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sábado, 19 de septiembre de 2009

Un pozo llamado Afganistán.

Noticia:


Las recientes elecciones presidenciales celebradas en Afganistán y el aumento de la violencia en dicho país han provocado un debate en España sobre si las tropas españolas deben permanecer allí o no.

El hecho de que en los comicios se haya producido un fraude y que hasta la propia Organización de Naciones Unidas (ONU) haya puesto en duda la victoria del presidente Hamid Karzai, aunado a la situación de inseguridad que prevalece en la región, ha llevado a muchos a preguntarse si es razonable que los soldados españoles se jueguen la vida para apoyar un régimen cuya legitimidad puede ser puesta en duda.

Para la catedrática de Derecho Internacional Araceli Mangas, la presencia internacional no ha dado los resultados esperados, el poder de los talibanes es cada vez mayor y las muertes se producen casi a diario en el país.

Mangas recuerda los informes de las organizaciones humanitarias que denuncian un aumento en la producción y tráfico de drogas hasta el punto de que el opio representa 60% del PIB, una corrupción generalizada en las instituciones judiciales y de seguridad y una impunidad de toda la administración.

“Los militares deben volver”, dice. “Desde 2002, ni el respeto de los derechos humanos ni la situación económica y social de la población ni de las mujeres ha mejorado, sino todo lo contrario: ha empeorado. Estamos en Afganistán para que se dispare el analfabetismo de adultos (uno de los más altos del mundo); para ver cómo la hambruna se generaliza y para mantener como sea a uno de los gobiernos más corruptos que hace de Afganistán el primer productor de drogas del mundo”, denuncia.

Santiago Carrillo, el que fuera secretario general del Partido Comunista de España (PCE) también es de los que piensan que las tropas españolas deben volver. “Sacar de allí a las tropas crearía una situación nueva que habría que afrontar con políticas distintas: diplomacia, comercio, ayuda al desarrollo”, asegura.

Vencer la resistencia

“Habrá dificultades”, reconoce. “Pero lo actual es un pozo sin fondo, en el que todo lo que se echa, se pierde. Estoy convencido de que Obama lo sabe mejor que nadie, pero en su país hay fuerzas muy poderosas que se le oponen. Ayudar a Obama no es enviar más tropas a Afganistán, sino darle argumentos para vencer la resistencia de los partidarios de la guerra”.

Mientras Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) insisten en que la solución a la guerra son más tropas y más apoyo logístico, en España son cada vez más los ciudadanos que abogan por una retirada. En 2006, 51% de los españoles apoyaba la presencia española.

Tres años después, el porcentaje ha bajado a 46%, según el estudio Transatlantic Trends 2009, de la Fundación BBVA.

España participa en Afganistán junto con otros 40 países en la ISAF (Fuerza Internacional de Seguridad de la OTAN) desde el año 2002. Desde el principio, el jefe de gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha insistido en aclarar por qué su gobierno ordenó el regreso de las tropas españolas en Irak y, en cambio, envió tropas a Afganistán.

Dos guerras distintas

En el caso de Irak, la ONU declaró ilegal y contraria al derecho internacional la intervención militar capitaneada por George W. Bush, mientras la presencia de España en Afganistán se enmarca en una operación bajo el mandato de la ONU y en la que participan una treintena de países más. Además, en Irak, las tropas españolas formaron parte de la operación Libertad Duradera por decisión unilateral del entonces presidente del gobierno, el conservador José María Aznar (Partido Popular).

En contraste, las tropas españolas llegaron a Afganistán tras una decisión aprobada por mayoría en el Parlamento español.

En la actualidad, en Afganistán hay unos mil militares españoles además de otros 450 que permanecen de forma temporal con motivo de los comicios.

Su misión es entrenar, asistir, dar cobertura militar, escoltar y ayudar a las fuerzas de seguridad afganas. Y, por supuesto, reconstruir el país. Hasta el momento han construido carreteras, redes de agua potable, pozos, hospitales y escuelas.

Con órdenes de no combatir

Todos los soldados españoles tienen la orden de no combatir ofensivamente aunque, si les disparan, pueden responder para defenderse. La realidad ha demostrado que las tropas se ven cada vez más frecuentemente implicadas en enfrentamientos en los que tienen que recurrir a las armas para defenderse.

Su presencia en el país ha provocado más de un centenar de muertos entre los insurgentes. Pero también han muerto 87 soldados españoles. El gobierno insiste en que en los próximos cinco años no abandonará Afganistán. Dice que su labor allí es de imposición de la paz, una misión como la que lleva haciendo desde hace 20 años en Angola, Congo o los Balcanes.

Reconoce que los soldados españoles corren riesgos, pero advierte que una retirada precipitada podría provocar la desestabilización de la región, la violación de derechos humanos y la recuperación de una poderosa plataforma para el terrorismo.

Con presencia internacional o sin ella, lo cierto es que el futuro de Afganistán, según José Ignacio Torreblanca, director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations (ECFR), es muy preocupante.

“Un Afganistán gobernado por un presidente doblemente deslegitimado (por la manifiesta incapacidad para gobernar mostrada en estos años y, ahora, por las alegaciones de fraude) es el más preocupante, puesto que prolongará la construcción de unas instituciones afganas que merezcan tal nombre, incluyendo, sobre todo, un Ejército y una policía propias”, augura.

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