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Los presidentes de Afganistán y Pakistán, actualmente la región más explosiva del mundo, se comprometieron ayer en Washington a crear, con la ayuda económica y militar de Estados Unidos, un frente único en la guerra contra el terrorismo y a colaborar para superar las condiciones de pobreza que han servido durante décadas como caldo de cultivo para el desarrollo del extremismo religioso.
Hamid Karzai, presidente de Afganistán, y Asif Alí Zardari, presidente de Pakistán, se reunieron por separado y de forma conjunta con el presidente Barack Obama y participaron antes en una conferencia presidida por la secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, en la que se discutieron distintas iniciativas de carácter militar, político y económico que son necesarias para intentar devolver la estabilidad a una zona amenazada por el avance de los talibanes.
Esta cumbre es parte de la nueva estrategia de Obama para esa región, que constituye el mayor desafío para la política exterior de la nueva Administración. Esa estrategia, que incluye el desplazamiento de 20.000 soldados más a Afganistán, contempla acciones sin precedentes en el campo del desarrollo social -en la conferencia de ayer estaba tanto el jefe militar norteamericano de la zona, general David Petraeus, como el secretario de Agricultura- y busca una actuación coordinada en Afganistán y Pakistán. "La seguridad de Estados Unidos, Pakistán y Afganistán están vinculadas. Tenemos que trabajar juntos para derrotar a nuestro enemigo común", dijo Obama. "Somos hermanos siameses", añadió Karzai. "Todos somos víctimas del mismo terrorismo y nuestra responsabilidad debe de ser compartida", corroboró Zardari.
Los dos presidentes llegaron a un acuerdo sobre un tratado comercial que permitirá abrir carreteras y mejorar las posibilidades de intercambio y de inversión en las depauperadas zonas fronterizas que en estos momentos son albergue de multitud de grupos vinculados a Al Qaeda, protegidos más o menos por la población local, que, en algunos casos, los reconoce como la única autoridad.
Dentro de la nueva filosofía de la Administración norteamericana, que acepta la vinculación entre terrorismo y pobreza, resulta vital eliminar ese apoyo ciudadano a los extremistas para poder perseguirlos eficazmente.
Eso no elimina, por supuesto, la necesidad de la actuación militar. Uno de los objetivos de Estados Unidos con esta cumbre es, precisamente, el de allanar los obstáculos para la guerra contra los talibanes y Al Qaeda.
Por un lado, se trata de conseguir un esfuerzo más contundente y sostenido por parte del Gobierno de Pakistán de combatir a los grupos terroristas, con los que hasta ahora contemporizaba porque estaban de su parte en el pulso con India. Esto parece ir consiguiéndose estos días en los que el Ejército paquistaní se emplea a fondo en el valle de Swat.
Por otra parte, se intenta reducir la permeabilidad de la frontera afgano-paquistaní, que permite a los talibanes golpear a las tropas norteamericanas y afganas en su país, y regresar después a sus santuarios en Pakistán, a salvo de las represalias de Estados Unidos. El Pentágono ha solicitado ya al Congreso poderes de guerra en Pakistán similares a los que tiene en Afganistán, y quiere ahora contar con el visto bueno del Gobierno paquistaní para, si es necesario, perseguir a los terroristas hasta sus bases.
Eso representa un arma de doble filo para los intereses de Estados Unidos. Actualmente, los bombardeos con aviones no tripulados sobre bases integristas en Pakistán, que con frecuencia causan muertos entre la población, son una de las principales causas del repudio a la intervención norteamericana.
Algo similar está ocurriendo en Afganistán, donde el sufrimiento de la población civil por los ataques estadounidenses genera resentimiento y dificultan la colaboración de la población. Clinton lamentó ayer "profundamente" la pérdida de decenas de vidas precisamente este martes y prometió una investigación al respecto. Tanto Karzai como Zardari aludieron a la necesidad de evitar la repetición de sucesos similares.
Eso será más fácil cuando mejore la coordinación entre los tres países, lo que no es sólo una cuestión de voluntad. Pakistán y Afganistán quizá afrontan un mismo enemigo, pero desde perspectivas diferentes entre sí y respecto a Estados Unidos. Para Zardari, la prioridad es consolidar su poder, sometido constantemente a la vigilancia del Ejército, y ganarse el respeto de Washington, que lo considera un líder frágil.
Para Karzai, ya en el ocaso de su mandato, el reto es el de responder a la frustración de sus compatriotas por el pobre saldo de su gestión. Ambos son para la Administración norteamericana aliados imprescindibles, pero muy débiles. No existe confianza en ninguno de ellos, pero hay que sostenerlos hasta encontrar algo mejor.
Uno de los propósitos de esta cumbre es, en ese sentido, el de aprovechar el prestigio de Obama para insuflarles algo de respetabilidad a sus dos invitados. En el caso de Pakistán, además, se pretende empujar a Zardari a reforzar su Gobierno -con un acuerdo con la oposición, si es posible- y a impulsar las condiciones de democracia y justicia social. El presidente paquistaní pidió, a cambio, paciencia y "más ayuda".
Comentario:
Desde cuando que deberían de haber hecho un frente común.
Coronavirus, la amenaza esta ahí afuera
Hace 4 años
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