vida para jóvenes palestinos. Aspiramos a ayudar a las nuevas generaciones para servir de ejemplo en una nueva vida moderna de la sociedad palestina”.

De fondo, inevitablemente, está la pregunta acerca de cuán inestable puede tornarse la situación hasta ahora de calma en Cisjordania. Amir Dajani sostiene que “el sector privado está seguro de que el cambio está en camino” y confía en una buena relación con Israel, apenas “se aclare la situación política”. “Creemos que Estados Unidos traerá un cambio verdadero en el terreno y que el liderazgo israelí es serio y está decidido a ver en los palestinos un socio a largo plazo”, resume.

Su jefe, Bashar el-Masri, es un tanto más cauteloso, al afirmar que no ve las cosas con optimismo ni con pesimismo y que prefiere, basándose en experiencias pasadas y en crisis que arruinaron lo que en otros años parecía una paz inminente, “ser realista”. No tiene dudas de que la única forma de avanzar es la vía pacífica.

“Sin radicalismos y sin extremismos, sólo así construiremos el Estado palestino”, agrega Amir Dajani.

Y es eso, un Estado en paz, disfrutándolo eventualmente en Rawabi, lo que desean también los jóvenes que planean mudarse a esa ciudad. Entre ellos están Ikhlas Hassoune y Saher Abdel Hadi, una pareja con un pequeño hijo de más de dos años de edad, que sueña con su nuevo futuro.

“¿Qué puede uno ansiar?”, pregunta Saher retóricamente. “Una buena familia, hijos sanos, un buen trabajo, un carro y departamento propios”, nos dice al recibirnos en su casa actual, alquilada, en Ramalá. “Eso es lo que queremos. Vivir en paz”.

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