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sábado, 3 de octubre de 2009

Lula justifica victoria de Río sobre Obama.

Noticia:


“Dios es brasileño”. La designación de Río de Janeiro como sede de los Juegos Olímpicos de 2016 sacudió de emoción a todo Brasil y a buena parte de Sudamérica. Representó la coronación del ascenso del gigante regional como potencia emergente y ratificó una vez más el rol cada vez más activo y el liderazgo regional del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, “el mejor gerente de marketing” que ese país ha podido encontrar a lo largo de su historia.

Sus lágrimas de emoción al conocer la noticia y durante la conferencia de prensa recorrieron rápidamente el mundo. Esa especie de nocaut de imagen que pareció propinar a su homólogo estadounidense Barack Obama, fue atemperado de inmediato por un Lula, como de costumbre, rápido de reflejos políticos. “Yo no le gané a Obama. Fue Río de Janeiro el que venció”, dijo.

Cuando Jacques Rogge, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), abrió el sobre con el nombre de Río, no sólo las 110 mil personas que se aglutinaron en las playas de Ipanema para seguir las transmisiones del acto como si fuese la final del mundial de futbol, o la llegada del Año Nuevo, generaron una explosión de júbilo que se extendió hasta bien entrada la noche.

En Copenhague, mientras la delegación en pleno, incluidos el escritor Paulo Coelho y el “O Rei” Pelé, no podía retener las lágrimas, Lula no paraba de agradecer y de hacer promesas. “Mañana mismo, no pasado mañana, sino mañana estamos trabajando para 2016 porque Río y el pueblo brasileño se merecían esto”, aseguraba.

“Este es un sueño que yo tenía. Esta es la emoción más grande de mi vida, yo que he participado en muchas cosas en mi vida, imaginaba que no me emocionaría y ahí estoy yo entre los más llorones. Quería pedirle disculpas al compañero (José Luis Rodríguez) Zapatero, al compañero (Barack) Obama y a (Yukio) Hatoyama porque yo estoy feliz y ustedes tristes. Pero ustedes ya estuvieron felices varias veces y nosotros tristes muchas veces. Hoy tenemos derecho de estar felices”. Esa felicidad estaba sustentada en la fe que Lula asegura se tenía para lograr la designación olímpica.

“Es la posibilidad de demostrar que somos una gran nación. Fuimos colonizados y por eso los compañeros no se tenían fe. Cuando vieron llegar el avión de Obama decían: ‘Llegó Obama, ahora perderemos…” Pero Lula, presto a la broma, confesó que “Obama me había dicho que no iba a venir. Me había dicho va mi esposa y ella es buena para eso. Yo le dije: ‘Mire si usted no viene yo voy a ganar. Y quiso Dios que él viniese y nosotros hayamos ganado…”.

La designación como sede olímpica de una de las ciudades más peligrosas de América Latina representa, al mismo tiempo, un desafío para el liderazgo brasileño, que deberá revertir esa imagen y sacar definitivamente a la ciudad de ese largo letargo en el que parecía estar sumida y del que comenzó a despertar desde ayer.

“El triunfo es de toda Sudamérica”, dijo Lula en su rol de líder regional.

De este modo, Brasil se convierte en el primer país sudamericano en seguir los pasos de México de finales de los años 60 en eso de organizar un mundial de futbol y las olimpiadas con una diferencia de dos años entre ambos eventos.

“Este es día más emocionante de mi vida. Siento orgullo de ser brasileño”, sintetizó Lula entre lágrimas.

“Brasil ganó definitivamente su ciudadanía internacional, nosotros no somos de segunda clase, somos de primera clase”, remarcó el mandatario brasileño.

“No fui yo quien tumbó a Obama. Lo que estaba en disputa eran dos proyectos que tenían muchas cosas técnicas para ser discutidas entre especialistas del COI”, insistió Lula.

“Vamos a tener que dormir menos horas, sufrir más y trabajar más. Ahora la palabra obligatoria es trabajo, trabajo, trabajo, para que hagamos lo mejor que se haya hecho en cualquier momento de la historia de Brasil”, dijo Lula. Lo cierto es que la victoria de Río de Janeiro también se debió a un eficiente cabildeo iniciado tras la visita de inspección realizada por el COI en mayo, la primera evaluación positiva de la ciudad.

Además de Lula, quien se reunió con jefes de Estado, concedió entrevistas e hizo llamados públicos a favor de Río, autoridades de la ciudad y “embajadores olímpicos” como el ex futbolista Pelé se involucraron en la candidatura recorriendo durante meses el mundo para convencer a electores.

Una frase de Pelé resumió su propio papel en la campaña que le dio la victoria a Río: “Dios sólo me pone en equipos vencedores”.

¿Qué le queda por lograr a este Lula, surgido de la pobreza más honda y que transitó un largo camino para llegar a ser el mejor vendedor de la marca Brasil?

Dos cosas, según se desprende de su obra de gobierno y de su estrategia política para cuando deje la Presidencia, el primer día de 2011: reducir todo lo posible la escandalosa pobreza de un país que ya se siente potencia y tratar de ser el presidente que inaugure los Juegos Olímpicos 2016, si es que logra regresar al poder, un proyecto que nunca ha negado y que nadie, en este carnaval en el que parece imbuido Brasil, se atreve a juzgar como imposible. Después de todo, ese puede ser el próximo sueño legítimo de un hombre que acostumbra a cumplir todos y cada uno de los que ha tenido a lo largo de su vida al pie de la letra. (Con información de agencias)

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