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Apenas espera a que termine la pregunta y ya expresa la respuesta categórica, directa: no, Marcelo Ebrard no busca, no espera, no le apuesta a la caída del presidente Felipe Calderón y su gobierno. Eso, sentencia, sería suicida.
¿En verdad no crees en esa posibilidad?
¡No, no! Yo creo que... me parece que pensar en esa ruta es un grave error estratégico. ¿A quién le conviene eso? Sería muy grave el costo para el país. Entonces, no simpatizo para nada con esa idea. Es un error garrafal pensar así.
Llama la atención la calma y el sosiego del jefe de Gobierno del Distrito Federal. No se altera ni levanta la voz. Por momentos, durante la entrevista sonríe y hasta suelta la risa abierta. Lejos está de esa imagen grave, tensa, que se le ha visto en varias ocasiones durante los últimos años.
Y con seguridad, una, dos, tres veces diría que sí, que sí aspira a ser presidente de la República. Enfatiza que habla así del proyecto, de esa posibilidad, la acepta, “porque soy gente honesta, me gusta hablar con la verdad, no me gusta decir mentiras. Por eso te reto a ti a que me digas qué gobernador no aspira”.
Marcelo Ebrard en su despacho. Viste de traje negro, corbata... amarilla por supuesto, pero con tenues rayas. En la solapa no está el águila republicana del movimiento lopezobradorista. Bebe el café que se sirve en su oficina, medio desabrido a flojón, un despacho entre dos salones, el primero, pequeño, le sirve de comedor; el otro, para sala de juntas.
Se sienta cómodo en el sillón de piel negra y está atentísimo a todas las palabras que le llegan y a las que deja salir.
Físicamente estamos cerca del Palacio Nacional. ¿Qué tan cercana está la posibilidad de que el 2012 tú estés ahí adentro?
En el tiempo el 2012 está muy lejos, cuando yo estoy todos los días a cargo de una ciudad tan compleja. Y tengo muy claro que un jefe de Gobierno pensando en el 2012 sin atender a la ciudad no va a llegar ni al 2009.
Sobre el escritorio, en ordenado desorden, una gran cantidad de documentos. Junto, sobre una mesita, un dibujo que le hicieron sus hijos cuando eran pequeños. “Te queremos mucho papi”, la dedicatoria. Él dice: “Siempre están conmigo, son lo más importante, su presencia, su cariño son mi razón”. También hay dos fotografías en las que se abraza con su mamá. “Ya murió. Fue la persona más cercana para mí, en todo momento la tengo presente”.
De sus frases, sus consejos, ¿con cuáles te quedas?
Me decía: “Mijito, sigue adelante y ten cuidado”. Así, las dos frases juntas.
Dices que no le apuestas a la caída de Felipe Calderón, ¿y a que le vaya mal?
Es que habría que ver qué significaría que le fuera mal, y eso sería que le va mal al país. No sería para alegrarse. ¿Que en la economía le va muy mal al país? ¿Qué en seguridad le va mal a México? Sería muy alto el costo. Yo creo que la cuestión puede estar en que cada quien haga lo que puede y sabe hacer, y en base a eso vamos a ir construyendo la competencia.
Por ejemplo, con el gobernador del estado de México tenemos muy buena relación, hemos hecho muchas obras juntos. Y mucho se puede logra con esas bases.
Entonces, puntualiza: “En la vieja escuela de la política mexicana, con lo que nunca estuve de acuerdo, con la que no estoy de acuerdo, la competencia es la aniquilación del contrario”.
Marcelo Ebrard. Frente a su escritorio, y dice que en su casa también, hay grandes pantallas en las que aparecen imágenes de diversas partes de la ciudad. Siempre está al pendiente de ellas, como de su inseparable laptop de color negro. Ebrard de buenas. En su despacho hay varias bicicletas en miniatura. “Me gusta andar en bici y no me he caído hasta ahorita”, dice sonriente.
Entonces quedamos en que sí aspiras...
Por eso estoy aquí. Siempre aspiré a ser un servidor público de alto rango.
¿Del más alto rango, el más alto?
Pues mejor vente en el 2012, te lo contesto...
Comentario:
Como todo un político ex priísta, Ebrard no le apuesta a la caída de Felipe Calderón. La insensatez está en otra parte.
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