Irán coquetea con esperanza de cambio.

Noticia:


Con una economía cada vez más débil y un pueblo cada vez más desilusionado, que luego de cuatro años de gobierno de Mahmoud Ahmadineyad coquetea descaradamente con la esperanza de un cambio, Irán está listo para celebrar, mañana, elecciones presidenciales.

Durante cuatro años, el ex alcalde de Teherán ha gobernado los destinos de los iraníes con un discurso populista —que le dio la victoria en las elecciones de 2005, cuando apeló a las clases más empobrecidas— y una retórica de confrontación hacia Occidente que sólo le ha acarreado críticas a este país, que George W. Bush en su momento ubicara en el “eje del mal”.

Para muchos, el discurso populista que prometía una mejoría económica para todos se quedó sólo en eso. Aunque el mandatario conserva el apoyo de muchos en la clase baja y media baja, debido a que aumentó los salarios en el gobierno y las pensiones, lo cierto es que bajo su administración se ha generado un gran desempleo (17%), una inflación galopante (23.6%) y una economía, en general, a la baja (con previsiones de crecimiento de 3.2% para este año, según el Fondo Monetario Internacional), afectada por la caída de los precios del petróleo.

En el ámbito externo, Ahmadineyad ha defendido a ultranza el derecho de Irán a contar con un programa nuclear, argumentando que sus fines son pacíficos, lo que lo ha enfrentado una y otra vez con la comunidad internacional, que cree que en realidad Teherán está desarrollando un proyecto militar para hacerse con un arsenal de bombas nucleares.

El presidente también ha hecho de la negación del Holocausto una de las piezas recurrentes de su discurso, provocando la ira de Israel, Estado que, por cierto, el ultraconservador mandatario iraní considera que no debería de existir. Además, Estados Unidos considera que Irán sigue siendo “el Estado patrocinador del terrorismo más activo”, con un rol en el financiamiento y planeación de actos de terror en Líbano, Irak, Afganistán y los territorios palestinos.

El verdadero poder

Así, la balanza parecía inclinarse en los últimos días hacia Hussein Moussavi, el principal adversario de Ahmadineyad, a quien analistas otorgaron la victoria en los debates celebrados entre los candidatos. Se prevén resultados muy cerrados. Pero no hay que olvidar que el presidente tiene las cartas fuertes de su lado: cuenta con el apoyo de toda la maquinaria del Estado y, más importante aún, del líder supremo, con quien ha tenido diferencias, pero ha sabido superarlas, a sabiendas de que, en Irán el verdadero poder no lo detenta el presidente, sino los ayatolas, representados por Ali Khamenei, también jefe de las Fuerzas Armadas.

Irán se convirtió en una república islámica en 1979, luego de una revolución que derrocó al sha Reza Pahlevi y de la llegada de los ayatolas al poder.

Desde entonces, el clero se ha mantenido firme y ha sido suficiente para aplastar las esperanzas de cambio, que tuvieron su máxima expresión con el presidente reformista Mohamed Khatami, quien enfrentado con el clero no cumplió con las expectativas que su gobierno despertó entre los partidarios del cambio.

Los adversarios

Además de Ahmadineyad, hay otros tres aspirantes presidenciales. El principal de ellos es el ex primer ministro Moussavi, de 67 años, quien cuenta con el apoyo de los ex presidentes Albar Hachemí Rafsanyani y de Jatami, quien a su vez tiene la simpatía de los círculos intelectuales y académicos del país.

Luego está el reformista Mehdi Karrubi, de 72 años. Es un clérigo que lleva más de 30 años como activista político. Perteneció al círculo cercano al ayatola Khomeini y fue presidente del Parlamento entre 1989 y 1992 y de nuevo entre 2000 y 2004. Es conocido como el “jeque de las reformas”. Ha enfocado su estrategia de campaña en los jóvenes y las mujeres, a quienes prometido mayor libertad de expresión y luchar contra las leyes discriminatorias.

El conservador Mohsen Rezaei, 55 años, es el cuarto candidato en disputa. Fue jefe de la Guardia Revolucionaria y ha dicho que está dispuesto a dialogar con Occidente sobre el programa nuclear iraní y a buscar un acercamiento con Estados Unidos. De hecho, reconoció como positivo el cambio que ha hecho el presidente Barack Obama en la política de ese país hacia Irán.

La oposición ofrece, en suma, la esperanza de un país más abierto, dispuesto a dialogar para eliminar la confrontación. Sin embargo, sin importar quien gane, una cosa es cierta: gozando de una buena salud a sus poco más de 70 años, Khamenei seguirá ahí, vigilando desde la cima del poder al mandatario en turno para que Irán siga siendo una nación islamista conservadora y, llegado el momento, nuclear.


Comentario:

La esperanza de cambio es en todo el mundo y entonces ¿por qué no cambia el mundo? ¿Son impotentes las mayorías?