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lunes, 17 de agosto de 2009

Subestima México los cráteres de impacto.

Noticia:


El choque de un cuerpo celeste contra la Tierra puede ser catastrófico, eso bien lo saben los científicos y lo han retratado películas de ficción como Deep Impact. Con todo, las huellas de esos eventos también aportan datos sobre el origen de la vida, el Sistema Solar y la historia geológica del planeta.

Sin embargo, el estudio de las estructuras geológicas (cráteres de impacto) que se forman tras la colisión de un meteoroide, asteroide o cometa es escaso en naciones en desarrollo, incluido México, donde la gran excepción es el cráter de Chicxulub, en Yucatán.

Así lo considera la académica María Guadalupe Cordero Tercero, investigadora del Departamento de Ciencias Espaciales del Instituto de Geofísica de la UNAM, quien advierte que al observar en un mapa mundi las zonas de impacto hasta hoy registradas (unas 120), se nota una mayor concentración de ellas en Norteamérica, Europa y Australia.

“Hay dos vacíos: uno en los mares y océanos y otro en los países del Tercer Mundo. En el primer caso porque es muy difícil encontrar cráteres de impacto en el fondo marino, que se renueva constantemente. En el segundo, porque la situación económica limita la investigación”, considera la académica.

Eso no significa, apunta Cordero, que no tengamos otros cráteres de impacto en territorio mexicano, lo cual tiene un valor científico y a la vez económico: “El ejemplo clásico es el de Chicxulub, que en sus rocas alberga petróleo, por lo cual es posible que en otros cráteres también haya minerales importantes”.

Los “proyectiles” cósmicos que llegan a la Tierra contienen valiosa información que puede extraerse al revisar la composición química de sus remanentes, lo cual arroja pistas sobre su lugar de procedencia o incluso sobre la presencia de materiales orgánicos.

Aunque su tamaño es muy variable, se estima que los de más de un metro pueden pasar el “filtro” de la atmósfera e impactar el terreno, aun cuando ya se hayan fragmentado. Y al analizarlos se pueden encontrar también claves útiles para entender procesos biológicos.

De hecho, una teoría postula que la formación de cráteres de impacto propició el surgimiento de la vida o su desarrollo en nuestro planeta. Esto habría ocurrido porque al penetrar el objeto hasta toparse con depósitos de agua subterránea tal vez formó sistemas hidrotermales a partir de diversos elementos químicos y roca fundida.

“Todo mundo piensa que al llegar un impacto fuerte arrasa con la vida, pero también pudo alentarla”, dice Cordero.

Calendario natural

Otra razón por la cual vale la pena estudiar cráteres de impacto es que éstos funcionan como una especie de calendario natural que da cuenta de la historia geológica del planeta. La científica lo explica con la metáfora de una pared: si ésta se deja sin pintar conserva vestigios que permiten calcular su antigüedad.
En cambio, cuando la pared se pinta quedan borradas esas evidencias del paso del tiempo. De la misma forma, apunta, cuando en una zona de la superficie continental existen pocos cráteres de impacto, esto puede ser indicio de que ahí ocurrieron procesos geológicos que renovaron la corteza terrestre.

Hay diversos medios para explorar cráteres de impacto. Entre ellos están los clasificados como percepción remota, que, como indica su nombre, facilitan la visualización a distancia a través de tecnologías como cámaras y satélites.

De hecho, Cordero confía que una vez constituida la Agencia Espacial Mexicana (que aún debe avalar la Cámara Baja) pueda incorporar algunas líneas de trabajo que ella propone para subsanar el vacío en la materia.

Proyecto pendiente
“Otro proyecto que tenemos es estudiar cómo caen los objetos más pequeños y se fragmentan para tener más información sobre su resistencia”.
Según los modelos computarizados que Cordero usa, los objetos que entran a la atmósfera terrestre a 20 kilómetros por segundo y con tamaño menor a dos metros se fragmentan.

En forma paralela, añade, deben efectuarse sondeos directos sobre el terreno donde sea localizada la huella de un impacto, ya que desde el cielo no es posible hurgar qué tipo de objeto lo produjo.

La especialista también considera relevante estudiar en directo en el terreno (con las herramientas de la geología) las regiones de impactos y sus alrededores, porque los meteoroides o asteroides que colisionan propician la expulsión de grandes cantidades de material originalmente enterrado, que al analizarse revelan detalles sobre la estructura y propiedades mecánicas de la corteza.

No menos importante es, en opinión de la experta, integrar a México a los programas para identificar, por medio de observaciones telescópicas, objetos cercanos con riesgo de impactar la Tierra.

Pone como ejemplo el caso de los asteroides, que en México no son buscados por parte de los astrónomos. Y lo mismo sucede con las “cicatrices” que dejan esos cuerpos en la tierra.

“En Chicxulub tuvimos la suerte de que Pemex establa explorando el terreno y lo descubrió; pero de no haber sido por eso, tal vez no nos habríamos dado cuenta de su existencia”, concluye la experta de la UNAM.

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