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lunes, 25 de mayo de 2009

En juego, futuro político de 6 estados.


Noticia:


Mucho se ha hablado y escrito sobre si los comicios del próximo 5 de julio van a movilizar a los electores. La discusión sobre si los partidos serán capaces de vencer la apatía y el rechazo que parece imperar entre los ciudadanos mexicanos ha centrado la atención de los opinadores y de los analistas. Sin duda, es necesaria una reflexión seria sobre el papel que la renovación de sólo una de las cámaras del Poder Legislativo (de Diputados) tiene en el deficiente arreglo democrático mexicano.

En las condiciones actuales, la mera elección de diputados no sólo resulta poco atractiva para los votantes, sino que complica las cosas: en un escenario estupendo para el Presidente, aumentaría su capacidad de diseño presupuestal, pero no mejoraría en nada su débil posición legislativa. En cambio, un crecimiento del PRI, por poner un escenario probable, podría complicarle mucho las cosas al gobierno. Pero eso es tema de otro análisis.

En cambio, seis estados del país van a renovar gobierno, legislaturas y ayuntamientos. Ahí sí que hay mucho en juego. Una de las consecuencias del accidentado tránsito mexicano a la democracia, ha sido la obtención de altos grados de autonomía de los gobiernos locales. Si bien sus capacidades fiscales siguen siendo muy limitadas, el arreglo que se ha consolidado desde los últimos tiempos del PRI, hace que los gobernadores tengan manga ancha a la hora de disponer el gasto de los recursos transferidos por la Federación. Incluso, ahí donde se han dado mayorías legislativas de diferente signo político al del gobernador, en la mayoría de los casos, la inercia y la tradición han conducido al predominio del Ejecutivo a la hora de armar los presupuestos.

Los gobernadores en México tienen un enorme poder, en primer lugar, porque pueden disponer de prácticamente todo el empleo público para favorecer a sus huestes. El arreglo del clientelismo mexicano tiene como base la ausencia de un servicio público profesional y permanente.

En cambio, el sistema de botín permite la discrecionalidad gubernamental a la hora de distribuir los puestos de la burocracia. Esa ha sido la principal fuente de disciplina política, en detrimento, desde luego, de la eficiencia y la capacidad técnica para resolver problemas. Además, los gobernadores definen de manera personal la obra pública y a pesar de los supuestos avances para que ésta sea llevada a cabo por empresas que compiten entre sí con licitaciones, el contratismo y la asignación arbitraria siguen siendo la nota determinante.

De ahí que no sea poco lo que se pone en juego en cada elección estatal. El botín es demasiado jugoso. Y los diferentes grupos de interés tienen razones sobradas para apostar a uno u otro candidato, en función de sus intereses.

Las plataformas y los programas, son lo de menos cuando no significan beneficios económicos. Y las ideologías se modelan de acuerdo con los apoyos de los grupos de interés que atraen, como cuando el PRI traiciona toda su tradición liberal y apoya las reformas para convertir el derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural, en principio constitucional en diversos estados, para congraciarse con la Iglesia católica.

De los seis estados en los que habrá elecciones para gobernador, cuatro los gobierna actualmente el PRI: Campeche, Colima, Nuevo León y Sonora; mientras que dos: Querétaro y San Luis Potosí, tienen gobernadores del PAN. En todos ellos, la competencia será entre estos dos partidos, pues en ninguno el PRD tiene fuerza. Nuevo León ya fue gobernado por Acción Nacional y fue recuperado por el PRI; Querétaro ha tenido ya dos mandatarios blanquiazules, mientras que San Luis Potosí fue apenas ganado por ese partido hace seis años. En Campeche, Colima y Sonora no ha habido alternancia y el PRI ha mantenido su hegemonía histórica, aunque el PAN ha ganado ayuntamientos importantes.

Las encuestas y el comportamiento electoral en otros lugares del país, en comicios recientes, parece mostrar una tendencia: el que tiene la plaza la mantiene. En Sonora, por ejemplo, Alfonso Elías, del PRI, le lleva actualmente una ventaja de 15 puntos a Guillermo Padrés, del PAN. En San Luis Potosí, la ventaja de Alejandro Zapata sobre Fernando Toranzo es menor, pero igual parece ir arriba el aspirante panista. En Nuevo León, Fernando Elizondo no supera en intención del voto al candidato del PRI, Rodrigo Medina.

Mientras en buena parte del país la indiferencia parece ser el signo dominante con respecto a las elecciones, en los estados con comicios para gobernador, los diversos grupos de interés están empeñados en movilizar a la ciudadanía. Mucho se juegan en ello, pues en el arreglo político mexicano, el ganador se lleva todo —incluido el botín del reparto del empleo público— y el perdedor se va a su casa, por más que su partido alcance diputaciones. Es muy probable que sean esos seis estados los que salven la contienda del 5 de julio y eviten una catástrofe de participación, que sería segura si lo único que se eligiera fueran diputados federales.


Comentario:

Si en México hubiera madurez política, no importaría tanto que la mayoría fuera de otro partido al del presidente, porque se analizarían las cosas y no se votaría en contra nada más por oponerse. Pero falta mucho todavía por avanzar.

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